lunes, 30 de junio de 2025

Predicar en el desierto

El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa, en la sede del PSOE en Ferraz - Gabriel Luengas / Europa Press

El régimen de guerra, en el que la infamia y la mediocridad de los lideres europeos han instalado a las sociedades que gobiernan, es una huida hacia adelante del capitalismo occidental afincado en EE.UU. y gobernado por el sionismo genocida que ocupa Palestina. Se trata de controlar recursos, flujos y mercados, para que la máquina del capital no gripe, a costa de cualquier atisbo de protección de los derechos humanos o la democracia.

En este contexto, toda la derecha española tiene los mismos objetivos. Desde Juan Manuel Moreno Bonilla, como comercial andaluz de productos sanitarios fabricados fuera de Andalucía, hasta Santiago Abascal como el Cid Campeador, pasando por Isabel Díaz Ayuso, como la muñeca diabólica con pinganillo, y Alberto Núñez Feijóo, como el Santiago Matamoros del Obradoiro, buscan tomar el poder del Estado para entregar la economía española al trumpismo sionista. Con esa maniobra, como buenos vasallos, se garantizan su bienestar personal y el de la corte madrileña.

Si toda la derecha tiene el proyecto de destrucción del Estado autonómico, social y de derecho, nadie en la izquierda puede tener dudas, a estas alturas de la OTAN, la guerra de Ucrania o el genocidio del pueblo palestino, que el PSOE es el verdadero obstáculo para defenderse de su agresividad antidemocrática. El episodio del 5% del PIB, para financiar las guerras de los Estados Unidos, firmado por Pedro Sánchez y demás lideres europeos, revela en materia de política internacional, la misma farsa que reveló el pacto de renovación del Consejo General del Poder Judicial con el Partido Popular.

El PSOE, desde Felipe González, pasando por José Luis Rodríguez Zapatero, hasta Pedro Sánchez, es el traje de carnaval con el que el bipartidismo monárquico oculta la corrupción sistémica de la que vive. El PSOE, lo sabemos por los hechos y por los audios, por el brutal incremento del gasto en guerra y por la inacción para proteger a las clases medias y populares contra la desigualdad, no está por el derecho a la vivienda, por los avances feministas o por crear las condiciones para desvincular la economía española de los combustibles fósiles, del uranio nuclear y, consiguientemente, de la guerra.

Pedro Sánchez, como buen actor, mueve los músculos de la cara, pero no ha movido la imprenta del BOE para romper relaciones con Israel, dejar de comerciar con armamento, enfrentar con Marruecos el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, promover la paz en Ucrania o protestar por el uso de Morón y Rota para bombardear Irán. Sonrisa o circunspección en la cara, según convenga a la farsa del género epistolar que de vez en cuando practica. Proteger a este PSOE, el PSOE de siempre, desde sectores progresistas y de izquierdas, en tiempos de riesgo de guerra global, es tomar el camino a la perdición.

En el próximo ciclo electoral, no nos jugamos un diputado más o menos, nos jugamos   poder regar el árbol de la vida en nuestras casas y en el planeta. Cuando todo el arco progresista vinculado a PRISA o subalterno de la corte cultural, política, mediática y periodística del PSOE, se desata para insistir en que Pedro Sánchez se ha enfrentado a Donal Trump y no ha comprometido el gasto del 5% del PIB, o si lo ha firmado es para incumplirlo, lo único que busca es mantener su estatus en la corte. Creen que el PSOE seguirá teniendo cuota de poder real, la cual les permitirá mantener su posición de privilegio.

No va a ocurrir, no han entendido nada de lo que ocurre en el mundo, no reconocen que es el propio PSOE el que crea las condiciones para el desembarco del fascismo en el corazón del gobierno de España. Bastaría que se diesen cuenta que el lawfare contra el PSOE, experimentado con éxito con Podemos y el independentismo, es el indicador de que ya no necesitan a nadie vestido de carnaval que le dé al Estado apariencia de democracia. La socialdemocracia liberal está agotada porque el capital estadounidense y sionista no la necesita para mantener la farsa democrática en Europa. Lo quieren todo todo el tiempo en su lucha contra el sur global y los BRICS.

