Mi tesis compartida (escrita en otros artículos de este mismo medio) es que la abstención (desmovilización) que tumbó al PSOE de Andalucía, se debió a la deriva hacia la derecha en su acuerdo con Ciudadanos del gobierno de Susana Díaz, que trajo como consecuencia un deterioro de los servicios públicos, de la calidad laboral y de vida sin precedentes en Andalucía. Dicho deterioro actuó en sinergia con dos hechos. El primero, que fue el PSOE andaluz con Díaz al mando el que forzó la abstención del PSOEen el congreso para que Rajoy tuviese tres años de regalo más al frente del gobierno de España con un partido inundado por la corrupción, para ello actuó contra Pedro Sánchez, secretario general, al que sacó de la dirección del partido con procedimientos aviesos. El segundo, su alineamiento explícito en materia de política territorial con las derechas que devinieron después en la unidad trina de la foto de Colón. Díaz cambió el significado de la bandera de Andalucía (derechos e igualdad) por el pack del “a por ellos” que incluía el freno a cualquier recuperación de derechos y el acelerador para más neoliberalismo. En sumarse al “a por ellos” la presidenta Díaz fue explícita.
Todo esto ha venido ocurriendo en un contexto de tracto temporal sucesivo para lograr la excomunión del sistema democrático de partidos de Podemos, y con ello arrojar a la marginalidad sus significados político simbólicos. Para ello, se han usado procedimientos legales e ilegales. Entre estos últimos el más relevante el de las cloacas que crearon pruebas falsas como se está demostrando estos días para amplificar su difusión en alianza con ciertos periodista señeros de medios de comunicación en manos del poder financiero.
Entre los métodos legales, se producen dos actos de gran calado, dos auténticas operaciones de estado. El primero la abdicación del monarca en su hijo, para limpiar la imagen del símbolo de la etapa constitucional del 78. El segundo la convocatoria de elecciones anticipadas en Andalucía en 2015, por parte de la señora Díaz para, tras patear a aquella IU con la que compartía gobierno, “parar al populismo” como la propia Díaz confesó la noche electoral, forzando a un recién nacido Podemos a jugar en el campo más difícil, aquel en que “la izquierda” simbolizada por el pesoe no había dejado de gobernar nunca.
Estos antecedentes condujeron en Andalucía a un hastío con el susanismo que se manifestó en las elecciones del 2 de diciembre de 2018 de dos formas. Una derecha impotente tras la Gurtel y la moción de censura que fogueó asu irritación hacia Vox, y una fuerte abstención de izquierdas que sabía que Susana Díaz seguiría gobernando tanto si votaba al PSOE andaluz como si votaba a Adelante Andalucía. Los resultados de este cruce de variables indignadas son el actual gobierno andaluz.
Unos meses antes del 2 de diciembre de 2018, la crisis abierta por la demoledora sentencia de la Gurtel, con la gestión que hace Pablo Iglesias de la moción de censura para que salga adelante con Pedro Sánchez presidenciable, permite que el electorado progresista vea que los números parlamentarios daban para un gobierno progresista y unos presupuestos que miren a las clases medias y populares, en contraste con las políticas dóciles hacia el poder del gobierno andaluz de Díaz. La moción de censura del final junio de 2018 revela con absoluta nitidez que hay otro gobierno posible, la utilidad de Podemos y la inutilidad del susanismo como marco de gobierno del pesoe.
Poco más de dos meses después del 2 de diciembre de 2018, alimentada por un Vox crecido por sus resultados en Andalucía y el conato de dialogo del gobierno Sánchez con el independentismo catalán para sacar los presupuestos adelante, toda la derecha se fotografía en Colón en un acto que pretendían multitudinario pero que resultó a ojos vista fallido. Pedro Sánchez nota la debilidad y arriesga, cinco días después de la foto de Colón, convocando elecciones anticipadas.
Los avatares internos de Podemos y la desaparición de la escena de Pablo iglesias dejan campo abierto a Sánchez para intentar recuperar voto perdido con una campaña atravesada por la festividad de semana santa. La jugada es de riesgo.
El riesgo de involución lo percibe la España con memoria, el feminismo que hace huelga y se manifiesta masivamente el 8 de marzo y el fruto de la repolitización que supuso el 15M. El llamamiento al voto contra la involución y la barbarie (alentada por Vox) se intensifica.
Y en esto, el 23 de marzo Pablo Iglesias, tras su baja por paternidad, con un Podemos en horas bajas, convoca un acto público en la madrileña plaza del Museo Reina Sofía, recompone el escenario del discurso de Unidas Podemos, pide perdón y revela una trama policial, mediática e institucional, para derruir a Podemos y a su persona. El 27 de marzo la trama es certificada por la Audiencia Nacional que tiene un procedimiento abierto por lo que comúnmente se está llamando cloacas del estado.
