Asociación Andalucía y Democracia con motivo del 4D de 2024
Para
despegar económica, social y culturalmente, Andalucía necesita un nuevo
andalucismo político que sea capaz de romper el modelo de financiación
ideado por las élites del norte y de Madrid basado en la ordinalidad.
Ese andalucismo sólo será posible con la implicación activa de la
intelectualidad académica y cultural andaluza. Conviene recordarlo una
vez más con motivo de la conmemoración del 4 de diciembre, Día Nacional
de Andalucía, fecha en la que el pueblo andaluz se constituyó en las
calles como actor político de primer orden.
Lo primero es hacer
crecer el andalucismo como ideología de defensa de los intereses del
pueblo andaluz. Para ello, hacemos un llamamiento a la intelectualidad
andaluza, al mundo académico, a los referentes artísticos y culturales y
al periodismo de raíz andaluza, para que se impliquen masivamente en la
defensa de Andalucía. Es imprescindible cultivar la conciencia cultural
y política del pueblo andaluz tal como hicieron sus antecesores en la
transición.
Los debates de la izquierda andaluza basados en la
mera unidad electoral no son productivos, como se ha demostrado
sobradamente. El debate sobre unidad no ha tenido en cuenta los
problemas reales que aquejan al pueblo andaluz y están basados sobre
todo en intereses partidistas. Tampoco lo es creer que el nacionalismo
andaluz solo puede ser representado por partidos o coaliciones de ámbito
exclusivamente andaluz. La cuestión estratégica para la izquierda
andaluza es pensar, abonar y hacer crecer el andalucismo para el siglo
XXI.
En el mismo sentido, el debate del andalucismo no puede ser
sobre si éste es auténtico o no si defiende un proyecto sin conexión
orgánica con aspiración de estado o que marque sus límites en el
territorio andaluz. La forma orgánica o electoral con la que se
defiendan los intereses del pueblo andaluz es parte de la cuestión
táctica y del debate interno sobre la organización de partidos,
coaliciones o proyectos electorales. Nada tiene que ver con el trabajo
analítico e ideológico que recupere la capacidad de autodefensa y
reivindicación del pueblo andaluz.
La segunda necesidad es
impulsar un consenso que defienda los intereses del pueblo andaluz
contra el principio de ordinalidad. Los nacionalismos soberanistas,
tanto de izquierdas como de derechas, buscan imponer el principio de
ordinalidad, basado en las balanzas fiscales, en las aportaciones que
hacen las comunidades autónomas al estado, dirigidas a la solidaridad
interterritorial. El sistema pretende que una comunidad autónoma
mantenga la misma posición en la inversión per cápita del estado que
ocupa en el orden de recaudación de impuestos estatales. De este modo,
las comunidades autónomas que son contribuyentes netas nunca quedarán
por detrás de las que tienen menor recaudación.
Sabemos que la
ordinalidad potenciará la desigualdad territorial y no abordará el
verdadero problema del déficit de financiación de las comunidades
autónomas, que no es otro que una estructura fiscal que favorece a las
grandes empresas, a la banca y a las rentas altas. Es mentira que en
España paga más quien más tiene. Como hemos dicho en textos anteriores,
la inmensa mayoría de las grandes empresas, incluidas las del sector
turístico junto con la banca, tienen sus sedes sociales fuera de
Andalucía. Más del 50% están en Madrid. Por lo tanto, Andalucía debe
rechazar soberanismos desequilibradores que firman pactos contrarios a
los intereses de Andalucía, fraguados entre las elites políticas
madrileña, vasca o catalana, con el aval del bipartidismo.
Los
impuestos se fijan en función de las rentas y de los beneficios
empresariales y se pagan en los territorios donde las personas residen o
las empresas tienen su sede social. Por lo tanto, la ordinalidad
beneficia a los territorios donde se concentra la mayor parte de las
empresas, por lo que es contraria a la solidaridad interterritorial y a
la igualdad de derechos de las personas sea cual sea el territorio en el
que residan. Tampoco tiene que ver con la necesidad de reducir las
manifiestas desigualdades territoriales. La ordinalidad solo favorece a
los ricos y perjudica a los pueblos del estado, independientemente de su
grado de conciencia soberanista. La ordinalidad no es de izquierdas y
beneficia sobremanera a Madrid.
