jueves, 31 de julio de 2025

Una ciudad como un bosque

bosque mo

Si nuestra ciudad fuera como un bosque amaríamos los árboles que la habitan, no los dañaríamos, curaríamos sus enfermedades y acompañaríamos sus desdichas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los edificios imitarían a los árboles y aprovecharían la energía solar que atina en sus azoteas, tejados y fachadas; como las hojas realizan su función clorofílica, la fotosíntesis urbana de calor, energía solar térmica, y electricidad, energía solar fotovoltaica, evitaría gases cargados de molestias. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, el aire que acaricia los valles de sus ríos revolotearía en fuentes y calveros para colarse por los balcones en verano. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las hojas caerían en otoño para que el sol calara los ventanales.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, ríos y acequias juguetearían a la vista, y tendríamos riberas, paseos con olmos, castaños y alamedas. En el bosque, las aceras serían amplias y llenas de banquitos a la sombra, las paradas de autobús no quemarían, como quema la chapa metálica de sus asientos. Sería raro ver un coche o una moto, porque el bosque invita al paseo y al encuentro. El ruido no existiría y solo conoceríamos el rumor de la vida en el bosque.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los desechos serían mínimos y reciclables. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, sus pavimentos serían porosos y no recolectarían el calor del verano, ni el frío del invierno. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, la recorrerían tranvías y bicicletas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque estarían prohibidas las altísimas torres de hormigón y cristal. Si nuestra ciudad fuera como un bosque no nos importaría mancharnos de vez en cuando los zapatos, ni que los niños jugaran con la tierra. No nos molestaría el piar de los pájaros ni el pulular de la vida en los arriates.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque el arte inundaría sus rincones. El aire estaría oxigenado y limpio. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las constructoras y los arquitectos serían amigos de todos y no solo de alcaldes y concejales de urbanismo. Si nuestra ciudad fuera como un bosque habría muchas gentes que entienden que el debate está donde están las necesidades de las personas, y no donde están las ilusiones ópticas de la codicia.

Pero, nuestra ciudad se convierte en escombro de arboleda. Sus calles son cauces grises sin orillas, sus plazas techos de piedra que despiden el calor de los motores que alberga la oquedad oscura de aparcamientos subterráneos.

Presiente, siempre, la ciudad, nuevas agresiones infames… Y se cumplen.

lunes, 21 de julio de 2025

Madrid en España o España en Madrid

 Juan Manuel Moreno Bonilla, saluda a Salvador Illa en la misa rociera en la Sagrada Familia - Kike Rincón / Europa Press

El sueño húmedo de la burguesía catalana es una gran coalición formada por un PP con las formas de Juan Manuel Moreno Bonilla y un PSOE que se parezca al PSC de Salvador Illa. Este pasado domingo La Vanguardia publicaba una entrevista al presidente andaluz en el lugar más privilegiado de su portada digital. Jordi Juan y Enric Juliana lo tratan como si fuese un santo.

San Juan Manuel Moreno Bonilla el que quita impuestos a los ricos, abre la mano al urbanismo sin escrúpulos, entrega la universidad a San Ignacio de Loyola, contrata sanidad privada para corregir el abandono de la pública, cierra unidades de educación sin tocar la concertada, aumenta las horas de religión, abandona al alumnado con necesidades educativas especiales, deja si medios a los bomberos forestales, desprecia a los trabajadores del metal o permite que los pueblos y ciudades estén tomados por AirB&B sin acometer el gravísimo problema de acceso a la vivienda.

A la derecha de la entrevista, la columna del director, Jordi Juan, titulada "El éxito de la moderación", presenta un desiderátum imposible: “Moreno e Illa encarnan la esperanza para un futuro de consenso entre el PP y el PSOE”. La Vanguardia, fiel a su línea editorial confía en un retorno al bipartidismo de régimen que pivote sobre el nacionalismo catalán y vasco. Para ello la Andalucía dócil, ahora del PP y antes del PSOE, es condición sine qua non.

El diario catalán, influyente en todo el estado, presta voz a la burguesía catalana, cuyos intereses son parte esencial de su línea editorial. Las burguesías territoriales catalana y vasca saben que sus intereses estarían a salvo con un gobierno en minoría de Alberto Núñez Feijóo, no dependiente de Vox, apoyado desde la bancada del Congreso por un PSOE en catatónico. Empujar la gran coalición es un intento desesperado de las elites periféricas del estado autonómico, con la intención de seguir contando con su parte del pastel del régimen, se substancie con inversión del estado para ampliar el aeropuerto del Prat, o con la adopción del principio de ordinalidad en la financiación autonómica.

