domingo, 16 de febrero de 2025

¿Nucleares? No gracias

La central nuclear de Cofrentes — Rober Solsona / Europa Press / ContactoPhoto

Con la ocupación de la práctica totalidad de la zona de interés mediático por parte de Donald Trump y las pifias del gobierno con los desacordes entre PSOE y Sumar para parecer diferentes en relación a gravar con IRPF el SMI, ha pasado casi desapercibida la noticia de que el pasado miércoles el Congreso aprobó una PNL, no vinculante para el gobierno, para alargar la vida útil de los siete reactores nucleares que operan en España y, lo que es aún más grave, la posibilidad de afrontar nuevos proyectos nucleares en territorio español.

La PNL presentada por el PP salió adelante con los votos favorables de UPN y las abstenciones de ERC y Junts. Las derechas siempre han sido pronucleares, la cuestión energética es, por supuesto, una cuestión ideológica y política. Lo que no deja de sorprender es que ERC se abstenga en una votación que que te identifica con el modelo energético que defiendes. Aliarse directamente o indirectamente, como ha hecho ERC, con las derechas en materia nuclear expresa una posición de subordinación al lobby nuclear liderado en España por Iberdrola, ENDESA y Naturgy.

En España están en funcionamiento un total de siete reactores, Almaraz I y Almaraz II en Cáceres, Ascó I y Ascó II y Vandellós II en Tarragona, Cofrentes en Valencia y Trillo en Guadalajara. Construidas para una vida de cuarenta años, entraron en funcionamiento el siglo pasado entre 1983 y 1988, cuando dejen de operar, de acuerdo con el “protocolo de cierre ordenado de operación” firmado por sus empresas propietarias en 2019, habrán superado el tiempo para el que fueron diseñadas.

El argumento de ERC para la abstención que entregó la victoria al lobby nuclear no deja de ser calculadamente ambiguo. Por un lado, dice defender la transición energética hacia un modelo sostenible y por otro tener dudas de que el cierre de las nucleares, programado entre 2027 y 2035, vaya a suponer mayor dependencia catalana de las energías fósiles. Un argumento que no demuestra una visión de conjunto del momento ecológico y geopolítico planetario que vivimos.

Si ERC se abstuvo para parecerse a Junts y demostrar que también puede contribuir a infringir derrotas al gobierno, la posición resulta tan infantil como subalterna. Si lo hizo para no enemistarse con sectores sindicales o intereses impositivos municipales o autonómicos de corto alcance demuestra falta de valentía estratégica. Y si lo hizo por los motivos de Junts, esto es, para defender los intereses de las energéticas, que se benefician de la producción nuclear cobrada en el mercado eléctrico (pool) al precio de la más cara, entonces es que no es verdad que defienda la transición hacia un modelo energético que reduzca la dependencia externa de Cataluña y frene el cambio climático.

El modelo energético, junto con los flujos de materia y el modelo agroalimentario, son pilares determinantes para pensar una transición hacia una economía verde que sea cada vez menos dependiente de insumos externos y guerras arancelarias. La energía nuclear no es ecológica por mucho que la Comisión Europea la incluyese entre las energías susceptibles de recibir fondos para la transición energética. Lo que hay detrás de la PNL y de las intenciones del lobby nuclear es la presión de las eléctricas para reacondicionar las nucleares con cargo al estado, de acuerdo a nueva normativa de seguridad europea tras la catástrofe de Fukushima, dado que sus costes de operación son ya superiores a los de las renovables.

En términos económicos, la consideración de la energía nuclear como la energía más barata se ha construido sobre una operación de ingeniería financiera. Sumando, al costo de construcción, operación, mantenimiento y desmantelamiento, la gestión medianamente segura de los residuos nucleares, las cuentas no salen. Si incluyésemos los coste de las aseguradoras para garantizar la cobertura de los daños provocados por un accidente nuclear, el balance en contra resultaría definitivo. El mundo nuclear ha estado cobijado durante decenios por fondos públicos.

Por otro lado, no es generador de energía, no es soberano, quién depende tecnológicamente del exterior para el mantenimiento de la producción, para la obtención del combustible nuclear o su enriquecimiento, como es el caso de las centrales nucleares situadas en España. La energía nuclear no produce riqueza colectiva, produce sólo beneficio empresarial. El territorio que la acoge es solo un contenedor de daños y riesgos.

Si la nuclear resultase tan barata y abundante como se dice, su uso masivo provocaría la conversión del planeta en una sala de calderas, lo contrario de lo que han hecho los ecosistemas naturales durante millones de años. El viento y el sol son recursos distribuidos por todo el planeta. Energías renovables, eficiencia energética y sostenibilidad son las recetas ideológicas que contribuyen al bien común, lo demás son artificios de grupos de poder. Otra cosa es que las renovables no deben implantarse como se está haciendo, sin eficaz control público, con exclusivos criterios economicistas, sin planificación del territorio, destruyendo sistemas agrarios de alto valor, atentando contra espacios y recursos naturales a la vez que concentrando la producción en pocas manos.

Publicado en Diario Red

miércoles, 12 de febrero de 2025

Sin ti no soy nada

Mateo Lanzuela / Europa Press / ContactoPhoto

El editorial de Diario Red titulado ¿Está pensando Pedro Sánchez en convocar elecciones anticipadas?, vincula la alta posibilidad de responder sí a la pregunta con el hecho de que la vicepresidenta Yolanda Díaz y el coordinador federal de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, no paren de poner en el centro de su mensaje político la necesidad de retornar a la unidad con Podemos. La evidencia de que el mundo Sumar, que no hubiese nacido sin el apoyo cerrado del PCE, está bajo la dirección estratégica de Moncloa hace coherente tanto la pregunta como la respuesta afirmativa a la misma.

