No hay política sin territorio, como no hay vida sin ecosistema. El federalismo es la distribución normativa y caleidoscópica del poder territorial. Introduciendo en esta operación también los niveles municipales. A los dueños del capital les interesa reducir al mínimo tanto el estado como la interlocución con el poder político del mismo. Eso es lo que les ofrece el bipartidismo en España. El capital, en su forma ideológica neoliberal, potencia el centralismo. El centralismo es la concentración de poder en un punto. La concentración del poder es lo contrario a la democracia.
En esta fase del neoliberalismo occidental, en la que los dueños del capital lo quieren todo todo el tiempo, estos no pueden ocultar su aversión a la democracia. Sus peones, como estos días Macron en Francia, actúan siempre en consecuencia. Para enfrentarse a la escasez de recursos naturales y a la capacidad productiva de China y los BRICS, con objeto de mantener las imprescindibles tasas de crecimiento, el centralismo, la concentración del poder, es la mejor forma institucional de operar contra la democracia.
La reforma del artículo 135 de la CE, que se hizo para priorizar el rescate a la banca frente a las inversiones en políticas públicas, y para disciplinar con recortes la política fiscal y económica de ayuntamientos y comunidades autónomas, fue un acto bipartidista de carácter substancialmente centralista ejecutado por Zapatero y Rajoy a las órdenes de los entonces capataces mundiales del capital, Obama y Merkel. La protesta que desató la crisis social, consecuencia de esa acción centralizante, se atacó con más legislación centralista, la ley mordaza.
La substancia ideológica de la izquierda es la defensa de la democracia. Si, como intentamos demostrar, el centralismo es un operador anti-democrático, el federalismo es un operador pro-democrático. Como se viene repitiendo en los editoriales de Diario Red, en la composición del congreso para esta legislatura no hay mayoría de izquierdas. Consiguientemente será muy difícil el avance federal tal y como está vistiendo Pedro Sánchez la potencialidad del pacto PSC/ERC para la singularidad en el modelo de financiación de Cataluña.
Una propuesta de modelo de financiación federal de las comunidades autónomas, que modifique la actual LOFCA, está condenada en esta legislatura al fracaso, porque no hay mayoría en el congreso que la refrende. Pero es que es eso lo que sabe el PSOE y esa es la trampa en la que ha caído ERC. La aplicación de la singularidad a Cataluña no será matemáticamente posible y, si lo fuese alguna vez, el PSOE, que es un actor centralista en el estado español como lo demostró su apoyo a la aplicación del artículo 155 a la autonomía catalana, obstaculizaría con fuerza el avance federal. Lo haría, porque la llamada socialdemocracia liberal es un agente al servicio de los intereses del capital y, el capital busca gestionar sus intereses dominando todo desde un solo punto.
Mientras transcurre la legislatura, con presupuestos o sin presupuestos, con la inercia otanista de Pedro Sánchez, enmascarada por sus discursos de izquierdas que chocan con sus políticas prácticas de contención de avances sociales, cuando no directamente de derechas, tal vez las izquierdas soberanistas y plurinacionales, como hace Irene Montero en Europa, con los pies en el suelo y la mirada en el horizonte, deban considerar que el debate territorial, para que sea útil a la democracia, consiguientemente a los pueblos que componen la diversidad regional y plurinacional del estado español, pasa por coordinarse para avivar ideológicamente el federalismo plurinacional, en vez del aislamiento que facilita el choque entre pueblos del estado, como buscan con toda claridad las ultraderechas españolas, incluida la que representa el PP.