La gran coalición es imposible. La impedirá el Madrid ayusista que emite y ejecuta desde la capital del reino su poder monárquico. En Madrid DF se amamanta el trumpismo, fase senil del neoliberalismo. En los cenáculos de poder madrileños el cálculo está hecho, el PP gobernará con Vox y acometerá contra la esencia misma del estado autonómico. Por otro lado, si el PSOE que va a legar Pedro Sánchez intentase siquiera jugar a la gran coalición caería en picado. Madrid en España o España en Madrid es la dicotomía que dibuja la línea de confrontación de modelo de estado que reaparecerá en el nuevo ciclo electoral. Aún no sabemos si inaugurado por unas elecciones generales, por unas elecciones andaluzas o por sendas al mismo tiempo como parece que pretende el presidente andaluz.

La intención del neoliberalismo respecto del poder de los estados se resumen en dos líneas estratégicas. De un lado liquidar las competencias que tengan que ver con los servicios públicos, la economía y la fiscalidad, dejándole solo las relacionadas con la coerción. Y de otro, simplificar los poderes políticos con los que tengan que entenderse los dueños del capital concentrando todo el poder en un punto. El último ejemplo en la UE es la intención de eliminar la participación directa de las regiones en la distribución de los fondos europeas, centralizando toda la gestión y todas las decisiones en las capitales. Se podrá hablar catalán en Bruselas, pero los euros  dirigidos a la economía del rearme pasarán por Madrid, previa decisión de la Comisión sobre a dónde y en qué deben ser destinados.

El régimen de guerra es la evolución táctica del neoliberalismo para que unos pocas manos se apropien de todo todo el tiempo en su confrontación con China y los BRICS. El régimen de guerra exige coerción y concentración de poder. El régimen de guerra ya ha optado por liquidar lo que queda de democracia. La distribución territorial del poder es, para ello, un obstáculo. No hay política sin territorio, no hay democracia sin poderes democráticos territorializados. Las burguesías vasca y catalana lo ven venir y buscan aliados en el PSOE o en la apariencia de moderación del presidente andaluz. La izquierda plurinacional y las izquierdas soberanistas quedarán condicionadas en sus propuestas de avances democráticos por la nueva línea de confrontación territorial. Madrid en España o España en Madrid.

En el estado español todo debate sobre avances en derechos socioeconómicos, feministas o ecologistas, acaba atravesado y condicionado por la cuestión territorial. Las líneas de confrontación que interesan a las izquierdas, no pueden ignorar este hecho. El nuevo ciclo político y electoral pondrá sobre el terreno de juego la idea que cada quien tenga del estado español. O Madrid en España o España en Madrid. La primera permitirá fortalecer la democracia, los poderes territoriales y los avances democratizadores, la segunda nos lleva al abismo antidemocrático. De ahí la necesidad de cooperación entre quienes interpretan en sus propias orquestas territoriales, sin pintar nada, y quienes quieren que las diferentes orquestas acompasen sus objetivos en defensa de los intereses de todos los pueblos de España.

Publicado en Diario Red

lunes, 14 de julio de 2025

No es lo mismo ser que estar

Preocupación en Sumar porque no logran tener visibilidad en la crisis con Israel

Hay una izquierda que está dentro del gobierno de la guerra. No es lo mismo ser que estar. Hay una izquierda que lanza ultimátums, que separa su futuro en el gobierno de su futuro en Andalucía. Dice que es por Andalucía, pero Andalucía alberga las dos principales bases de la OTAN del estado, que a su vez son las bases europeas que más apoyo logístico han prestado al ataque estadounidense a Irán. «Que si Morón que si Rota», en Carlos Cano, como en los griegos el pensamiento, está todo lo que a Andalucía concierne.

No es lo mismo ser que estar, canta Alejandro Sanz. Nadie duda que esa izquierda es de izquierdas, como nadie duda que la mayoría del electorado del PSOE es de izquierdas. Otra cosa es que su acción política esté a la izquierda. No es lo mismo ser que estar, es distinto. Hay una izquierda que se sienta a la siniestra de Pedro Sánchez, pero no está haciendo de izquierda. El dinero se va con facilidad a las armas y se extrae de los servicios públicos, del Fondo de Liquidez Autonómica o del freno a las políticas feministas. No es lo mismo ser que estar.

Hay una izquierda que afirma que hay una «gobierno que asume la responsabilidad de afrontar la destrucción de la corrupción que ha caracterizado al sistema político español», que, contenta y satisfecha por las propuestas de Pedro Sánchez ante el congreso de los diputados, en su comparecencia para rendir cuentas por la corrupción del PSOE que han practicado sus dos últimos secretarios de Organización, declara que «hay legislatura». Pero el problema no es si hay o no legislatura, el problema es que haya o no haya gobierno progresista (no diré siquiera de izquierdas).