La machacona retórica de la unidad, tras haberla destrozado, demostraría dos cosas. La primera es que Sumar ha sido un fracaso de la tríada formada por PSOE, Izquierda Unida, dirigida por el PCE, y Els Comuns, dirigida por gente numeraria de la desaparecida Iniciativa per Catalunya Verds. La triada trazaba el eje Andalucía, Madrid, Cataluña, que concentran casi el 50% de la población del estado. El objetivo central de estas organizaciones era destruir a Podemos para repartirse el botín electoral y convertirlo en sillones arrodillados al bipartidismo monárquico. Objetivo que no solo no se ha conseguido, sino que entregó el poder al PP y Vox en buena parte de las autonomías y municipios en las elecciones del 28 de mayo de 2023, además de limitar la capacidad de influencia de la izquierda en todo el estado.

La segunda sería que, con los datos demoscópicos con que cuenta Moncloa, sin un peso electoral de la izquierda fruto de la renovada unidad con Podemos, el PSOE no tendría números para seguir gobernando el estado. Desde esta premisa, Pedro Sánchez ha puesto música de karaoke para que Yolanda Díaz y Antonio Maíllo canten a Podemos el tema de Amaral Sin ti no soy nada. Por contra, las bases militantes de Podemos, cuando oyen la cantinela de la unidad entonada por quienes la destruyeron sin conmiseración, tienen en la cabeza el tema Rata de dos patas de Paquita la del barrio. Esas tenemos.

Podemos ha convocado su quinta asamblea estatal, para la que la actual secretaria general, Ione Belarra, acaba de anunciar su candidatura a continuar dirigiendo el proyecto político que consiguió llevar a la izquierda estatal al gobierno de España después de ochenta años. El objetivo declarado es fortalecerse territorialmente y prepararse para cualquier escenario político y electoral

Parece que Podemos ha aprendido la lección. La prisa es mala consejera, los cambios profundos no se hacen en dos días. Sumar no es problema para nada, es un refresco sin gas. Izquierda Unida, es decir el PCE con su estructura menor dedicada a asuntos municipales, solo existe de facto en Andalucía, pero opera como si fuese una opción de estado. Haya elecciones anticipadas o no, es el momento de fortalecer orgánica e ideológicamente el proyecto de una izquierda transformadora federalista y plurinacional que dispute los espacios con el PSOE plantándole cara, al tiempo que evite las relaciones de dependencia emocional con el actual PCE.

Publicado en Diario Red

lunes, 10 de febrero de 2025

La imagen de Juan Manuel Moreno Bonilla

Juan Manuel Moreno Bonilla, en una imagen reciente.

Juan Manuel Moreno Bonilla, al lado de Donald Trump, Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal parece un santo. Parece, pero no lo es. Moreno Bonilla preside el gobierno andaluz bajo la apariencia de no haber roto un plato en su vida, pero ejecuta las mismas políticas destructivas que Isabel Díaz Ayuso planta en Madrid. Con el agravante de que Andalucía tiene los peores indicadores socioeconómicos del Estado, no contiene sedes de grandes empresas ni de grandes bancos y su capital, Sevilla, es completamente subalterna del centralismo que reside en la capital del reino.

Por el AVE no viajan las inversiones en industria para las que el capital humano y empresarial andaluz están perfectamente preparados. Viajan gentes que vienen a llevarse calentitos los contratos públicos y celebrarlo en la feria de Sevilla. Esa es la metáfora de una economía pisoteada con bajo valor añadido. Salarios, indicadores de desempleo, desigualdad estructural de mujeres y jóvenes, pobreza, precariedad laboral, explotación de la inmigración y vivienda inasequible se suman a la inexistencia de políticas públicas en industria, agroecología, energía, sanidad, educación o dependencia.

El presidente andaluz oculta su auténtico trabajo de tres formas. La primera, una vez que se desprendió de su pacto con Vox, tras las últimas elecciones generales, es envolviéndose en la bandera de Andalucía, como lo hiciera el PSOE tras el referéndum por la autonomía máxima del 28 de febrero de 1980. Pura retórica sin aplicación práctica.

La segunda, no elevar nunca el tono y no perder la sonrisa, mientras entrega la educación pública a la iglesia católica, la formación profesional a tramas empresariales, y la sanidad a empresas con domicilio social en Madrid.

Y la tercera, parecerse al PSOE lo más posible. Por eso no entra al choque con Maria Jesús Montero, y por eso ha conseguido que el propio PSOE, en un error de bulto, lo apoye sin más para ser el próximo presidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea. De hecho, no ha cambiado prácticamente nada de la estructura de poder de la que disponía el PSOE tras casi cuarenta años de gobierno andaluz.

Con una estrategia así, Juan Manuel Moreno Bonilla trabaja para Feijóo, para Isabel Díaz Ayuso y, en última instancia, para Donald Trump y su monaguillo español Santiago Abascal. Con las políticas del Partido Popular andaluz, la comunidad autónoma que podría ser por población el país quince de la UE y por territorio, el dieciséis, Andalucía, no va a tener voz propia para defenderse a sí misma en los debates de estado, en los de la Unión Europea y, mucho menos, en las dinámicas globales que pueden afectar gravemente nuestra economía y nuestros derechos como pueblo político.

Publicado en La Voz del Sur