El régimen de guerra, el desmoronamiento del último reducto de socialdemocracia liberal en Europa, el fin del ciclo del soberanismo independentista en España, y la revelación total de que Sumar era la última operación de régimen para lavar el traje de carnaval del PSOE, crean las condiciones y obligan a empujar un nuevo proyecto de Estado que garantice los derechos de la gente y de los pueblos que lo componen. Pensar una alianza estratégica cooperativa, no necesariamente electoral, entre los soberanismos territoriales de izquierdas y el plurinacionalismo (con)federal, desvinculado de Sumar y sus interioridades, es el único lugar de encuentro para la defensa de la democracia y los derechos que conlleva. Cuanto antes se cultive el territorio pisoteado que va a dejar el PSOE, mejor. No quisiera yo predicar en el desierto.

Publicado en Diario Red

viernes, 13 de junio de 2025

Sustituir al partido del engaño

La nueva explosión de corrupciónbipartidista que dibujan lo audios del número tres del PSOE, Santos Cerdán, transforma, como ha definido perfectamente Ione Belarra, el caso Koldo o el caso Ábalos en el caso PSOE. Pedro Sánchez ha pedido perdón con traje negro y pose compungida. Después se ha ido ha celebrar con el mismo traje el aniversario de la integración de España en la Unión Europea como si aquí no pasase nada. 

El nexo de unión entre la corrupción del PP y la corrupción del PSOE son las elites económicas beneficiarias del sistema. Para que haya corruptos ha de haber corruptores. Esa es la esencia del régimen monárquico. Pero la corrupción no solo son mordidas, no solo es una cuestión de ilegalidad, también es la transacción permanente de recursos públicos a intereses privados por medio las instituciones. Corrupción es también la explotación de las clases medias y populares limitando sus derechos a la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones, la vivienda, el trabajo decente o las prestaciones sociales. Corrupción es perseguir con brigadas patrióticas de bajos fondos a la oposición política.

 Pedro Sánchez, con Santos Cerdán.

En este último sentido el PSOE es el partido del engaño, nunca hace lo que promete salvo que no tenga más remedio para mantener el poder. El PSOE es el auténtico sostén del bipartidismo monárquico. Es el tapón para que nada cambie y todo siga igual. En momentos como este aparece iluminada la fotografía de lo que ha sido y es el verdadero PSOE. Un partido funcional al sistema de poder económico heredero del franquismo, hoy internacionalizado, para vestirlo de “democracia plena”.

El caso PSOE llega en un momento en el que la ultraderecha cabalga a destajo. Un momento en el que el capitalismo occidental quiere prescindir de las socialdemocracias liberales porque, en su choque contra la economía China y de los BRICS y contra los límites ambientales y de recursos, lo quiere todo todo el tiempo. El PSOE está desde hoy atrapado en un cuadrilátero que forman su propia corrupción, el lawfare de la alta judicatura, la entrega voluntaria a las directrices otanistas del imperio trumpista y la complicidad con el estado de Israel en el genocidio del pueblo palestino. De ahí no saldrá más que noqueado.

Si Sánchez convoca elecciones, convocaría su propio suicidio político dejando al PSOE desarbolado al albur del huracán ultraconservador con epicentro en Madrid. Ya no le vale decir que representa el voto útil. Entre tanto, mientras el PSOE se ahoga en su corrupción, sus mentiras y su inacción, siquiera progresista, la cuestión no es pedir elecciones anticipadas a Pedro Sánchez, tampoco sostener un gobierno belicista sin intención alguna de ejecutar políticas sociales, feministas, ecologistas y pacifistas.

La cuestión es levantar un proyecto de izquierdas que afronte el estado corrupto como problema. Un proyecto para el que no sirven ni la sumisión, ni la indolencia, ni el conformismo que hoy representan Sumar y sus integrantes. Un proyecto que solo puede dibujarse contra la ficción de una España que no tolera las diferentes culturas, ya con lenguas propias ya con acentos diversos, con una alianza estratégica entre la izquierda transformadora y las distintas izquierdas soberanistas. Un proyecto cooperativo capaz de acumular fuerzas para sustituir al PSOE y sacarlo del paisaje que usurpa.

Publicado en La Voz del Sur

lunes, 2 de junio de 2025

La auténtica unidad de la izquierda

 Yolanda Díaz y Antonio Maíllo, en un acto en Sevilla.

