martes, 24 de julio de 2018

Andalucía tiene que cantar como María Jiménez: ¡Se acabó!


Entramos como venimos, a velocidad de vértigo, en un nuevo ciclo electoral que abrirá Andalucía con elecciones anticipadas o sin elecciones anticipadas. La crisis de régimen destapada por el 15M se ha saldado en el terreno del cuerpo electoral con una repolitización de las generaciones que no sufrieron las consecuencias directas del franquismo. En el terreno de lo político, con la liquidación en primarias internas de los referentes simbólicos del bipartidismo, Díaz por el PSOE con la victoria del Sánchez del ‘No es no’ y Rajoy, con la victoria de Casado y su ‘pacto de perdedores’.
La crisis del régimen democrático español del 78 está provocada por una crisis de calado, la crisis del capitalismo global y su estrategia neoliberal de destrucción del poder democrático de los Estados. Es una crisis ecológica que se manifiesta en disfunciones estructurales y problemas metabólicos severos. El crecimiento del sistema productivo real frenado por la escasez, especulación y subida de precios de materias primas, así como por la destrucción sistemática de las condiciones de posibilidad de la vida sobre el planeta, se trasladó a la economía financiera usurpando el futuro de las mayorías.
Los límites materiales del crecimiento de la economía productiva desplazaron el capital a la economía de la ficción financiera. Es el motivo del estallido de la crisis en 2007. A partir de ahí, en una nueva huida hacia adelante, los poderes financieros que tienen nombres y apellidos, pusieron sus objetivos de crecimiento en la extracción de plusvalía de los derechos sociales y laborales y en la privatización y control de los servicios públicos. El objetivo a liquidar es la democracia y para ello nada mejor que centralizar el poder.
Las reformas laborales, la tímida de Zapatero y la dura de Mariano Rajoy, expoliaron rentas del trabajo para convertirlas en rentas del capital, empobreciendo masivamente a la población. A un tiempo los servicios públicos que resisten, políticas de igualdad, dependencia, salud, ciencia, universidades y educación sufrieron recortes con el fin de salvar y pagar la deuda de la banca.
Los ayuntamientos han sido intervenidos y chantajeados con la promulgación de entramados legales que les impiden actuar con autonomía financiera, al igual que las comunidades autónomas. Las comunicaciones, la electricidad y los combustibles en manos de empresas públicas con beneficios ya habían sido privatizadas por el bipartidismo bastante antes antes de 2007, en el siglo pasado. Lo que quedaba de banca pública en las cajas de ahorro fue liquidado a partir de 2007 en un proceso acelerado de privatización del sistema bancario español sin precedentes, con la excusa de salvarlos de la quiebra y así salvar a una sociedad que vivía trágicamente el paro, la emigración y los desahucios envueltos en el papel estraza de la pobreza sobrevenida.
Todo lo descrito se ha hecho desde el poder central, centralizado y centralista. Un poder que electoralmente se construye dando más valor al voto de provincias con baja densidad de población que al de provincias con media o alta densidad de población. Un sistema que otorga más peso a la España vacía que a la España poblada. Un sistema hecho a propósito para que la España progresista de los derechos y la felicidad quede permanentemente frenada por la España de las banderas y los balcones.
Todo este desastre bien conocido ha sido posible en España porque en 2011, vivo el bipartidismo, la alternativa al Zapatero que reformó el artículo 135 de la Constitución Española era exclusivamente Rajoy. Aquella mayoría absoluta real de la derecha se ha mantenido de manera ficticia hasta la promulgación de la durísima sentencia Gürtel que ha forzado al PSOE, ya de Sánchez, a desligarse de la corrupción sistemática del Partido Popular.

Nueva fase electoral

En la nueva fase que abrirá electoralmente Andalucía vamos a vivir una distensión sobre los recortes permitida por la Alemania de Merkel que tiene que acumular alianzas ante la confrontación directa con el Trump de América (EE.UU) primero, la Teresa May del bréxit o el fascismo transparente de Salvini. Esa distensión ya se ha iniciado elevando el techo de déficit para 2019 y cediendo ante las demandas de los ayuntamientos de poder reinvertir sus superávit de caja. Sobre esa distensión es sobre la que el PSOE va a intentar construir su proyecto electoral para 2020.
Sin embargo, el daño ocasionado a la sociedad española por la etapa Rajoy y por la pasividad del PSOE, que no quiso tras las elecciones generales de diciembre de 2015 entenderse con Podemos para formar un gobierno conjunto de cambio y prefirió guiñar el ojo derecho a Ciudadanos, no se va a reparar con la distensión presupuestaria. Son precisas reformas legislativas estructurales que recuperen y avancen derechos democráticos, laborales, sociales y ambientales.
Tras la toma de posesión de Sánchez y su gobierno en un ambiente de política espectáculo no parece que Sánchez pueda o quiera caminar la senda de la consolidación de una España verdaderamente democrática. Ante la inmoderación de la derecha de Rivera y Casado, me temo que Sánchez nos querrá hacer confundir temor, timidez o claramente atadura a los poderes fácticos con moderación, en un momento en el que lo que se necesita es audacia.
Si la fase que inaugurara el 15M ha sido una fase de repolitización que ha tenido que ser amortiguada por los poderes fácticos con la traslación de un Ciutadans catalán a un Ciudadanos español, está nueva fase que abre Andalucía va a ser la fase de la reideologización. Ciudadanos y el PP ya la han comenzado reforzando los tradicionales elementos simbólicos de una España que no admite la pluralidad porque la visión unilateral y centralista es la que permite al capital sostener y avanzar en su batalla contra la democracia.
España no puede ser democrática, no puede avanzar por la senda democrática si todo el poder se concentra en un punto. Si la crisis ha sido dura, más dura ha sido en Andalucía, nuestra dependencia de las decisiones neoliberales tomadas por los gobiernos centrales ya del PSOE, ya del PP; es la causa de nuestros diferenciales de paro y desigualdad. Si en algún lugar se necesitan cambios estructurales ese es Andalucía.
A la vista de como se están configurando las opciones electorales para las próximas autonómicas, adelantadas o no, se percibe que Ciudadanos y el Partido Popular van a poner delante a España, no a las y los españoles, como proyecto andaluz contra las demandas catalanas de soberanía y en defensa de las élites nacionalistas españolas que controlan las concesiones del BOE, importándoles bien poco las necesidades de las y los andaluces.
En este escenario por la derecha, el proyecto de Susana Díaz parece pasar por aprovechar la ligera distensión presupuestaria de la que hemos hablado para crear la ilusión óptica de que Andalucía mejora mientras mantiene a la Junta de Andalucía como una oficina al servicio del gobierno central.
En esta fase es absolutamente imprescindible la presentación a las elecciones de un proyecto transversal y democrático, republicano y andaluz federalizante y federalizable, que demande soberanía propia para articular un futuro mejor para las y los andaluces, un proyecto que ponga por adelante a Andalucía para romper con la dependencia externa que nos condena a ser periferia de Europa sin capacidad de influencia en las decisiones que nos afectan. No estamos hablando de fronteras, hablamos de romper con los límites políticos que constriñen a Andalucía a ser la sirvienta de España.
Bien estaría que cantásemos como María Jiménez: ¡Se acabó!

PUBLICADO EN LAVOZDELSUR.ES