Hay una izquierda que prefiere ser del gobierno del rearme, del 5% del PIB para la OTAN, de 10.500 millones comprometidos ya para gasto en defensa, que irán en su mayor parte a la industria de la guerra que dirige el fascista Donald Trump. Una izquierda que prefiere ser a estar, porque estar es actuar. Una izquierda que no actúa para impedir que el gobierno siga comerciando con el estado terrorista y genocida de Israel. Un gobierno que dice ser progresista pero que está completamente escorado a la derecha.

Hay una izquierda que es de izquierdas que argumentó a favor del recorte a las prestaciones de los parados de 52 años. Una izquierda incapaz, no ya de exigir medidas de izquierdas en materia de derecho a la vivienda, sino de forzar al menos que el presupuesto del ministerio de vivienda, del cual solo se ha ejecutado el 32% del año 2024, se destine a bajar el precio de los alquileres y a ampliar la oferta de vivienda social, sin prebendas fiscales para los tenedores del negocio. Una izquierda sumada a los sindicatos «mayoritarios», UGT y CCOO, que consiente la ampliación subrepticia de la edad de jubilación hasta los 71 años, montando así una vía de escape para cuando las pensiones miserables se vayan imponiendo.

No es lo mismo ser que estar, es distinto. Se puede decir ser de izquierdas pero estar en otro lado. Con el PSOE ha ocurrido desde el principio de la transición, ahora, además, con el peligro bélico del momento trumpista, ya no se oculta, ni es ni está. La puerta de entrada a la ultraderecha y el fascismo, la abre el PSOE por circular con el freno de mano puesto y el volante girado a la derecha. Hoy, estar en su gobierno es ser cómplice de su acción. Estar en su gobierno, es unir tu futuro a su futuro.

Nos adentramos en un nuevo ciclo político, un ciclo hegemonizando por quienes quieren destruir toda función social del estado para dedicarlo en exclusiva a la guerra y la coerción. Pensar la estrategia y la táctica desde la izquierda solo en términos electorales es la condición de posibilidad del fracaso y la desesperanza. La socialdemocracia liberal europea ha atado su futuro al rearme trumpista, estar a su lado es acompañarla al desastre que ella misma alimenta y promueve. Estar con quienes se empeñan en estar a su lado sería buscar la misma condena.

En el Estado español, lo que se viene encima no es solo una acometida contra los derechos sociales de las clases medias y populares, lo quieren todo, todo el tiempo. Lo que prepara la ultraderecha significada en Vox y el PP de Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla es convertir en legal el estado profundo ilegal que opera desde las cloacas, los medios concentrados en Madrid DF y la alta judicatura. El objetivo es acabar con cualquier atisbo de poder distribuido territorialmente, convertir autonomías en protectorados administrados por virreyes.

No es lo mismo ser que estar. Se puede ser, pero si no se está en el lado del parteaguas que se sitúa en contra del gasto en rearme, que afecta a la inversión social, de la OTAN, del Genocidio, de los retrocesos en políticas de género, del olvido de la inversión en un sistema preventivo y productivo verde o de las prebendas para propietarios, inútiles para acabar con el problema de la vivienda, entonces no se está en la izquierda.

Ese parteaguas define al sindicalismo que la izquierda debe potenciar al igual que define las alianzas de futuro que se deben promover. No es lo mismo ser que estar. En Andalucía, después del conflicto del metal en Cádiz, resulta evidente que hay un sindicalismo que está y uno que es, pero no está. En Andalucía resulta evidente que hay partidos y opciones políticas que están y son y otras que son y no están. Como en el resto del estado, en Andalucía más, la esperanza se construye con el efecto sinérgico de la cooperación entre la izquierda más soberanista y la que está comprendiendo el estado plurinacional (con)federal. No es lo mismo ser que estar, es distinto.

Publicado en Tu Periódico Andaluz

domingo, 13 de julio de 2025

Geografía de un sueño

Manifestación por la autonomía de Andalucía, 1977 - YouTube

Dijo escrito el poeta sevillano Luis Cernuda que Andalucía es un sueño que algunos andaluces, y andaluzas, llevamos dentro. Por contra, España es una realidad impuesta, las más de las veces con el ejercicio de la violencia. El vínculo entre la concepción mono color de la España una y el ejercicio de la violencia contra la clase trabajadora, las mujeres, el medio ambiente o las diferentes culturas, incluyendo las de las nacionalidades inmigrantes, es un vínculo reaccionario cuando no, fascista.

