En un disco que vio la luz en 1977, el cantautor flamenco Pepe Suero, Medalla de Andalucía en 2006, grabó la canción que le daba nombre, Andalucía, la que divierte. El tema se hizo best seller en 1978. Comenzaba así: Andalucía, la que divierte, grabao a fuego lleva un puñal; de yunques viejos que la dirigen, y la enseñaron solo a rezar. Ese 1977 Andalucía transmutó la edad del frío en blanco y negro franquista, en la edad de la esperanza en verde y blanco de resurrección andalucista. Yo estuve allí, era un zagal. Dos millones de andaluces en la diáspora de la emigración, contribuían al enriquecimiento de capitalistas de la dictadura enraizados en Madrid, de las burguesías vasca y catalana, y de industriales franceses, alemanes o suizos. Hagan la contabilidad de esa deuda histórica. ¿Cuánto vale?
Pronto conmemoraremos el 4 de diciembre de 1977. El día que, en palabras del que fuese parlamentario andaluz de Podemos por Granada, José Luis Serrano, sonaron en Andalucía por primera vez las campanas de la historia. Al repique de campanas, el pueblo andaluz se constituyó en las calles un domingo luminoso de diciembre. Dos millones de andaluces y andaluzas inundaron las avenidas de las capitales de Andalucía, de Barcelona, de Madrid y hasta de Bilbao, para decir que somos una nación. Andalucía sacó a la calle la arbonaida, la verdiblanca republicana del pueblo cultural más mestizo de la España plurinacional.
No se es nación, no se es nacionalidad histórica como dice la CE española del 78, solo porque se hable un idioma que al resto del mundo haya de ponerle un pinganillo para que lo entienda. Se es nación política cuando la conciencia cultural deviene conciencia de realidad histórica. La fuerza cultural de Andalucía es tan grande que no necesita idioma propio para ser identificada como realidad cultural. La movilización de 1977, liderada por el andalucismo político, forzó la inclusión en la CE de un procedimiento leonino para que aquellas comunidades autónomas que no iban a ser reconocidas como nacionalidades históricas, pudiesen serlo. Solo Andalucía lo quiso y lo consiguió. EL PSOE de entonces contribuyó, junto con la UCD, a plantear una reglas del juego con las que hoy no sería nacionalidad histórica ni Cataluña. El pueblo andaluz pudo, es la única nacionalidad histórica que obtiene esa condición política votando en referéndum, ni Galicia, ni Euskadi, ni Cataluña.
Un 28 de febrero de 1980 de la manga se cayeron, papeletas de febrero, y al escenario salieron, aquí se acabó el carbón, llegó, como un vendaval, bata de cola y peineta, la reina superstar. Lo cantó Carlos Cano en Andalucía superstar. Por segunda vez en Andalucía sonaron las campanas de la historia. El pueblo nación constituido en las calles ganó un referéndum histórico contra la corona, el franquismo, los militares, la iglesia, la UCD y el propio PSOE de Felipe González, Alfonso Guerra y José Rodríguez de la Borbolla, a los que hoy en una cata a ciegas de declaraciones podríamos identificar con Vox.
En la historia de las movilizaciones populares de la transición y la democracia, la movilización del pueblo andaluz es la constituyente del modelo territorial. El carácter de modelo autonómico constitucional está impreso con acento andaluz. De ese acento se han beneficiado todos los pueblos de España que iban a ser considerados regiones administrativas del gobierno central.
Entramos en una legislatura en la que la cuestión territorial será central. El franquismo incrustado en el régimen del 78 en forma de togas, uniformes, rentistas, monarquía y gallinas que cantan desde el interior del PSOE, está insurrecto contra la democracia. Las izquierdas soberanistas fuera del gobierno, y la izquierda plurinacional expulsada del gobierno, deben abrir espacios de confluencia estratégica para construir un sentido común de época, que vincule democracia y derechos con estado republicano plurinacional. Si se asumen los marcos de las derechas o del PSOE, los del cambalache. Tú, Pedro Sánchez, me das dinero, inversiones y privilegios y yo me cayo y sigo aumentando la desigualdad en el territorio en el que mando y fomentando la desigualdad interterritorial, será imposible fortalecer el sentido común democrático.
Andalucía, la que divierte, es determinante en la evolución de un acuerdo que rompa los candados de la desigualdad de clase, de género y territorial. Es una cuestión de interés propio y ajeno. La bandera republicana de Andalucía es verdiblanca, unida a las banderas republicanas del resto de matrias ibéricas aportará su fuerza hacia el horizonte republicano plurinacional. Con Andalucía, todo, sin Andalucía, nada.