viernes, 23 de abril de 2021

Pablo, tenemos doce días para ganar


Creer que el votante de Ciudadanos en Madrid era como el votante de Ciudadanos en Cataluña es un disparate inexplicable. En Cataluña Ciudadanos se nutrió del voto del PSC en el cinturón currante barcelonés, ante el vértigo que sentía por el viaje unilateral independentista. En Madrid la fuerza nutricia de Ciudadanos era la misma que la de Esperanza Aguirre, una fuerza con epicentro en los barrios pudientes que tras la sentencia de la Gürtel, alentada por la foto de Colón, se dividió en tres.

Que avezados estrategas del PSOE pretendieran capturar voto de Ciudadanos en Madrid vetando, cansinos otra vez, a Pablo Iglesias, o es fruto de ceguera o de la maldad delirante de no querer que la izquierda gane para que un triunfo de Ayuso debilitase a Pablo Casado y destruyese a Pablo Iglesias, disminuyendo su influencia en la política estatal. Prefiero creer que fue lo primero, un error de listillos, antes que una alucinación maligna.

En el debate de Telemadrid, Ángel Gabilondo rectificó de golpe en su penúltima intervención: “Pablo, tenemos doce días para ganar”. ¿Conocía Gabilondo, de manera privilegiada, los datos originales del CIS que hemos conocido después cocinados por Tezanos? La táctica ciudadanista de derechas del candidato del PSOE no solo no extrae nada de Ciudadanos, sino que le hacía perder voto por la izquierda, tal vez mucho más de lo que Tezanos publica, hasta el punto de dejar al PSOE en evidencia. No hacía falta ser un lince politólogo para predecirlo.

En Madrid se dibujan dos escenarios. Ser capital europea del trumpismo o acabar con veintiséis años de cenáculos de corrupción, trapicheos y desigualdad. En el debate Ángel Gabilondo se sumó a la estrategia de victoria definida por Pablo Iglesias cuando dejó la vicepresidencia para disputar Madrid. La frase “Pablo, tenemos doce días para ganar” acepta que ningún voto progresista y de izquierdas es inútil. La única manera de que los menos con sus amenazantes palos de golf, no se impongan a los más, las y los trabajadores de toda clase.

Con la rectificación de Gabilondo Pedro Sánchez puede demostrar que el PSOE quiere ganar Madrid. Antes del 4M puede instigar al ministro José Luis Ábalos para que acuerde con Ione Belarrra la limitación de los precios del alquiler en las zonas tensionadas, puede facilitar a Yolanda Díaz la subida pendiente del SMI en el año 2021, bloqueda por la ministra Nadia Calviño, y puede lanzar un claro mensaje de defensa de la democracia anunciando la desactivación ya de la ley mordaza.

Si el PSOE, Ángel Gabilondo, y Pedro Sánchez quieren de verdad ganar Madrid deben demostrar que su corazón y su acción está con las necesidades y derechos de las mayorías. “Pablo, tenemos doce días para ganar” es un Sí se puede.

miércoles, 14 de abril de 2021

Votar en defensa propia


Antifascimo es lo contrario de fascismo. Democracia es lo contrario de fascismo. Por tanto ser antifascista es ser demócrata. No se puede ser demócrata si no se es antifascista, no caben las medias tintas, por mucho que la equidistancia se vista con el traje de la inocencia.

La maldad de los creadores de opinión pública en los grandes medios de comunicación, la trampa en la que ha caído hasta el catedrático de metafísica y candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, es equiparar fascismo y antifascismo bajo la aparentemente bonhomía de un discurso de moderación que dice alejarse de los extremos.

Igualar demócratas con quienes actúan o justifican las mismas artes que usaron en el siglo pasado nazis, camisas negras, falangistas y franquistas, hasta que regaron Europa de desolación y millones de cadáveres, es no haber entendido la naturaleza de la extrema derecha española que ocupa espacios de representación poderosos en el Partido Popular y en Vox. Madrid, y Murcia son el paradigma de sus modales extremos.

A las y los demócratas atentos no nos es difícil situar el periodismo mercenario. Tiene portadas, columnas y tertulias en prime time para defender los intereses de una pequeña minoría muy poderosa. Por eso, el mayor peligro se encuentra en el discurso de quienes avalan la equidistancia entre democracia y comportamientos fascistas, como es convocar un mitin en Vallecas y romper el cordón policial, para provocar una reacción de policía y manifestantes que pueda ser explicada desde el victimismo y la acusación de violencia a la gente antifascista, o sea, demócrata.

