En la raíz nacionalcatólica de la justicia española está su imponente sesgo patriarcal. La connivencia ideológica de demasiados sermones y demasiadas sentencias que atentan contra los derechos de las mujeres, estén protegidos por leyes o no, es en España demasiado aplastante. La justicia española pareciera que es la tesorera del franquismo en lo que a las mujeres se refiere, pero no sólo. Si no se percibe esto es imposible actuar en defensa de la razón democrática, en defensa de los derechos de las mujeres.
El Estado español parece intervenido por el pilar ideológico nacionalcatólico que sustenta el particular patriarcado español. El asunto, grave, no es ni circunstancial ni superficial. Son demasiadas sentencias contra las mujeres, son demasiados sermones judiciales justificándolas. Consiguientemente no se puede afrontar con exclusivas medidas educativas a los jueces y fiscales, ni mucho menos sólo con modificaciones restrictivas de leyes y penas por determinados delitos.
No es con cursillos y retórica legal como se saldrá de esta situación. Sabido es que muchos jueces hacen lo que les parece y siempre encuentran un argumento para justificar lo que han decidido hacer. Los espeluznantes ejemplo recientes como el de la manada lo demuestran.
A menos que se democratice la forma de acceso a la carrera judicial y la forma en que actúa el poder judicial, a menos que cada juez o jueza sienta que existe un control democrático con consecuencias sobre su carrera o salario, en sus dilaciones, acelerones, actos de escamoteo, trato desigual, ignorancia de preceptos o procedimientos legales y resoluciones, no habrá forma de que esto cambie.
No es, insistiré, una cuestión de formación en perspectiva de género, que también, no se trata de ensanchar penas. No es la pintura del edificio del poder judicial lo que hay que cambiar, son sus cimientos y sus estructuras de poder bunkerizadas desde hace decenios.
Hay una conexión fuerte entre la sentencia de la manada, la de Juana Rivas y la de tantas otras sentencias y actuaciones judiciales, incluidos los procesos a titiriteros, sindicalistas, músicos, actores, cantantes, raperos, periodistas, jóvenes vascos, independentistas catalanes y, en general, delincuentes pobres.
Esa conexión ideológica en España se llama nacionalcatolicismo. Es la forma particular del patriarcado judicial español. Es esa ideología extendida en el mundo de la judicatura y la fiscalía, aunque lo nieguen, que trata con dureza a los débiles y con consideración a los fuertes. Es la causa de que el trato judicial sea exquisito con todo lo que tenga que ver con el núcleo duro del poder en España.
Eso que algunos y algunas están llamando Brigada Aranzadi es algo más que una brigada, es un sistema dispuesto a impedir el progreso y a dificultar la aplicación de los derechos humanos en España. Las sentencias sañudas como la de Juana Rivas no pueden comprenderse exclusivamente como un caso aislado de un juez especialmente insensible, claramente beligerante con el feminismo, y con una trayectoria de sentencias extrañas; es un problema relacionado con la intensa adscripción ideológica ultra de la judicatura y la fiscalía españolas.
El machismo quiere desviar el centro del debate sobre la infamia cometida contra Juan Rivas a aspectos de asesoría jurídica y legalidad vigente, hacia la necesidad de cursillos a jueces. Es una trampa. El asunto es una cuestión esencialmente política. El asunto es que la justicia española hoy se ensaña contra Juana Rivas, antesdeayer desprecia a la chica víctima de la manada y antes comprende, exonera, dilata o no abre causas contra una infinidad de infamias que se están cometiendo contra lo público o contra la humanidad por el guante blanco.
No, no es una nueva capa de pintura lo que se necesita en la justicia y el poder judicial español. Es preciso que, como para el ejercicio de la medicina ocurre con el MIR, cualquier estudiante de derecho pueda llegar a ser juez en igualdad de oportunidades que los ricos, los poderosos o los pertenecientes a familias de ralea judicial.
Es preciso que sobre el poder judicial, y éste sobre los jueces, se ejerza un verdadero control democrático social que impida actuaciones como las de los jueces de la manada o de Juana Rivas o que actuaciones de ese tipo tengan consecuencias sobre su carrera profesional. El juez de Juana Rivas no debería jamás volver a juzgar asuntos de mujeres, eso como mínimo.
PUBLICADO EN LAVOZDELSUR.ES
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