En plena Semana Santa, en campaña electoral, un Sánchez interesado en la división en tres del voto de derechas, mete a Vox como actor del debate televisivo electoral en una televisión privada del grupo Atresmedia, ignorando a la RTVE pública. La Junta Electoral Central obliga a eliminar a vox como actor del debate televisado y comienza el debate sobre el debate, todo se acelera en torno a este tema y obliga a l PSOE a ceder y admitir dos debates seguidos. La audiencia de los mismos se dispara y demuestra el interés del electorado, con un 40% de indecisos, por conocer que dicen y proponen los candidatos. Es la oportunidad que no desaprovecha Pablo Iglesias para recuperar terreno. Saliendo Iglesias vencedor de los dos debates, no solo recupera terreno para Unidas Podemos, sino que consolida a Pedro Sánchez como presidenciable en un gobierno de izquierdas. La movilización del voto útil progresista hacia Sánchez podía dejar a Unidas Podemos en los huesos (como le ocurrió siempre a IU), Pablo Iglesias demuestra solvencia y garantía de que para que el PSOE haga políticas sociales y para las mayorías la fortaleza de Unidas Podemos en el gobierno es imprescindible. El triunfo de Pablo en los debates, y la insistente pregunta a Sánchez sobre si descartaba a Ciudadanos o no para pactar se hizo determinante para los indecisos a los que preocupaba o asustaba un gobierno ultra de las tres derechas. Enric Juliana resume perfectamente la actuación en los debates de Pablo Iglesias al afirmar en un tuit que: “Volviendo al principio. Iglesias ha ganado el segundo debate y puede que sea en beneficio de Sánchez. Algún día quizá escribiremos que Podemos, deseando lo contrario, salvó la vida al Partido Socialista Obrero Español, por mucho que le pese a Felipe González.”
La conclusión de todo lo descrito hasta ahora es que sin Unidas Podemos y sin Pablo Iglesias, condiciones necesarias para tirar del PSOE hacia la izquierda, el socialismo sanchista no existiría, España estaría no en riesgo de involución si no en estado de involución como Andalucía (ahora también frenado por los resultados del 28A).
La prueba del nueve de la demanda de todo el electorado progresista más o menos de izquierdas, muy mayoritario en España, es que en la noche electoral del 28 de abril, tras conocerse los resultados, durante la comparecencia de Pedro Sánchez la militancia del PSOE gritaba “sí se puede” y “con Rivera no”. Íñigo Errejón o George Lakoff hubiesen dicho que si el adversario grita tus consignas es que estás ganando. Y sí, estamos ganando porque ha salido derrotado, otra vez, el susanismo, han salido derrotadas las derechas reaccionarias y la derecha retrógrada y, no menos importante, ha salido derrotado el discurso que Felipe VI pronunció el 3 de octubre de 2017. No es poco. Si el PSOE de Sánchez, Unidas Podemos, y el soberanismo catalán, no actúan en consecuencia no parece, ante la deriva neofascista mundial, que España (y Cataluña) tenga una segunda oportunidad para avanzar en la mejora de la vida de la ciudadanía.
Hay motivos para esperar un gobierno de Sánchez con Unidas Podemos. Ciudadanos pretende liderar el bloque de derechas ante la caída de vértigo de Casado y el PSOE de Sánchez ya sabe que si toma la vía susanista de alianza con Ciudadanos, la condena a la derrota futura está servida como en Andalucía. El hábil Sánchez va a intentar gobernar solo, como lo hizo en 2015 y 2016, pero esta vez aun con un Unidas Podemos con menos fuerza, lo tiene más difícil, un gobierno con más de ciento sesenta y cinco escaños en el congreso puede gozar de cierta estabilidad para abordar reformas sociales, económicas, ambientales y territoriales en alianza con la España plurinacional, la realmente existente como se ha demostrado, una vez más pero esta vez de forma muy contundente, los resultados del domingo pasado.
El 28 de abril la inteligencia colectiva de la España diversa y tolerante ha frenado la reconquista. El 28 de abril, esa misma España ha tejido las mimbres para un renacimiento democrático. Es un deseo y una opinión. Todo está por ver y poco a poco lo iremos viendo. La oposición al cambio na va a ser menos feroz que la vivida hasta ahora. Con Unidas Podemos en el gobierno los derechos, la precariedad laboral, los servicios públicos y la justicia fiscal mejorarían con claridad. El espacio de crecimiento simbólico para ese renacimiento democrático está en la asunción del feminismo como principio de vertebración democrática poniendo la vida en el centro y en el ecosocialismo como respuesta equitativa que no deje a nadie atrás, en la ecología política con el cambio de modelo productivo y energético para frenar el cambio climático, y en la construcción de una España plurinacional consensuada y estable con una concepción territorial anticentralista y anticentralizante. La oportunidad que abre el resultado de estas generales es histórica como histórico era lo que nos jugábamos en ellas.
¡Sí se puede! Se va pudiendo.