lunes, 14 de abril de 2025

Andalucismo para una república plurinacional

Plaza con pintura de Lorca en Alpujarra de la Sierra, en Granada.

El estado español es un conjunto de identidades culturales con profunda raíz geográfica e histórica, que han devenido realidades políticas con voluntad de poder. La voluntad del pueblo andaluz, fruto de la aleación cultural mestiza que nos constituye, siempre fue la de una soberanía cooperativa. Federico García Lorca, el más universal de los andaluces, dijo “yo creo que el hecho de ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío,… del morisco, que todos llevamos dentro”. Hoy hubiese incluido al pueblo palestino y al pueblo saharaui.

El españolismo, simbolizado en la monarquía de raíz franquista, es un artefacto institucional para la concentración del poder. Sus objetivos son reducir la complejidad para imponer más fácilmente el dominio del capital, poner barreras a la consecución de derechos y traducir la división del trabajo en la división intracolonial de la economía. Así relega a unos pueblos a la desigualdad, la emigración, la destrucción ambiental y a la asignación a sus mujeres del papel de sirvientas, al tiempo que a otros le otorga la función industrial o financiera con la que absorben mano de obra destinada a la precariedad y la explotación.

El centralismo, que defienden la derecha y la ultraderecha, con la complicidad del PSOE y de la izquierda subalterna que no comprende que el internacionalismo no tiene porqué ignorar las distintas condiciones materiales y situación en la cadena de producción capitalista de las clases trabajadoras según el suelo que pisan, es el principal operador territorial del poder del dinero. Contra la concentración de poder político, la izquierda debe traducir el lema de la ecología “piensa global, actúa local” en un proyecto federal de cooperación entre pueblos.

El reconocimiento del valor político de las distintas identidades culturales para avanzar en justicia social y derechos, es clave. Reconocer la existencia de pueblos con conciencia de nación, entre los que se encuentra el andaluz, es condición de posibilidad para consolidar un proyecto emancipador con futuro.

Relegada, en el contexto global trumpista y de régimen de guerra, la etapa independentista de los soberanismos vasco y catalán con la persecución antidemocrática del aparato del estado, y no con el ejercicio del derecho a decidir, es preciso un horizonte republicano federal que busque la alianza entre pueblos. En ese camino estará Andalucía. El andalucismo es un proyecto de emancipación del pueblo andaluz en cooperación con, como dice nuestro himno, “los pueblos y la humanidad”. La arbonaida es la bandera republicana del pueblo andaluz que puede compartir el objetivo común de la tricolor.

Publicado en la Voz del Sur

martes, 8 de abril de 2025

Izquierda muleta o izquierda motor

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez y la líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz, se abrazan tras firmar un acuerdo para un Gobierno de coalición progresista, en un acto público en el Museo Reina Sofía, a 24 de octubre de 2023, en Madrid (España). El PSOE y Sumar han alcanzado un acuerdo programático para formar un nuevo Gobierno de coalición "progresista" tras cerrar sus líderes, los detalles de un pacto que es "fruto de las negociaciones que han tenido lugar desde finales de julio". El pacto incluye la reducción de jornada sin reducción salarial.
24 OCTUBRE 2023;GOBIERNO PROGRESISTA;COALICION;SUMAR;SUMAR
Eduardo Parra / Europa Press
24/10/2023

Pedro Sánchez, en la tradición del PSOE de Felipe González, nunca quiso a su izquierda ninguna fuerza política que le obligase a hacer lo que promete cuando se disfraza en los mítines de personaje de izquierdas. Durante mucho tiempo, hasta la irrupción del 15M de 2011, la farsa del PSOE como partido socialista obrero se sostuvo con palabrería, crédito a la clase trabajadora para que hipotecase su futuro y el de sus hijos, y una corte de periodistas y tertulianos a sueldo de grandes grupos mediáticos cuya misión era, y es, vestir el bipartidismo como un combate democrático entre la derecha y la izquierda.

El PSOE es el operador ya desenmascarado del régimen. Valedor de la monarquía, del IBEX 35, del belicismo otanista, del imperialismo estadounidense, del indecente rearme europeo, del genocidio contra el pueblo palestino, del regalo del Sahara a Marruecos, del freno al feminismo de clase y combativo, del camuflaje de la ecología con pintura verde, del permiso para que los fondos buitre estadounidenses acumulen miles de pisos —tres veces se ha citado Sánchez con los lobos de Wall Street en New York—, y de las políticas extractivas del sudor de las clases trabajadoras, promovidas por el FMI y el BCE, con el que acuñan dólares y euros para los bolsillos insaciables de ricos y fondos buitre.

La izquierda transformadora, para sostener los objetivos antifascistas por la democracia y los derechos, debe destapar la farsa de la socialdemocracia liberal que capitaliza voto de las clases trabajadoras con el arte del birlibirloque. Farsa en la que en demasiadas ocasiones son colaboradores necesarios los sindicatos, CCOO y UGT, e Izquierda Unida. A la operación de destape de esa farsa, en la legislatura del gobierno de coalición con Podemos, la izquierda de la transición y la allegada al sindicalismo mencionado, la llamó ruido. Esa izquierda muleta cooperó cuando el frufrú de togas alimentaba el poder mediático que elogiaba las bienaventuranzas de Yolanda Díaz y Pedro Sánchez para desterrar a Irene Montero y reducir Podemos a cenizas.

La matemática del modelo electoral español hace que el PSOE, para seguir con su farsa, busque una izquierda testimonial. El PSOE busca una muleta que pueda revolear cuando no la necesite. Por eso la izquierda tradicional y los medios cooperantes de la farsa se empeñan en el marco de la unidad. Ese marco trata de subsumir a la izquierda transformadora que representa Podemos en la inutilidad, ocultando la esperanza con el conformismo del mal menor. Ninguna matemática electoral debe condicionar el futuro de una izquierda que vino para ganar. El malestar de la época crítica que vivimos, necesita trabajo, paciencia y didáctica mediática para llenar de energía una izquierda que sea motor y no muleta.

Publicado en Diario Red