La derecha española es una y trina. El titular de primera plana de El Mundo, “El PP teme la reacción de la derecha política, judicial y mediática”, definió la Santísima Trinidad del poder reaccionario en España. Un titular para amenazar al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Si pactas con el PSOE la renovación del CGPJ eres líder muerto. La acción concertada hizo efecto. Feijóo, llegado de tierras celtas, al que la progresa mediática señaló con la etiqueta de hombre de estado que comprende la España diversa, se achantó y rompió el acuerdo con el PSOE que venía cantándose.
La caída en tres días de su predecesor, Pablo Casado, a manos del omnipotente dios trino afincado en Madrid, debió influir. Desde entonces, la tela de araña retrógrada circunscrita por la M-30, señala lo que Feijóo debe hacer. Se reveló ilusa la creencia en la posibilidad de una derecha para gobernar la España plurinacional. La decisión de Feijóo, manejado por Isabel Díaz Ayuso, los Federicos mediáticos y las togas más rancias, acabó con el sueño húmedo de grupos liberales, que redoblaban fuerzas para atacar a Podemos con el objetivo de retornar al bipartidismo cuanto antes.
Si Feijóo hubiese pactado la renovación del CGPJ, el PSOE de Sánchez tendría más fácil seguir siendo el PSOE afiliado al poder económico y la monarquía, en definitiva al régimen del 78. Si hubiese pactado, el veto del PP a la magistrada Victoria Rosell, aceptado con naturalidad por el presidente Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, habría roto al grupo parlamentario de Unidas Podemos, dejando una falla divisoria entre la izquierda rogatoria y la izquierda del sí se puede.
En un contexto así, el PP podría haber intentado ampliar su fuerza electoral, aprovechando el desgaste del PSOE, por los acuerdos para rebajar el conflicto catalán, y la crisis a su izquierda. Ya no ocurrirá. Una vez títere de la Trinidad reaccionaria, el presidente del PP está en manos de lo que le dicte el conglomerado de deidades a las que sirve. ¿Si no, para qué se creerá que le hemos traído?, arengaba Losantos desde la torre de control de la radio COPE de los obispos.
La semana pasada, el jueves noche, el presidente del PP promovió ante el Tribunal Constitucional un recurso que busca suspender la votación en el Congreso, para reformar la forma electiva de los miembros del mismo tribunal, dado que está parcialmente caducado por el bloqueo al que el CGPJ tiene sometida su renovación. Intentar impedir preventivamente una votación en la sede de la soberanía popular, bien supremo de la democracia, es una aberración a la que podemos llamar intento de golpe de estado. El procedimiento lo inicia el Partido Popular presidido por Alberto Núñez Feijóo. A punto estuvo el viernes pasado de consumarse el golpe. El aplazamiento a este lunes de la decisión, a petición de los cinco vocales progresistas, prolonga la tensión sin eliminar un ápice la gravedad. Grave es que el dios trino indique que hay que actuar golpistamente contra la democracia española, que el líder del partido más votado de la derecha lo acepte, y gravísimo que el TC ponga en su frontispicio “la democracia soy yo”. Una acción concertada que, de consumarse, destruiría por completo la credibilidad del Tribunal Constitucional como institución, abriendo una crisis de consecuencias difíciles de prever.
Lo que ocurre señala que la derecha española, con sus grandes medios de comunicación y los altos poderes judiciales del estado, tienen naturaleza antidemocrática. El gobierno legítimo viene siendo torpedeado desde su nacimiento. La legitimidad democrática del gobierno son los números que dan la representatividad parlamentaria, consecuencia de los resultados electorales. Las votaciones de leyes y presupuestos que salen con mayorías absolutas muy superiores a la mínima son habituales en esta legislatura. Inscrita la aritmética parlamentaria en el contexto de lo ocurrido en tres años, desde la pandemia a la guerra en Ucrania, la fortaleza del gobierno y del bloque de investidura que lo apoya es indiscutible. Ocurra lo que ocurra con la decisión del TC respecto de si el poder legislativo puede votar o no una propuesta legislativa, cualquiera que sea el modo en que se tramite, se ha puesto de manifiesto que la derecha, los medios de la derecha, la cúpula del Poder Judicial y el TC actuales, son poco o nada fiables para la democracia.
Políticamente el punto es de no retorno. Para Alberto Núñez Feijóo, títere en la tela de araña de la ultraderecha madrileña, será ya imposible aparecer como un moderado hombre de Estado que comprende la diversidad territorial de España. Para Pedro Sánchez debería ser una lección aprendida, se lo dijo Pablo Iglesias, después de a por nosotros irán a por vosotros, avancemos, lo siguiente es cambiar la mayoría de elección parlamentaria de los miembros del CGPJ. Para Yolanda Díaz, la señal de que el proyecto de país no puede nacer subalterno del 78. Para Ione Belarra, una prueba más de que la alianza estratégica, capaz de vencer la pulsión antidemocrática, pasa por el bloque de dirección de estado, cualquiera que sea la forma en que se articule en las distintas identidades territoriales.