Pedro Sánchez, en la tradición del PSOE de Felipe González, nunca quiso a su izquierda ninguna fuerza política que le obligase a hacer lo que promete cuando se disfraza en los mítines de personaje de izquierdas. Durante mucho tiempo, hasta la irrupción del 15M de 2011, la farsa del PSOE como partido socialista obrero se sostuvo con palabrería, crédito a la clase trabajadora para que hipotecase su futuro y el de sus hijos, y una corte de periodistas y tertulianos a sueldo de grandes grupos mediáticos cuya misión era, y es, vestir el bipartidismo como un combate democrático entre la derecha y la izquierda.
El PSOE es el operador ya desenmascarado del régimen. Valedor de la monarquía, del IBEX 35, del belicismo otanista, del imperialismo estadounidense, del indecente rearme europeo, del genocidio contra el pueblo palestino, del regalo del Sahara a Marruecos, del freno al feminismo de clase y combativo, del camuflaje de la ecología con pintura verde, del permiso para que los fondos buitre estadounidenses acumulen miles de pisos —tres veces se ha citado Sánchez con los lobos de Wall Street en New York—, y de las políticas extractivas del sudor de las clases trabajadoras, promovidas por el FMI y el BCE, con el que acuñan dólares y euros para los bolsillos insaciables de ricos y fondos buitre.
La izquierda transformadora, para sostener los objetivos antifascistas por la democracia y los derechos, debe destapar la farsa de la socialdemocracia liberal que capitaliza voto de las clases trabajadoras con el arte del birlibirloque. Farsa en la que en demasiadas ocasiones son colaboradores necesarios los sindicatos, CCOO y UGT, e Izquierda Unida. A la operación de destape de esa farsa, en la legislatura del gobierno de coalición con Podemos, la izquierda de la transición y la allegada al sindicalismo mencionado, la llamó ruido. Esa izquierda muleta cooperó cuando el frufrú de togas alimentaba el poder mediático que elogiaba las bienaventuranzas de Yolanda Díaz y Pedro Sánchez para desterrar a Irene Montero y reducir Podemos a cenizas.
La matemática del modelo electoral español hace que el PSOE, para seguir con su farsa, busque una izquierda testimonial. El PSOE busca una muleta que pueda revolear cuando no la necesite. Por eso la izquierda tradicional y los medios cooperantes de la farsa se empeñan en el marco de la unidad. Ese marco trata de subsumir a la izquierda transformadora que representa Podemos en la inutilidad, ocultando la esperanza con el conformismo del mal menor. Ninguna matemática electoral debe condicionar el futuro de una izquierda que vino para ganar. El malestar de la época crítica que vivimos, necesita trabajo, paciencia y didáctica mediática para llenar de energía una izquierda que sea motor y no muleta.