1. La memoria
Porque nuestra memoria es hermosa queremos recordar aquel tiempo punto por punto.
Es 28 de febrero. Evocamos la epopeya de Andalucía. Tras siglos de historia el pueblo andaluz conquistó su ser como sujeto político, por sí, por los pueblos y la por humanidad, un día como hoy de 1980.
De Tartesos a la Bética, de la Bética a Al-Andalus, de Al-Andalus a Europa, nada que merezca la pena ser loado ha ocurrido sin el concurso de Andalucía, sin las aportaciones esenciales de las y los andaluces universales, sin el trasiego en nuestra tierra de norte a sur, de sur a norte, de este a oeste y viceversa, de ciencia y cultura, de filosofía y aventura.
Podemos y queremos otorgar a nuestro pasado constituyente el lugar mítico de la proeza colectiva. Somos porque fuimos, seremos porque somos gentes de luz en un territorio, un mar y una atmósfera con una poderosa identidad cultural mestiza civilizada y civilizatoria.
Podemos y queremos otorgar a nuestro pasado constituyente el lugar mítico de la proeza colectiva. Somos porque fuimos, seremos porque somos gentes de luz en un territorio, un mar y una atmósfera con una poderosa identidad cultural mestiza civilizada y civilizatoria.
Nuestra memoria de pueblo honra ante todo el clamor republicano de las luchas por la emancipación. Es memoria épica contra la desigualdad, la injusticia, contra el desprecio a la diferencia. Sobre esas grandes palabras se asienta la identidad andaluza, no contra nadie, nunca contra otros pueblos, siempre cooperativa, siempre por sí y por la humanidad.
Un 4 de diciembre de 1977 se concentraron y estallaron en Andalucía todas las luchas históricas por el pan, el trabajo y la libertad, luchas campesinas y obreras, luchas sindicales, luchas por las libertades políticas. Ese día nos constituimos en la calle y en las plazas como pueblo, como comunidad política dispuesta a decidir sobre nuestro futuro, dispuesta a ser soberana. Aquel 4 de diciembre las y los andaluces firmaron colectivamente su constitución como pueblo.
Fruto de aquellas movilizaciones que se repitieron en 1979, fruto de los latidos sincopados de una mayoría inmensa en aquellos días de la transición a la democracia, los poderes que entonces pretendían mantener a Andalucía en un papel subalterno de la historia se vieron forzados a abrir la puerta al ejercicio del derecho a decidir de Andalucía. El procedimiento de referéndum para el acceso a la plena autonomía quedó previsto en la Constitución española de 1978.
El 28 de febrero de 1980 ejercimos el derecho a decidir en unos casi imposibles, por infames, condicionantes jurídicas y formales. Para ganar la autonomía, para ser como la que más, era preciso que el Sí ganase por más del 50% del censo electoral en cada circunscripción provincial. Las urnas se llenaron de síes, el 86,9% de síes frente a un 5,36% de noes, el resto nulos y blancos, sobre voto efectuado. Ganó el Sí en todas las provincias andaluzas con un porcentaje sobre voto escrutado superior al ochenta por ciento en computo andaluz. Una mayoría inmensa de andaluzas y andaluces dijimos Si a una Andalucía como la que más.
2. El tiempo que nos trajo aquí
Con la victoria, Andalucía se constituye como sujeto jurídico-político, como, en términos del artículo 2 de la constitución del 78, nacionalidad, al igual que Cataluña, País Vasco y Galicia (las cuales en la segunda república habían refrendado sus estatutos, pero nunca tuvieron que enfrentar un referéndum decisivo como el andaluz). Desde entonces somos comunidad autónoma, con estructuras de autogobierno por la vía del artículo 151 de la Constitución del 78 con el máximo nivel de competencias, refrendando nuestro primer estatuto de autonomía de la historia el 20 de octubre de 1981.
Abanderando la causa de Andalucía y las causas de la democracia en España el PSOE logra un triunfo histórico en las elecciones generales de octubre de 1982, con nada más y nada menos que 43 escaños en Andalucía de un total de 59. Desde entonces este partido ha gobernado Andalucía elección tras elección, y para gobernar España ha necesitado un gran resultado aquí.
La democracia, el autogobierno y la entrada de España en la Comunidad Económica Europea permiten al pueblo andaluz dar un salto de progreso histórico. Se extienden por todos los rincones del territorio andaluz los derechos a la educación y la sanidad pública universales y gratuitas, al tiempo que la llegada de fondos de cohesión europeos y las mejoras en las políticas sociales y culturales, tanto de nuestro autogobierno, como del gobierno de España provocan un salto cualitativo y cuantitativo en el bienestar y calidad de vida de nuestros pueblos y ciudades. La población se fija al territorio y pasamos de ser un país de emigración a un país de inmigración.