Pero la equidistancia entre fascismo y democracia del candidato de PSOE fue previa al suceso de Vallecas. Se expresó cuando dijo que no pactaría “con este Pablo Iglesias”, que lo haría con Más Madrid y Ciudadanos. Una vieja idea que se ha demostrado imposible desde 2015, que ahora lo es más dada la situación zombi de Ciudadanos. Allí donde fue posible numéricamente resultó trágica para el PSOE, Andalucía; el pacto de Susana Díaz con Ciudadanos, su docilidad a Rajoy, y su desprecio a Podemos, le abrió la puerta, no solo de la oposición, sino de la salida de la primera línea de la política como pronto veremos.

El PSOE no tiene más remedio que aceptar que Pablo Iglesias tiene razón. Lo que parecía casi imposible, ganar las elecciones regionales de Madrid al bloque de la derecha, es ahora posible gracias a la entrada del candidato de Unidas Podemos en la escena electoral y a su estrategia de no agresión entre las fuerzas progresistas. Lo dice expresamente la encuesta del CIS, la más acertada aun con cocina, lo dice también indirectamente la violencia mediática diaria contra Pablo Iglesias. No hay una sola entrevista, incluidos los medios públicos, en la que no se busque vilipendiar y humillar a Pablo Iglesias para cobrarlo como pieza abatida. No lo consiguen nunca porque la verdad es muy poderosa, y el candidato de Unidas Podemos es un maestro en la iluminación de la verdad.

Pedro Sánchez ha llegado a ser lo que es gracias a Podemos, gracias a la planificación táctica y estratégica de Pablo Iglesias. En cuatro ocasiones el líder de Unidas Podemos le ha salvado los muebles, el barco, la credibilidad y hasta el estatus político. La primera, tras su dimisión forzada en octubre de 2016 como Secretario General del PSOE, cuando se presentó a las primarias contra Susana Díaz en mayo de 2017 y venció, podemizando su programa y su proyecto de alianzas estratégicas con Unidas Podemos y las fuerzas de la España plurinacional. La segunda, un año después cuando, reticente a presentar la moción de censura para desalojar a Rajoy con la sentencia de la Gürtel que certificaba la corrupción del Partido Popular, le preparó las alianzas para obtener una mayoría parlamentaria que lo hiciese presidente. La tercera, tras la repetición electoral forzada por la cabezonería sanchista de querer pactar con Ciudadanos, cuando obtuvo una mayoría parlamentaria de investidura en enero de 2020 para formar el actual gobierno de coalición. La cuarta, también ante las intenciones del PSOE de buscar apoyo en Ciudadanos, cuando Iglesias logró una amplísima mayoría de izquierdas y plurinacional, 188 votos a favor, para sacar adelante los PGE de 2021 en plena pandemia. Las consecuencias políticas de estos cuatro hitos para mejorar la vida de la mayoría de personas y empresas son también muy evidentes, se ha avanzado en derechos y protección, se está avanzando, y se han frenado retrocesos; pero ese es otro artículo.

Bastaría esta veraz perspectiva histórica reciente para darse cuenta que el camino negacionista hacia Pablo Iglesias, emprendido al principio de la precampaña electoral de Madrid por Ángel Gabilondo, no conduce a buen puerto. Los datos del CIS lo dicen, también los datos internos del PSOE, el camino para ganar las elecciones a la ultraderecha en Madrid liderada por Isabel Díaz Ayuso es aceptar la estrategia de no agresión planteada por Pablo Iglesias para activar el máximo voto posible en los barrios y pueblos trabajadores, con objeto de que no sigan mandando los personajes del barrio de Salamanca que en plena pandemia se paseaban en Rolls, se manifestaban acompañados de sus criadas y chóferes y aporreaban señales de tráfico con palos de golf, despreciando la dureza de la situación sanitaria que vivía Madrid con su récord de muertes en residencias.

Votar en Madrid para la gente trabajadora es votar en defensa propia. Es preciso tener un gobierno autónomo que sacralice la atención sanitaria pública, la educación pública, el transporte público, la igualdad entre hombres y mujeres, el medio ambiente, la vida de los mayores, la tolerancia y convivencia entre diferentes y la justicia fiscal. Esa es la oferta electoral planteada por Pablo Iglesias, no partidista, radicalmente demócrata y, consiguientemente, antifascista. Hasta Joe Biden y Ángela Merkel la aceptarían.