viernes, 24 de febrero de 2017

Justicia, una cuestión de clase




La desigualdad en el trato judicial, y en todo lo que orbita gravitacionalmente a su alrededor, actuaciones policiales, fiscales o institucionales, es una cuestión de clase social.

Lo supimos siempre. Ocurre que la clase casta se ha pasado tanto en todos estos años de régimen del 78, que en los últimos dos decenios se excedió a lo grande ya confiada en su absoluta impunidad.

A mi me gustaría que la justicia fuese como una escuela pública o como un hospital público. Que cuando entres por su puerta cualquiera que sea tu condición, judical o no, esté de tu parte e igual que de parte de cualquiera. No es así por razones evidentes.

Raperos, titiriteros, activistas sociales, ecologístas, sindicalistas, músicos, -pronto podrían ser escritores, poetas, pintores,...- , que denuncian las injusticias sociales y los privilegios son tratados y tratadas con una diligencia sañuda que hacía tiempo no veíamos. No te digo ya los pobres, ese más del 30% de la sociedad española, los invisibles, o las familias desahuciadas.

Como contrasta todo ello con los indúltos, las sentencias ad hoc, las penas de risa, las argucias argumentativas de las sentencias a quienes han hecho vida en barrios de ricos ricos riquísmos.

Tal vez sea que el régimen está herido y actúa dando tarascadas de derrota en la esperanza de que frenará la consolidadción de un espacio verdaderamente democrático. Ojalá.

Mientras el acceso a la justicia dependa de quien seas, mientras se aplique según tu condición genética o económica, no podremos decir que vivimos en una democracia real.