Desde entonces se produce una identidad funcional reconocible entre Junta de Andalucía, Partido Socialista y progreso andaluz.
El engranaje institucional construido tras la conquista de la autonomía funcionó en tanto los recursos públicos permitían abordar políticas de igualdad, políticas de empleo, políticas de renta agraria y políticas sociales, obteniendo capital procedente de los excedentes impositivos que el crecimiento económico basado en la economía especulativa del sector de la construcción y el modelo turístico intensivo de sol y playa producían.
Las fuertes mejoras iniciales en la vida de las y los andaluces impedían alumbrar los déficit estructurales que la economía andaluza arrastraba como lastre histórico. Las hijas y los hijos de las clases populares podían acceder al conocimiento y las universidades, al universo digital y a la cultura universal, al tiempo que se mantenía y alimentaba un modelo económico insostenible y destructivo.
Pasaba el tiempo y nuestros gobiernos se solazaban en el celofán del éxito inyectándonos la adormidera televisiva de un mundo feliz en una historia interminable. Los eslóganes de Andalucía imparable y la segunda modernización no eran más que indicadores publicitarios de la ceguera política de nuestros gobernantes.
Entre tanto, a cambio de crédito barato e ilusión de riqueza con capital procedente de banca extranjera, se destruía el medio ambiente y los derechos sociales sin que la vida lo notase.
No fue por falta de luchas, el ecologismo, el sindicalismo y multitud de plataformas ciudadanas siempre estuvieron alerta. Pero estas luchas nunca tenía traducción sobre el poder político que continuaba siendo el mismo como si nada estuviese pasando.
Andalucía perdía la oportunidad de construir un modelo económico propio, independiente de intereses externos, sostenible ambiental y territorialmente, apalancado sobre las relaciones de proximidad e impulsado por nuestro capital natural, agrario y humano.
La perdida del control público, ciudadano y político de las cajas de ahorro andaluzas una vez se produce el estallido de la burbuja especulativa, pasando a manos y control externo es el último episodio institucional del desastre.
La crisis global del capitalismo, una crisis de raíz ecológica que se manifiesta en el terreno financiero, coge a Andalucía desactivada en su empoderamiento popular, desestructurada económicamente y desnortada a nivel de gobierno y agentes sociales.
En estas circunstancias el paro vuelve a tasas históricas de hace 30 años, la desigualdad crece, los desahucios, la pobreza y la pobreza infantil, la emigración, el paro juvenil tienen los peores indicadores de la Unión Europea, demostrando las debilidades estructurales de nuestra economía.
3. El 15M, la hora de la esperanza.
La rebelión callejera, pacífica y democrática del 15M, anuncia en la calle el tremendo malestar social ante la gestión antidemocrática de los efectos de la crisis. Las plazas claman No nos representan y, sobre todo, inauguran una conversación política. La charla de todo el mundo con todo el mundo, multiplicada por la potencia interactiva de las redes sociales inaugura un nuevo tiempo, un proceso acelerado de repolitización social.
La rebelión callejera, pacífica y democrática del 15M, anuncia en la calle el tremendo malestar social ante la gestión antidemocrática de los efectos de la crisis. Las plazas claman No nos representan y, sobre todo, inauguran una conversación política. La charla de todo el mundo con todo el mundo, multiplicada por la potencia interactiva de las redes sociales inaugura un nuevo tiempo, un proceso acelerado de repolitización social.
Aunque la centralidad informativa de los medios oficiales se sitúa en Madrid, el fenómeno es sincrónico y multilocalizado. Las plazas andaluzas no son ajenas a la conversación de masas.
El sistema bipartidista bien afianzado legalmente, ignora la emergencia planteada por el 15M y actúa de forma represiva. El sistema” casta bancario” blinda sus derechos de cobro, una vez transferida su deuda privada a deuda pública forzando desde Alemania, frankfurt y Washington, la reforma del artículo 135 de la constitución con un pacto nocturno entre el presidente del gobierno del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del Partido Popular en la oposición, Mariano Rajoy.
El PP, única alternativa de gobierno al PSOE de zapatero que inauguró los recortes sociales en mayo de 2010, triunfa de manera absoluta en las elecciones generales de noviembre de 2011 mintiendo al electorado, la derecha española desata todo el programa neoliberal de reformas, a lo que suma su programa histórico centralista y de moral nacional católica especialmente beligerante contra los derechos de las mujeres.
La desigualdad se dispara, la clase media se sitúa al borde de abismo, la pobreza se hace galopante, al tiempo que se desmorona porción a porción lo que de estado social tenía el régimen de la constitución del 78.