El vínculo entre la ley mordaza, la aplicación del 155 de la CE al independentismo catalán, la represión policial y judicial a los trabajadores del metal en Cádiz o Murcia, la coacción y destrucción desde las cloacas del estado de adversarios políticos, la contaminación química del Mar Menor o la obstrucción al reconocimiento de la humanidad en la inmigración, está construido sobre la concepción de un estado, cuya fuerza ejecutiva radica en Madrid y cuyos operadores, electos o no, no consienten que nada se mueva en contra de los intereses para los que trabajan.

La fuerza de las políticas extractivas de la sangre del trabajo, del tiempo de las mujeres, de la vida de las personas migrantes, de los recursos naturales y del sudor del campo, tiene un vínculo estrecho con el desprecio e intento de anulación de las realidades culturales y políticas por la vía de la concentración de poder en la capital del reino de España. Se trata de anular cualquier conato de autogobierno, o reivindicación de soberanía, para convertir los territorios en protectorados o colonias administrados al servicio de los poderes enraizados en la metrópoli, desde la que turbo alimentan a los dueños del capital, esencialmente estadounidense, acomodado en los acertadamente llamados fondos buitre.

Aquí quería llegar. No hay política sin territorio. Como escribe a menudo Enric Juliana: mapas, mapas, mapas. El actual dibujo autonómico del estado español (ahora ya no hablaré de España) es obra de Andalucía. Cuando se recuerdan los grandes hitos de movilizaciones populares que han contenido el avance de la ultraderecha desde el postfranquismo y la etapa democrática, se olvida el gran hito fundacional de la España autonómica. La movilización de dos millones de andaluzas y andaluces el 4 de diciembre de 1977, en las calles de las capitales de las ocho provincias y en las calles de la novena provincia andaluza, Barcelona, (también en menor medida en las de Madrid y Bilbao), para equiparar su estatus político al de las naciones que iban a ser reconocidas constitucionalmente en 1978 como exclusivas nacionalidades históricas.

Para cultivar el territorio sobre el que habrá de nacer una república (con)federal plurinacional, es imprescindible interiorizar la fuerza política de un pueblo, el andaluz, mestizo y no independentista, para cuyo reconocimiento universal no ha necesitado nunca idioma propio. Mapas, mapas, mapas. Andalucía con sus casi nueve millones de habitantes, con su costa este y su costa oeste, con sus olivares, sus campiñas y sus vegas, con sus sierras, gatas y doñanas, es una fuerza telúrica.

Andalucía es una nación de ciudades, la inmensa mayoría de la población está concentrada en poblaciones de más de 20.000 habitantes, decenas de municipios podrían ser por población capitales de provincia. Mapas, mapas, mapas. Andalucía tiene cuatro conurbaciones con poblaciones que van desde los más de 500.000 habitantes, como el área metropolitana de Granada y su entorno próximo, pasando por la Málaga metropolitana litoral, o Cádiz y su bahía, hasta el más del millón y medio de habitantes en la gran conurbación de Sevilla.

Mapas, mapas, mapas. Percibir Andalucía como una comunidad agraria y atrasada, y al pueblo andaluz como solo aspirante a limpiar hoteles, servir raciones o emigrar, es un sesgo impuesto desde el gran emisor de centralismo colonial, Madrid DF. Mapas, mapas, mapas. Mapas de geografía humana que nos hablan de nuestra sangre negra, gitana, morisca, judía, norteña y latinoamericana. Mapas de geografía política, que nos hablan de Granada y Almería, cunas milenarias de la verdiblanca. Mapas de acentos y culturas comarcarles. Mapas de anhelos y necesidades. Mapas de reivindicación y lucha jornalera, forestal, metalera, kellys, taxis, estudiantes, universidades, AMPAs, profesionales de la sanidad, los cuidados o la educación.

No hay política sin territorio. Conocer los mapas de Andalucía, es la primera condición de posibilidad para abonar un republicanismo andaluz que luche por sí y coopere en la construcción de un estado que desborde las vínculos reaccionarios entre el capital y la coerción de la diversidad. Las y los andaluces una vez dibujamos el mapa autonómico del estado haciendo nuestro sueño realidad.

Ahora, las y los andaluces de conciencia, debemos dibujar el mapa republicano plurinacional clamando al resto de pueblos del estado para que cooperen en beneficio propio y del conjunto. Una cooperación que pasa por buscar sinergías entre las posiciones más soberanistas y las más (con)federalistas. Andalucía es un sueño que algunos andaluces y andaluzas llevamos dentro, un sueño que podemos hacer realidad en alianza con el resto de pueblos ibéricos.

Como cantó Carlos Cano en sus Coplas de Emilio el Moro, con letras completamente actuales: “No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes, ni por qué llamas mi tierra aquello que no defiendes.” Esta geografía de un sueño va por los trabajadores del metal en Cádiz, símbolo de dignidad de las clases trabajadoras del mundo.

Publicado en Diario Red