La unidad de la izquierda es un viejo mantra de la política española. Ese mantra se dispara cuando el espacio del PSOE se reduce. Por eso, el pilar que dio apariencia de democracia plena al bipartidismo monárquico, ayudó con Sumar a construir una canasta que recoja votos en la izquierda para ponerlos a su servicio. En el presente contexto de crisis económica, emergencia climática, tensiones geopolíticas, régimen de guerra, fortalecimiento de la extrema derecha y fuerte deterioro democrático, ese objetivo es para el PSOE imprescindible, no por voluntad de poder, sino por voluntad de permanencia en el poder.

El pacto constitucional, en el que el PSOE y el PCE desempeñaron un papel clave, supuso la renuncia a las aspiraciones históricas de la izquierda —la república o la ruptura con el franquismo— a cambio de cierta estabilidad democrática, integración en Europa y un modelo de economía capitalista con permanente transmisión de rentas del trabajo a rentas de capital. Una transición pactada, tutelada, y condicionada por los poderes fácticos del régimen franquista. Es verdad que, aun así, supuso avances sociales importantes.

Desde entonces, PCE/IU, salvo en la etapa de mayor esplendor que Julio Anguita inició con Convocatoria por Andalucía, ha asumido el marco del bipartidismo monárquico. Ahora lo hace la coalición Sumar con PCE/IU dentro. Es la izquierda sistémica que no cuestiona los pilares del bipartidismo monárquico, una izquierda que no presiona para limpiar las cloacas, reformar el acceso a la judicatura y sus altas instancias, democratizar los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, liquidar la ley Mordaza, acabar con las relaciones con el Estado genocida de Israel, o solucionar el problema mayúsculo de la vivienda. La misma izquierda que ha gozado y goza, aunque de otra manera, de puertas giratorias que le abre el PSOE, Prisa y otras entidades afines.

Quienes se empeñan en presionar a Podemos para que se integre con una izquierda subalterna del bipartidismo monárquico, ahormando una unidad sin más objetivo que la supervivencia del PSOE y de los aparatos de la izquierda sistémica, no se han enterado, o no quieren enterarse, que los grandes poderes económicos, vinculados territorialmente a la capital del reino de España, ya ni siquiera admiten al PSOE en su modelo de mantenimiento del poder. Las palabras de Aznar, “el que pueda hacer que haga” o “cabeza fría y tensión máxima”, son elocuentes en este sentido.

El PSOE vive una crisis de fondo, fruto de una realidad incómoda: el sistema que lo acogió en la Transición ya no lo considera útil y directamente no lo quiere. El bipartidismo es un muerto viviente. De ahí el acoso mediático y judicial contra Pedro Sánchez, su familia y su partido. Una parte de las élites que ayudaron a diseñar, para beneficiarse, el régimen del 78 está expulsando al PSOE, situación a la que este se resiste. Por eso sus pactos con la derecha, como, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial, el mantenimiento de la Ley Mordaza, la reforma de la Ley del solo Sí es Sí o su alineamiento con los grandes tenedores, rentistas especulativos, fondos buitre y patronal inmobiliaria en materia de vivienda.

Si el PSOE quisiese sobrevivir y ser una fuerza útil para la mayoría social, tendría que romper definitivamente con esa herencia tóxica de obediencia al sistema del 78 y abrirse a una nueva etapa, donde la justicia social, la democracia plena, y la valentía política sean sus señas de identidad. No lo va a hacer porque desde Suresnes no está para eso, está para mantener una farsa, que ya no tiene recorrido político alguno.

La tarea para un horizonte de justicia social, climática, de género, con respeto a los derechos humanos y de las personas migrantes, sustancialmente antibelicista y el reconocimiento de la realidad territorial del Estado español, solo puede abordarla un nuevo bloque histórico. Ese bloque histórico es la auténtica estrategia de unidad que las mayorías sociales, residan donde residan y vengan de donde vengan, necesitan para aspirar a una vida digna.

Para no estorbar en la construcción de ese bloque histórico, al que indudablemente empujaría Podemos, quienes exigen la unidad a Podemos desde la izquierda o desde la progresía mediática y sindical, lo mejor que pueden hacer es coaligarse con el PSOE. Si ya trabajan juntos, que vivan juntos y no molesten en la tarea de transformación fundamental.

Por Salvador Soler y Mario Ortega

Publicado en La Voz del Sur