Aparecen las mareas ciudadanas que, junto con stop desahucios y el movimiento feminista, mantienen viva día a día la llama de la protesta.
Consecuencia de una estructura económica desindustrializada, sin poder financiero propio, dependiente energéticamente del exterior, limitada nuestra soberanía por las actuaciones centralista en el marco de las competencias constitucionales del estado, los indicadores de desigualdad y desempleo se disparan en Andalucía a cuotas muy superiores a la media del Estado y de la Unión Europea.
La vinculación histórica de los gobierno andaluces del PSOE con el modelo bipartidista y el centralismo institucional, el conformismo de la izquierda andaluza ante el dominio del discurso españolista y la práctica inexistencia de un andalucismo político de izquierdas, impide la aparición de una propuesta estratégica de confrontación con el gobierno central que demande soberanía competencial en temas esenciales para que Andalucía salga de la crisis en condiciones de igualdad. Esto ocurre bajo la indolencia y “lealtad institucional” del gobierno PSOE-IU.
4. Andalucía como la que más
Al tiempo que el pueblo se repolitiza el sistema, régimen del 78, que tenía en sus intersticios constitucionales, en sus leyes orgánicas y en su ley electoral, las garantías de superviviencia eterna del dominio de las elites económicas se resiente.
Vemos como desde el monopartidismo andaluz se utiliza a Andalucía para frenar la esperanza de cambio que cunde por toda España. Esa esperanza de cambio que se tensiona sobre tres espacios que interactúan, el de los derechos socioeconómicos, el de los derechos democráticos y el de los derechos territoriales. Estos tres espacios no sólo interactúan entre sí en cada uno de los territorios, comunidades o naciones políticas de España, según sus propios contextos, sino que forman parte a su vez de un todo sobre el que se construyen las estructuras político/jurídicas e institucionales de un modelo de España que identifica ésta como propiedad privada de unos pocos. Un 1% de españoles concentran la misma riqueza que el 80% más pobre a comienzos de 2016, el patrimonio de las grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en 2015, mientras que la riqueza del 99% restante cayó un 15% en el mismo año. La banca, las eléctricas, todo el IBEX, siguen obteniendo beneficios a espuertas.
En el momento actual lo que está en juego es la democracia. El modelo del capitalismo requiere de “territorios de expolio”, sean estos recursos naturales o derechos para mantener la economía especulativa financiera, la reproducción multiplicadora del capital (crecimiento), conectada si quiera por un pequeño hilo a la economía real, sin el cual todo se desvanece.
La conversión de los derechos sociales y económicos en los países en que, como los de la Unión Europea, la democracia equilibró la relación entre capital y trabajo, en territorios mercantiles (pensiones, sanidad, educación, agua, suministro eléctrico,…), requiere de políticas coercitivas y restrictivas de derechos. Esto se practica con más facilidad reduciendo la complejidad y la diversidad de actores con los que hay que tratar. El capital utiliza sus instrumentos políticos (aquí PP, PSOE y Cs) para centralizar el poder y actuar con más eficacia destruyendo la democracia.
Pero la democracia es una construcción de abajo arriba, es una demanda de las mayorías para frenar el poder de la minoría. Esas mayorías no son entes abstractos homogéneos, viven en territorios concretos con culturas concretas, referencias históricas concretas y anhelos de futuro concretos. Si cruzamos esto con la raíz estructural de la crisis global, la cuestión ecológica de los límites biofísicos planetarios, sólo podemos aventurar un futuro halagüeño construyendo pactos de soberanía justos entre los pueblos, comunidades políticas supranacionales no jerárquicas, basadas en la voluntad mayoritaria y en la igualdad de derechos.
Es ahí, en esa construcción de la propia soberanía y su relación con las soberanías de otros pueblos y los espacios de soberanía delegados de abajo arriba, donde Andalucía (una comunidad política que se construye contra nadie y a favor de la igualdad y la libertad) puede situarse a la vanguardia de un cambio constitucional que cierre la herida centralista que no curó la transición del 78.
Es tiempo de demandar soberanía propia, soberanía no compartida, soberanía cooperativa libremente pactada. Hacienda propia, justicia propia, banca pública propia, relaciones exteriores propias, política energética propia, de aguas, territorial, agraria, industrial, de comunicaciones y movilidad… Es tiempo de salvar límites políticos centralizantes que nos imponen modelos económicos ajenos que impiden romper los límites estructurales para la igualdad.
La aspiración de Andalucía no puede quedar en un reconocimiento retórico de nuestra potencia identitaria y cultural histórica, no puede ser complaciente. Es un deber político para el progreso pelear la democracia, la igualdad y la justicia social, ese es el anhelo. Anhelo de Andalucía.