domingo, 15 de agosto de 2021

Una ciudad como un bosque


Si nuestra ciudad fuera como un bosque amaríamos los árboles que la habitan, no los dañaríamos, curaríamos sus enfermedades y acompañaríamos sus desdichas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los edificios imitarían a los árboles y aprovecharían la energía solar que atina en sus azoteas, tejados y fachadas; como las hojas realizan su función clorofílica, la fotosíntesis urbana de calor, energía solar térmica, y electricidad, energía solar fotovoltaica, evitaría gases cargados de molestias. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, el aire que acaricia los valles de sus ríos revolotearía en fuentes y calveros para colarse por los balcones en verano. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las hojas caerían en otoño para que el sol calara los ventanales.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, ríos y acequias juguetearían a la vista, y tendríamos riberas, paseos con olmos, castaños y alamedas. En el bosque, las aceras serían amplias y llenas de banquitos a la sombra, las paradas de autobús no quemarían, como quema la chapa metálica de sus asientos. Sería raro ver un coche o una moto, porque el bosque invita al paseo y al encuentro. El ruido no existiría y solo conoceríamos el rumor de la vida en el bosque.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los desechos serían mínimos y reciclables. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, sus pavimentos serían porosos y no recolectarían el calor del verano, ni el frío del invierno. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, la recorrerían tranvías y bicicletas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque estarían prohibidas las altísimas torres de hormigón y cristal. Si nuestra ciudad fuera como un bosque no nos importaría mancharnos de vez en cuando los zapatos, ni que los niños jugaran con la tierra. No nos molestaría el piar de los pájaros ni el pulular de la vida en los arriates.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque el arte inundaría sus rincones. El aire estaría oxigenado y limpio. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las constructoras y los arquitectos serían amigos de todos y no solo de alcaldes y concejales de urbanismo. Si nuestra ciudad fuera como un bosque habría muchas gentes que entienden que el debate está donde están las necesidades de las personas, y no donde están las ilusiones ópticas de la codicia.

Pero, nuestra ciudad se convierte en escombro de arboleda. Sus calles son cauces grises sin orillas, sus plazas techos de piedra que despiden el calor de los motores que alberga la oquedad oscura de aparcamientos subterráneos.

Presiente, siempre, la ciudad, nuevas agresiones infames... Y se cumplen.

Publicado en La Voz del Sur el domingo 15 de agosto de 2021

martes, 3 de agosto de 2021

El pacto del chiringuito


El PSOE tenía un pacto oculto con el exalcalde de Granada Luis Salvador. Salvador ha vuelto a la casa política en la que se acostumbró a vivir del cargo, como una especie de hijo pródigo tras su periplo de devociones con las derechas y las ultraderechas más reaccionarias que hayamos conocido en la etapa democrática nacida con la constitución del 78. Ciudadanos, su, de momento, último partido, lo ha expulsado y declarado tránsfuga. Un tránsfuga es quien se presenta por un partido y trabaja para otro o para sí mismo.

Quien ha sido nombrado portavoz del equipo de gobierno municipal del nuevo alcalde Francisco Cuenca, Jacobo Calvo, abominó el 9 de junio de la posibilidad de pacto con Luis Salvador con las siguientes palabras: “con Luis Salvador no vamos ni al tranco de la puerta, que lo tenga todo el mundo claro, que no podemos gobernar ni nos podemos sentar ni podemos hablar con una persona que representa lo que representa en esta ciudad”. Bastaría este engaño original para hacerse una idea del grado de credibilidad de cualquier compromiso del actual equipo de gobierno municipal del PSOE.

Pasaron diecinueve días desde que Francisco Cuenca saliese elegido nuevo alcalde de Granada, más por la incapacidad y odios entre las derechas y ultraderechas granadinas bajo las órdenes de sus jefaturas madrileñas que por su capacidad de ilusionar con proyecto propio, hasta que se certificó que sí había un pacto entre el transfugismo pasivo, o activo, de Luis Salvador y sus viejos compañeros del PSOE. El pacto del chiringuito, veremos si chiringuitazo, lo negaron siempre con la coletilla de que los movía su amor por Granada para dar la necesaria estabilidad al gobierno municipal. Cantó la gallina por boca del portavoz del gobierno municipal, Jacobo Calvo, anterior negacionista, y Luis Salvador tiene una concejalía con objetivos rimbombantes, un local, dos personas empleadas y el “crédito correspondiente”.

La prueba de que el pacto, como el de las derechas más Vox que entregó Granada a Ciudadanos a cambio de Murcia y Málaga, se había fraguado fuera de nuestro territorio, en Madrid y en Sevilla, es que el día de la votación, como por arte de magia, estaban en Granada a tomar churros en plaza Bibarrambla y a aplaudir y felicitar al nuevo alcalde del PSOE, nada más y nada menos que Juan Espadas, recién elegido candidato a la Junta de Andalucía y secretario general andaluz, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, diputado sanchista por Sevilla en Madrid que fue director de la campaña de primarias de Pedro Sánchez contra Susana Díaz, y el entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos, que pasaba casualmente por aquí para inaugurar el primer tramo de la futura autovía Granada-Córdoba.

El PSOE no solo ha elegido a la derecha para gobernar Granada, sin necesidad de hacerlo, pues Francisco Cuenca podía haber salido alcalde con los apoyos de Unidas Podemos y sencillamente por ser la lista más votada, dado el estado de guerra abierta por Granada entre las tres derechísimas, lo ha hecho sobre bases políticas tránsfugas con la intención de marginar a Unidas Podemos.

Que el PSOE de Granada haga las cosas así, por los sillones, no parece ser el mejor mensaje a un electorado desencantado de la política, mucho menos a su propio electorado que se presume progresista y de izquierdas. El PSOE de Granada ha preferido un pacto de sillones antes que un proyecto de cambio para una ciudad que sufre lustros de políticas sociales, ambientales, culturales y de servicios públicos nefastas. Una ciudad tomada por el culto al centro ciudad y expoliada en sus barrios.

La tibieza política con este PSOE, viejo PSOE, desde el campo demócrata, progresista, de izquierdas, ecologista y feminista, solo puede alimentar el fruto del desencanto y laminar muchas ilusiones de un electorado y una juventud harta de que demasiados políticos solo miren por su sillón y su interés particular. El gobierno de Granada puede tener estabilidad sin tránsfugas en sus intersticios.

Publicado en La Voz del Sur el 3 de agosto de 2021