jueves, 28 de febrero de 2019

La lucha contra las macrogranjas del norte de Granada vincula cultura, territorio, futuro y democracia


Los momentos en los que la bandera de Andalucía es más útil son cuando al enarbolarla, las y los andaluces conseguimos hacer realidad lo que representa ese trapo de tela verdiblanca. Cuando se substancia en leyes y normas el contenido de reivindicaciones sociales, económicas, ambientales y de género, en definitiva, culturales para mejorar la vida del pueblo. “Escuelas gratis, medicina y hospital, pan y alegría nunca nos falten, que vuelvan pronto los emigrantes, haya cultura y prosperidad”.

La autonomía plena producto de luchas republicanas, antifascistas y, tras la muerte de Franco, de la reivindicación de querer ser como la que más por mediación de la constitución del 78 que se activó en las movilizaciones por el derecho a decidir del 4D de 1977, dando lugar al referéndum del 28F de 1980, al primer estatuto de 1981 y al segundo estatuto de 2007, tuvo y tiene como objetivo la defensa de una vida buena y la aspiración a la felicidad compartida entre quienes vivimos en Andalucía.

Ayer puse en facebook un simple (por incompleto) comentario contra las macrogranjas que pretenden copar el altiplano y norte granadino: una cabeza de porcino produce mierda (excrementos) como más de veinte personas, si la macrogranja que quieren poner en Dehesas de Guadix va a tener 125.000 cerdos, entonces la excreción producida sería la de una urbe de 2.500.000 de habitantes. Simple e impactante que no recoge ni de lejos el daño infinitamente superior que las instalaciones de este tipo producen allá donde llegan. Así lo expusieron un puñado de acertados comentarios.

Uno de los comentarios fue más extenso y pormenorizado. Me sorprendió en el una metáfora del daño que provocan las macrogranjas. Producen “lobotomía rural”, destrucción completa de comunidades enteras, de su cultura y de su historia, con efectos devastadores sobre la salud humana, animal y ambiental, los recursos naturales, la agricultura y la ganadería tradicional o ecológica, el patrimonio material e inmaterial, el turismo, el paisaje, el olor del aire, los equilibrios ecosistémicos, la composición química del las aguas, control mafioso de las relaciones humanas y políticas. En definitiva liquidación completa del ser de una población, de la soberanía sobre el territorio y del modo de vida de una comunidad cultural histórica. Lobotomía bajo el celofán brillante de un mentiroso discurso de progreso y jauja.

En términos de ecología política, lo más parecido a la noción de pueblo cultural es la noción de ecosistema natural. Un conjunto de relaciones que contribuyen a estabilizar, ralentizar y contrarestar (conectándose en el extremo a la energía solar) la degeneración entrópica forzada por el segundo principio de la termodinámica para que la vida en el, cualquiera que sea la forma que tome, se autosustente y se preproduzca.

El neoliberalismo, y su consecuencia actual, el neofascismo, representado por quienes quieren eliminar las soberanías de las comunidades culturales de pueblos, ciudades, comarcas y regiones, están interesados en la concentración de poder, de todo el poder, en lugares lejanos o en lugares cuyo territorio es la especulación (las bolsas), con el fin de limitar, controlar y poner a su servicio al poder político concentrado en un punto, laminando la posibilidad de una democracia en la que podamos decidir en cada ámbito de identificación cultural sobre aquello que nos afecta.

Hoy, aquel ”escuelas gratis, medicinas y hospital,...” que cantaba Carlos Cano, es la misma reivindicación de aproximar el control democrático de las decisiones a los lugares en los que van a afectar. Hoy eso significa estructuras de poder descentralizadas y desconcentradas, significa en mi opinión ecologismo, ecosocialismo, ecofeminismo, ecoandalucismo y federalismo. El modelo de las macrogranjas es el producto de un modelo económico representado por la ideología del capital por la que todo, hasta el aire que respiramos y los vientres de las mujeres, puede ser objeto al servicio del mercado, para ello necesita de la ausencia de democracia.

El prefijo eco otorga a la lucha por los derechos sociales, económicos, ambientales, culturales y de género este 28F un sentido profundo y completo. Que no nos conviertan la celebración en una farsa. Para que Andalucía decida sobre su presente y su futuro, cada comarca debe poder decidir sobre todo lo que le afecta. No son banderas, son lo que significan, y la de Andalucía significa derechos y capacidad de decisión en cada una de sus comunidades culturales.