Ese modelo hace que, como
respuesta malintencionada, broten discursos anticatalanistas y
antisoberanistas que aprovecha electoralmente la extrema derecha. Esto
hace retroceder las posiciones del republicanismo plurinacional. Por
eso, la izquierda andaluza está obligada a poner el andalucismo político
en el frontispicio de su lucha y propugnar un pacto entre los pueblos
basado en el republicanismo federal y plurinacional. Un pacto que
profundice en la protección y desarrollo de todo tipo de derechos
sociales, de género y de defensa del medio ambiente. La izquierda
andaluza debe interponerse entre el “España nos roba” y el “a por
ellos”.
La realidad política andaluza está marcada también por
la pervivencia del bipartidismo y por la incapacidad del andalucismo
político, cuya desorientación ideológica ha contribuido a impedir el
crecimiento de la conciencia política del pueblo andaluz. Eso ocurre
pese a los logros históricos del 28 de febrero de 1980, resultado a su
vez de las movilizaciones del 4 de diciembre de 1977.
Para el
crecimiento de la conciencia andalucista es precisa la implicación de la
intelectualidad académica y cultural andaluza en el análisis,
proyección y divulgación de las causas históricas y coyunturales que
sostienen la desigualdad de Andalucía respecto de los territorios más
ricos del estado, como son Madrid, Euskadi, Navarra o Cataluña. Es
preciso alimentar la decencia intelectual para romper la dependencia del
centralismo de estado y madrileño, con su actuación extractiva de
capital ambiental, humano, cultural y económico andaluz.
En este
movimiento de decencia intelectual deben participar, como decíamos al
principio, la intelectualidad, la producción académica universitaria,
los profesionales de la enseñanza, los medios de comunicación, el
periodismo, los artistas y, claro que sí, el mundo empresarial arraigado
en Andalucía que no quiera ser eternamente subalterno del capitalismo
centralista ni del capitalismo usurero global. Esto último es
imprescindible para que despegue un modelo productivo propio, que
reduzca la dependencia de Andalucía de sectores tan insostenibles como
son el turismo de masas, la construcción de segundas residencias o la
agricultura intensiva.
——
Mario Ortega Rodríguez, presidente de la asociación Andalucía y Democracia; Pilar Cuevas López, vicepresidenta; Salvador Soler García, secretario, abogado Stop Desahucios y derechos humanos; Antonia Agudo González, abogada; Iván Casero Montes, ingeniero y agroecólogo; Adelina Sánchez Espinosa, profesora Universidad de Granada, coordinadora Erasmus Mundus Estudios de Género; Rubén Pérez Trujillano, jurista profesor de la UGR; Carmen Reina López, arquitecta; José Bejarano López, periodista, miembro de la Asociación de la Prensa de Sevilla; Elisa Cabrerizo Medina, médica forense del comité investigación restos Valle de los Caídos; Manuel Machuca González, escritor y farmacéutico; Blanca Parrilla Muñoz, maestra y antropóloga; Francisco Garrido Peña, profesor de la Universidad de Jaén; Marcos García Mariscal, abogado laboralista, Manuel Rodríguez Alcázar, técnico municipal; Francisco Calvo Miralles, ingeniero industrial; Juan Manuel Sanz Marín, empresario; Antonio Aguilera Nieves, economista; Raúl Solís Galván, periodista; Belén Bravo Rodríguez, Arquitecta, profesora de urbanismo en la Escuela de Arquitectura de la UGR.
Páginas
- Andalucía 2021, horizonte federal
- Feminismo y ecología, una conexión revolucionaria
- Cuerpo, vida y territorio
- Rompamos el silencio. ¡Andalucía, como la que más!
- Anhelo de Andalucía
- Sobre la ciudad
- Andalucía, ecosocialismo o barbarie
- Democracia, capitalismo y ecología
- Breve historia de la vida y la atmósfera
- Andalucía es nación en la España plurinacional
- La ordinalidad perjudica a Andalucía