domingo, 29 de diciembre de 2019

Isaac Newton y el robo del Parque de las Ciencias de Granada


Si un cuerpo, gobierno andaluz, actúa sobre otro, Granada, para quitarle el control, gestión, del Parque de las Ciencias, esa acción provoca, necesariamente una reacción. Es la tercera ley de Newton, acción y reacción van juntas y se anulan si hay equilibrio entre ambas, si no hay equilibrio, el vínculo entre los dos cuerpos puede dañarse, incluso romperse.

El punto de equilibrio entre la acción y la reacción, el vínculo, puede conseguirse por métodos democráticos o por métodos autoritarios. Con acuerdo o a la fuerza. El gobierno andaluz va a utilizar una nueva Ley de Consorcios de Andalucía para llevarse la gestión, el control de las actividades y el control económico del parque de las Ciencias a Sevilla. Es un acto centralista, ejecutado por la fuerza. El Parque de las Ciencias estará en Granada pero será sevillano. El vínculo entre Sevilla y Granada quedará dañado.

El Parque de las Ciencias, además de la impresionante labor de divulgación científica de calidad que hace, es el segundo espacio más visitado de Granada después de la Alhambra, nada más y nada menos. Los partidos que gobiernan Andalucía (las derechas) llevaban en su programa electoral incrementar el control desde Granada de Cetursa (la empresa pública que gestiona la estación de esquí de Sierra Nevada) y del Patronato de la Alhambra. Años defendiendo esto con un mantra falso, “Sevilla nos roba la Alhambra y Sierra Nevada”, para ahora, cogido el poder en Andalucía, no solo no mejorar la dependencia de sendos organismos de las instituciones granadinas, sino querer liquidar la gestión autóctona del afamado y bien gestionado Parque de las Ciencias.

No, Sevilla no nos roba, ni Madrid nos roba, lo que ocurre es que existe un modelo de poder institucional que está al servicio de intereses ajenos a las distintas poblaciones, comunidades políticas, municipios, comarcas o, comunidades autónomas. Nos roban los impuestos, las inversiones y las capacidades de autogestión (autogobierno) para concentrar cada vez más el poder y convertimos en territorios expoliados y dependientes de exclusivos intereses económicos de cada vez menos personas. Nos roban el pasado, el presente y las oportunidades futuras generando desigualdad.

Si la democracia es algo además de decidir votando, es distribución equilibrada y equitativa de poder político entre las poblaciones y sus instituciones. Por contra toda concentración de poder político atenta contra la democracia. Llevarse de facto el parque de las Ciencias a Sevilla como si Granada fuese un barrio de la capital andaluza es exactamente una agresión contra la democracia.

Cuando se expresan fuerzas centrípetas para concentrar el poder económico, como ocurrió con la Comisión Europea y Merkel para forzar la modificación del artículo 135 de la CE, poniendo por delante a los intereses de la banca de los intereses de la gente, obligando a recortes laborales y de servicios públicos, cuando el gobierno de España legisla e impone a las comunidades autónomas y los municipios las políticas presupuestarias y de inversiones, limitando su capacidad de prestación de servicios, cuando las decisiones se toman lejos y sin contar con las poblaciones afectadas, está actuando el centralismo. El centralismos es, en estos tiempos de crisis social y climática, la herramienta ideológica más poderosa del neoliberalismo en su guerra contra la democracia.

Luego, no debe extrañarnos que aparezcan movimientos provincialistas como el de Teruel Existe, los autonomistas como el de León, o los comarcarles o municipales como los que, en la misma provincia de Granada, demandan poder decidir sobre si se instalan macrogranjas o no, o sobre si las Venus capitolinas romanas se exponen en el lugar de su hallazgo, en Salar donde cobran todo el sentido en la descubierta Villa Romana, o en el museo arqueológico de la capital.

Las grandes metrópolis con sus conurbaciones y la España vaciada, dos daños socioambientales manifiestos, son las dos caras de un modelo de relaciones políticas institucionales desequilibrado que prima la centralización del poder frente a la democracia. Es ahí donde debemos comprender la intención de robarle a Granada el Parque de las Ciencias por parte del gobierno andaluz.

Pisar el acelerador en la centralización del poder puede conducir a que el vehículo se salga de la vía si la fuerza centrífuga de reacción a la fuerza centrípeta que une no encuentra el vínculo democrático que equilibre la desigualdad. Vivimos tiempos con ejemplos obvios.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Cuerpo, vida y territorio

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No hay vida sin memoria, y no hay política sin territorio. Toda vida es un almacén de memoria, ADN, y un lugar para vivir, ecosistema. Sobrecoge la simpleza de este resumen. No hay política sin territorio, y no hay identidad sin ecosistema cultural. O sea, no hay cultura sin pueblo y no hay pueblo sin cultura.

La cultura es la memoria de los pueblos, su ADN. Hay pueblos cuya memoria cultural está simbolizada en su idioma (lengua materna), hay otros cuyo idioma es sobre todo su memoria cultural. Entre estos últimos está el andaluz, un pueblo cuya lengua materna es el anhelo de libertad, justicia y democracia. Recordémoslo una año más en estos días de aniversario del 4 de diciembre de 1977.

Desvincular la democracia del territorio es justo los que busca el neoliberalismo para liquidar la parte del estado que le incomoda, el estado social y de los derechos. Por eso fue tan fácil reformar el artículo 135 de la CE por orden externa como aplicar el 155 por acuerdo interno. Una tarea a la que el capital se aplica bien con las armas de la represión policial o militar, con las armas económicas, o, últimamente, con un ejército de togas dispuesto a retorcer crípticamente las normas.

La misma fuerza que impide que las Venus capitolinas de El Salar (una población de algo más de 2.500 habitantes) repose culturalmente en su lugar de aparición, como no lo hace La Dama de Baza en Baza, es la que ordena la política de la última desindustrialización de Andalucía ocultada bajo los millones de los ERE, desmantela la red de ferrocarriles para que el AVE llegue desde todas partes al mismo sitio, legisla desde lejos para contaminar la tierra, el agua y el aire en lugares lejanos sin que sus habitantes puedan hacer algo más que revelarse, fuerza el monocultivo de la construcción y el turismo vendiendo los recursos a capital externo y lleva a la gente a la esclavitud liquidando derechos laborales y entregando a lo privado (energía, agua, salud, educación, dependencia,…) lo que solo como público garantiza la justicia y la equidad.

Quienes arguyen contra las demandas de soberanía de naciones, comarcas, poblaciones y ciudades que no quieren más fronteras dicen la verdad, no quieren fronteras para la fuerza represiva del capital, pero las adoran para liquidar la democracia, el estado social, lo común, lo público. Ese es el sentido del discurso de Casado/Abascal cuando hablan de reforzar y proteger las fronteras externas. Nos quieren en la dialéctica dentro/fuera en lugar de en la dialéctica fascismo/democracia.

Hace tiempo que sabemos, seguro, que la crisis del capitalismo es una crisis metabólica. Una especie de bulimia que devora cuerpos, vida y territorios. Enfrentarse a eso solo puede hacerse mediante el feminismo (la soberanía de los cuerpos), el ecologismo (la soberanía de la vida) y las identidades culturales (las soberanías territoriales).

Cuerpo, vida y territorio son argumentos centrales para la defensa de la democracia. O sea, la distribución normativa y caleidoscópica del poder. Así quiero recordar estos días el aniversario del 4 de diciembre de 1977.