La unidad de la izquierda es un viejo mantra de la política española. Ese mantra se dispara cuando el espacio del PSOE se reduce. Por eso, el pilar que dio apariencia de democracia plena al bipartidismo monárquico, ayudó con Sumar a construir una canasta que recoja votos en la izquierda para ponerlos a su servicio. En el presente contexto de crisis económica, emergencia climática, tensiones geopolíticas, régimen de guerra, fortalecimiento de la extrema derecha y fuerte deterioro democrático, ese objetivo es para el PSOE imprescindible, no por voluntad de poder, sino por voluntad de permanencia en el poder.
El pacto constitucional, en el que el PSOE y el PCE desempeñaron un papel clave, supuso la renuncia a las aspiraciones históricas de la izquierda —la república o la ruptura con el franquismo— a cambio de cierta estabilidad democrática, integración en Europa y un modelo de economía capitalista con permanente transmisión de rentas del trabajo a rentas de capital. Una transición pactada, tutelada, y condicionada por los poderes fácticos del régimen franquista. Es verdad que, aun así, supuso avances sociales importantes.
Desde entonces, PCE/IU, salvo en la etapa de mayor esplendor que Julio Anguita inició con Convocatoria por Andalucía, ha asumido el marco del bipartidismo monárquico. Ahora lo hace la coalición Sumar con PCE/IU dentro. Es la izquierda sistémica que no cuestiona los pilares del bipartidismo monárquico, una izquierda que no presiona para limpiar las cloacas, reformar el acceso a la judicatura y sus altas instancias, democratizar los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, liquidar la ley Mordaza, acabar con las relaciones con el Estado genocida de Israel, o solucionar el problema mayúsculo de la vivienda. La misma izquierda que ha gozado y goza, aunque de otra manera, de puertas giratorias que le abre el PSOE, Prisa y otras entidades afines.
Quienes se empeñan en presionar a Podemos para que se integre con una izquierda subalterna del bipartidismo monárquico, ahormando una unidad sin más objetivo que la supervivencia del PSOE y de los aparatos de la izquierda sistémica, no se han enterado, o no quieren enterarse, que los grandes poderes económicos, vinculados territorialmente a la capital del reino de España, ya ni siquiera admiten al PSOE en su modelo de mantenimiento del poder. Las palabras de Aznar, “el que pueda hacer que haga” o “cabeza fría y tensión máxima”, son elocuentes en este sentido.
El PSOE vive una crisis de fondo, fruto de una realidad incómoda: el sistema que lo acogió en la Transición ya no lo considera útil y directamente no lo quiere. El bipartidismo es un muerto viviente. De ahí el acoso mediático y judicial contra Pedro Sánchez, su familia y su partido. Una parte de las élites que ayudaron a diseñar, para beneficiarse, el régimen del 78 está expulsando al PSOE, situación a la que este se resiste. Por eso sus pactos con la derecha, como, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial, el mantenimiento de la Ley Mordaza, la reforma de la Ley del solo Sí es Sí o su alineamiento con los grandes tenedores, rentistas especulativos, fondos buitre y patronal inmobiliaria en materia de vivienda.
Si el PSOE quisiese sobrevivir y ser una fuerza útil para la mayoría social, tendría que romper definitivamente con esa herencia tóxica de obediencia al sistema del 78 y abrirse a una nueva etapa, donde la justicia social, la democracia plena, y la valentía política sean sus señas de identidad. No lo va a hacer porque desde Suresnes no está para eso, está para mantener una farsa, que ya no tiene recorrido político alguno.
La tarea para un horizonte de justicia social, climática, de género, con respeto a los derechos humanos y de las personas migrantes, sustancialmente antibelicista y el reconocimiento de la realidad territorial del Estado español, solo puede abordarla un nuevo bloque histórico. Ese bloque histórico es la auténtica estrategia de unidad que las mayorías sociales, residan donde residan y vengan de donde vengan, necesitan para aspirar a una vida digna.
Para no estorbar en la construcción de ese bloque histórico, al que indudablemente empujaría Podemos, quienes exigen la unidad a Podemos desde la izquierda o desde la progresía mediática y sindical, lo mejor que pueden hacer es coaligarse con el PSOE. Si ya trabajan juntos, que vivan juntos y no molesten en la tarea de transformación fundamental.
Por Salvador Soler y Mario Ortega