lunes, 21 de julio de 2025

Madrid en España o España en Madrid

 Juan Manuel Moreno Bonilla, saluda a Salvador Illa en la misa rociera en la Sagrada Familia - Kike Rincón / Europa Press

El sueño húmedo de la burguesía catalana es una gran coalición formada por un PP con las formas de Juan Manuel Moreno Bonilla y un PSOE que se parezca al PSC de Salvador Illa. Este pasado domingo La Vanguardia publicaba una entrevista al presidente andaluz en el lugar más privilegiado de su portada digital. Jordi Juan y Enric Juliana lo tratan como si fuese un santo.

San Juan Manuel Moreno Bonilla el que quita impuestos a los ricos, abre la mano al urbanismo sin escrúpulos, entrega la universidad a San Ignacio de Loyola, contrata sanidad privada para corregir el abandono de la pública, cierra unidades de educación sin tocar la concertada, aumenta las horas de religión, abandona al alumnado con necesidades educativas especiales, deja si medios a los bomberos forestales, desprecia a los trabajadores del metal o permite que los pueblos y ciudades estén tomados por AirB&B sin acometer el gravísimo problema de acceso a la vivienda.

A la derecha de la entrevista, la columna del director, Jordi Juan, titulada "El éxito de la moderación", presenta un desiderátum imposible: “Moreno e Illa encarnan la esperanza para un futuro de consenso entre el PP y el PSOE”. La Vanguardia, fiel a su línea editorial confía en un retorno al bipartidismo de régimen que pivote sobre el nacionalismo catalán y vasco. Para ello la Andalucía dócil, ahora del PP y antes del PSOE, es condición sine qua non.

El diario catalán, influyente en todo el estado, presta voz a la burguesía catalana, cuyos intereses son parte esencial de su línea editorial. Las burguesías territoriales catalana y vasca saben que sus intereses estarían a salvo con un gobierno en minoría de Alberto Núñez Feijóo, no dependiente de Vox, apoyado desde la bancada del Congreso por un PSOE en catatónico. Empujar la gran coalición es un intento desesperado de las elites periféricas del estado autonómico, con la intención de seguir contando con su parte del pastel del régimen, se substancie con inversión del estado para ampliar el aeropuerto del Prat, o con la adopción del principio de ordinalidad en la financiación autonómica.

La gran coalición es imposible. La impedirá el Madrid ayusista que emite y ejecuta desde la capital del reino su poder monárquico. En Madrid DF se amamanta el trumpismo, fase senil del neoliberalismo. En los cenáculos de poder madrileños el cálculo está hecho, el PP gobernará con Vox y acometerá contra la esencia misma del estado autonómico. Por otro lado, si el PSOE que va a legar Pedro Sánchez intentase siquiera jugar a la gran coalición caería en picado. Madrid en España o España en Madrid es la dicotomía que dibuja la línea de confrontación de modelo de estado que reaparecerá en el nuevo ciclo electoral. Aún no sabemos si inaugurado por unas elecciones generales, por unas elecciones andaluzas o por sendas al mismo tiempo como parece que pretende el presidente andaluz.

La intención del neoliberalismo respecto del poder de los estados se resumen en dos líneas estratégicas. De un lado liquidar las competencias que tengan que ver con los servicios públicos, la economía y la fiscalidad, dejándole solo las relacionadas con la coerción. Y de otro, simplificar los poderes políticos con los que tengan que entenderse los dueños del capital concentrando todo el poder en un punto. El último ejemplo en la UE es la intención de eliminar la participación directa de las regiones en la distribución de los fondos europeas, centralizando toda la gestión y todas las decisiones en las capitales. Se podrá hablar catalán en Bruselas, pero los euros  dirigidos a la economía del rearme pasarán por Madrid, previa decisión de la Comisión sobre a dónde y en qué deben ser destinados.

El régimen de guerra es la evolución táctica del neoliberalismo para que unos pocas manos se apropien de todo todo el tiempo en su confrontación con China y los BRICS. El régimen de guerra exige coerción y concentración de poder. El régimen de guerra ya ha optado por liquidar lo que queda de democracia. La distribución territorial del poder es, para ello, un obstáculo. No hay política sin territorio, no hay democracia sin poderes democráticos territorializados. Las burguesías vasca y catalana lo ven venir y buscan aliados en el PSOE o en la apariencia de moderación del presidente andaluz. La izquierda plurinacional y las izquierdas soberanistas quedarán condicionadas en sus propuestas de avances democráticos por la nueva línea de confrontación territorial. Madrid en España o España en Madrid.

En el estado español todo debate sobre avances en derechos socioeconómicos, feministas o ecologistas, acaba atravesado y condicionado por la cuestión territorial. Las líneas de confrontación que interesan a las izquierdas, no pueden ignorar este hecho. El nuevo ciclo político y electoral pondrá sobre el terreno de juego la idea que cada quien tenga del estado español. O Madrid en España o España en Madrid. La primera permitirá fortalecer la democracia, los poderes territoriales y los avances democratizadores, la segunda nos lleva al abismo antidemocrático. De ahí la necesidad de cooperación entre quienes interpretan en sus propias orquestas territoriales, sin pintar nada, y quienes quieren que las diferentes orquestas acompasen sus objetivos en defensa de los intereses de todos los pueblos de España.

Publicado en Diario Red