La bandera de Andalucía es, desde entonces, símbolo del pueblo andaluz que se constituyó en las calles frente a quienes nos querían relegar a una autonomía regionalista de tercera, una descentralización administrativa a las órdenes del gobierno de España con sede en Madrid. Es Andalucía la que a partir de las movilizaciones de 1977 dibuja la Constitución autonómica. Ese pueblo andaluz hecho nación en las calles forzó que la Constitución de 1979 incluyera el artículo 151, con un procedimiento obtuso, para que mediante un referéndum que habría de ganarse por mayoría absoluta del censo, no de votantes, en cada una de las provincias, Andalucía pudiese acceder a la consideración de nacionalidad histórica, como la Constitución le otorgaba a Galicia, País Vasco y Cataluña sin necesidad de votación popular alguna. Hay que recordar que el golpe de Estado de 1936 impidió la aprobación del Estatuto de Andalucía, que se estaba tramitando durante la II República y que nos equiparaba con las otras nacionalidades históricas del Estado.
En Andalucía no hay un solo partido democrático que se atreva a presentarse a las elecciones autonómicas sin la palabra Andalucía en su marca. Solo Vox ignora Andalucía, y la quiere, como el franquismo, sirvienta de España. El actual presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, prefirió la bandera de Andalucía para celebrar su victoria electoral a la bandera española que su partido ha enseñoreado insistentemente desde su nacimiento. Ya en la campaña electoral, que culminó el diecinueve de junio de 2022, el PP de Andalucía hacía ostentación de la bandera andaluza mezclada con la bandera española.
La idea de declarar el 4 de diciembre Día Nacional de Andalucía es una demanda histórica del andalucismo político, que fue, con la figura principal de Alejandro Rojas Marcos, líder en la transición del Partido Socialista de Andalucía, catalizador del empuje hacia la autonomía andaluza y la consideración constitucional de Andalucía como nacionalidad histórica. Andalucía es la única comunidad del Estado que consigue su institucionalidad autonómica en las calles y mediante referéndum. Un legado de la luchadora generación de la Transición que debemos celebrar y honrar.
Recientemente, en la presentación del libro Por un poder andaluz, de José Luis Villar en la Casa de la Alegría (Dar Al-Farah), residencia última de Blas Infante antes de su asesinato ordenado por Queipo de Llano, Rojas Marcos envolvió al Presidente Andaluz, Moreno Bonilla, para que declarara el 4 de diciembre Día de la Bandera de Andalucía. El presidente se comprometió a evaluarlo con la intención de hacerlo. Y así ha sido por decreto del 8 de noviembre de este mismo año. Sin ser festivo, es la primera vez que en Andalucía se conmemora institucionalmente el 4 de diciembre de 1977. Podemos afirmar que la introducción en el calendario institucional del 4 de diciembre como referencia histórica es justicia reparadora de la memoria, un homenaje que la generación actual hace a las generaciones andaluzas pasadas y un legado para que las generaciones futuras no olviden la memoria de un pueblo.
Que esto haya ocurrido estando en el gobierno andaluz la herencia política de quienes para el 28 de febrero de 1980 pedían la abstención con el lema “Andaluz, este no es tu referéndum”, no puede por más que alegrarnos porque demuestra, por si nuestra potencia cultural y nuestros acentos no fuesen suficientes, que Andalucía es pueblo, es nación y está destinada a defender sus intereses para el buen vivir de quienes pueblan nuestra geografía, hayan nacido o no en territorio andaluz.
La bandera de Andalucía no es propiedad de nadie, es la bandera que identifica y con la que se identifica el pueblo andaluz, en toda su diversidad geográfica, cultural, relacional, económica, de clase e ideológica. Conviene decir esto porque lo último que debemos desear es que la bandera salga deshilachada a jirones entre tanto tirón de parte. Para el PSOE andaluz las consecuencias de su abandono, olvidando que fue la bandera de los derechos y poniéndola al servicio del “a por ellos”, están a la vista, ahora dice que es suya y que el PP no cree en ella. La izquierda andalucista le echa un cerco para que su sentido sea más el de clase que el de pueblo, olvida que no solo hay explotación de clase rica sobre clases populares, sino también explotación y colonización de unos pueblos sobre otros.
La izquierda andaluza, andalucista, no debería ignorar que la fuerza que tienen otros pueblos como el catalán o el vasco se debe a la transversalidad de sus banderas, son banderas que representan a las clases populares tanto como al empresariado con raíces en esos territorios, por eso son pueblos con más influencia política que el andaluz y en mejor situación económica. Con la bandera andaluza no debe ocurrir como con la española, debe representar a un pueblo entero. Al contrario que la española que representa, como bien sabe la derecha, la herencia franquista antidemocrática y monárquica, por eso la arroja contra lo que consideran antiespaña, las izquierdas y los partidos nacionalistas.
Las banderas no son trapos, como las palabras no son letras, tienen semántica y etimología, tienen historia y significado, viven en el tiempo. Si la arbonaida es nuestro país, nuestra tierra, nuestro pueblo es su bandera.
Bienvenido el 4 de diciembre, Día de la Bandera de Andalucía. ¡Viva Andalucía libre!
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Mario Ortega Rodríguez, presidente de Andalucía y Democracia; Pilar Cuevas López, vicepresidenta de Andalucía y Democracia; Salvador Soler García, abogado Stop Desahucios y derechos humanos; Lilián Bermejo Luque, profesora de la Universidad de Granada; Francisco Garrido Peña, profesor de la Universidad de Jaén; Antonia Agudo González, abogada; Iván Casero Montes, ingeniero y agroecólogo; Adelina Sánchez Espinosa, coordinadora Erasmus Mundus Estudios de Género; Manuel González de Molina, catedrático de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla; Rubén Pérez Trujillano, jurista y profesor de la UGR; Carmen Reina López, arquitecta; José Bejarano López, periodista, vicepresidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla; Javier Rodríguez Alcázar, escritor y profesor de la UGR; Elisa Cabrerizo Medina, médica forense del comité investigación restos Valle de los Caídos; Manuel Machuca González, escritor y farmacéutico; Blanca Parrilla Muñoz, maestra y antropóloga; Julián Álvarez Ortega, abogado; Marcos García Mariscal, abogado laboralista; Manuel Rodríguez Alcázar, técnico municipal; Francisco Calvo Miralles, ingeniero industrial; Raúl Solís, periodista; Juan Manuel Sanz Marín, empresario.