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sábado, 8 de julio de 2017
Convivencia y conveniencia
La cuestión es que creo que la hipocresía del PSOE-A de la presidenta Susana Díaz respecto de la bandera andaluza, junto con las evidencias de discriminación, infrafinanciación en los PGE desde hace años y de obstrucción a la capacidad legislativa andaluza por parte de los gobiernos de Rajoy, le permitirá reconstruir un discurso propio para intentar sostener su poder aquí.
Ahora resulta menos creíble que cuando se apropiaron de la verdiblanca tras el 4 de diciembre de 1977. Porque la llave del cajón donde la Sra. Díaz escondió la bandera de Andalucía para endiñar con la rojigualda a diestro y siniestro en su fallida carrera hacia la secretaría general del PSOE, se la dio a un Ciudadanos más españolísimo aquí si cabe que el PP-A de Juanma Moreno.
El artículo de Lourdes Lucio que publica Eldiario.es y podéis leer aquí descubre el truco del almendruco. Si hasta antier la Sra. Díaz vendía Andalucía por lentejas españolas para hacerse con el trono del PSOE, tras su derrota contra el Sr. Sánchez reclama al mismo Sr. Rajoy, que ella dejó gobernar a las bravas, su cuota de mercado "autonómico" exigiendo euros contantes y sonantes del socarrón ministro Montoro. Motivos hay.
Bien vale, era de esperar el regreso a invocar Andalucía en su único y tal vez último bastión utilizando el agravio cierto para aguantar en San Telmo.
Por eso, el acuerdo de paz entre el Sr. Sánchez y la Sra. Díaz es un acuerdo de convivencia porque es un acuerdo de conveniencia. Mientras el primero, que se presentó delante de una inmensa bandera española en su discurso de candidato a la Moncloa allá por junio de 2015, gira a la izquierda para mantener a Unidos Podemos a raya, e insta al Sr. Rajoy a hablar con el independentismo catalán para proponer una reforma constitucional que otorgue privilegios de soberanía fiscal (vamos, dinero desigual, como el cupo vasco) a la clase dirigente económica y política catalana representada por el actual PdCat (que esa es la propuesta de reforma federal de la Constitución del PSOE), la segunda sabe que es imposible la sobrefinanciación catalana sin una infrafinanciación andaluza (sencillamente porque no es lo mismo el tamañito de Euskadi que el tamañazo de Cataluña). A España no la mataría el independentismo catalán ni el capitalismo invasor del estado vasco, sino la desigualdad aberrante (más que la actual) entre el sur, Andalucía, y los nortes.
Las y ,os andaluces no nos podemos permitir el agujero negro del centralismo madrileño, el cupo del chantaje vasco vasco y el cuponazo catalán, todo al mismo tiempo. Ni Andalucía ni nadie, ni sobre todo el Paìs Valencià, aliado seguro en la futura lucha por la equidad territorial.
Por ahí saltarán las costuras, cuando el intento de arreglar "el problema territorial", tras el seguro fracaso del referéndum del 1 de octubre impuesto por la Generalitat en minoría electoral y escasa mayoría parlamentaria, sin garantías políticas y jurídicas de validez de su resultado, se quiera, como se quiere y se querrá, tapar bocas catalanas a base de más euros per cápita pa unos que pa otros.
Y en esto estamos y estaremos, mientras el segundo líder de Unidos Podemos en España, el malagueño Alberto Garzón, no parece querer hablar en andaluz, y mientras el primer líder de Podemos, Pablo Iglesias, habla insistentemente de plurinacionalidad pero olvida que la única nación que ganó en las urnas su condición política de nacionalidad histórica como la que más, en el actual marco constitucional, ejerciendo el derecho a decidir el 28 de febrero de 1981 fue Andalucía.
Lo diremos una vez más, no se gana el cambio sin el eje Cataluña - Madrid - Andalucía. El acuerdo de convivencia, ya federal ya confederal, ya lo que sea, o es entre iguales y para iguales, o no será nunca. He ahí el acuerdo de conveniencia.
Andalucía, más vale sola que bien expoliada y mal acompañada. La plurinacionalidad o es plurisoberanía libremente pactada y compartida en el marco de una fiscalidad fraternal que grave por arriba y garantice derechos y una vida digna por abajo, cualquiera que sea el suelo sobre el que se pongan los pies, o será la excusa para mantener las condiciones de posibilidad de la desigualdad y, consiguientemente, el conflicto territorial.
@MarioOrtega
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