martes, 27 de mayo de 2025

La ilusión óptica del acelerador de partículas de Escúzar

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Cuentan que cuando se iba a construir la central nuclear de Almaraz en Extremadura, a principios de los setenta del pasado siglo, un agricultor de la zona, ante la lluvia de parabienes políticos y empresariales que aparecían en la prensa, se empeñó en negar las bondades de la mole de hormigón. Decían, erre que erre, que iba a traer el paraíso a la olvidada región extremeña, pero él erre que erre lo desmentía.

Aquel hombre sin estudios lo más parecido a un átomo que había visto eran las cabezas de ajos que recogía en los sembraos. No obstante se empeñaba en negar la mayor enfrentándose a ingenieros, químicos cuánticos, físicos atómicos y otras gentes de ciencia superlativa. En fin, a todo el que alabara el progreso que, según argüían, iba a llegar en forma de kilovatios nucleares.

Su único argumento de oposición era tan breve como irrefutable: “Si fuese tan buena se la habrían quedao en Madrid.”

De esta anécdota, que ya conté en un artículo de hace nueve años sobre el mismo tema, me acuerdo a propósito de la colocación de la primera piedra del edificio principal del acelerador de partículas Ifmif-Dones en Escúzar (Granada). Han pasado nueve años desde que el runrún de la energía nuclear de fusión llegó a Granada. El objetivo es desarrollar materiales que soporten las condiciones de explotación.

Nueve años después, para la primera piedra, el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la ministra de hacienda del gobierno de España, María Jesús Montero, han puesto a medias 422 millones de euros hasta 2034. Nueve más nueve, dieciocho años de ilusión óptica. El edifico principal va a tardar nueve años en construirse. Probablemente se haga con fondos de cohesión europeos que podrían destinarse en Andalucía para proyectos de desarrollo industrial e implantación energética de nuestras fuentes principales, el sol y el viento, y no para una tecnología que lleva ya ochenta años prometiendo que convertirá el planeta en jauja.

La energía nuclear de fusión, basada en la integración de núcleos atómicos de dos isótopos del hidrógeno, el deuterio y el tritio, es una vieja promesa incumplida que lleva muchos decenios enterrando dinero público ya en euros, ya en dólares,  ya en yenes, sin obtener un sólo kilovatio hora comercial de energía eléctrica.

La energía nuclear de fusión, que siempre nos la prometen que será casi gratis, tiene un enorme potencial político para atacar la democracia. La concentración de poder que supondría controlar tecnológicamente esta fuente de energía haría a la humanidad dependiente de unas cuantas multinacionales y unos cuantos estados. Además, una fuente de energía tan inagotable como el sol, induciría tal grado de consumo que cambiaríamos por completo las condiciones de posibilidad biofísicas del planeta. Más que con el efecto invernadero de los combustibles fósiles. La energía de fusión sería en sí un contaminante planetario debido al segundo principio de la termodinámica. Convertiríamos la tierra en una gran olla hirviente que requeriría más y más energía para enfriarla y así en una espiral infernal.

Hay muchas preguntas que deberíamos hacer sobre el acelerador de partículas para desarrollar la energía nuclear de fusión: ¿Cuánto cuesta de verdad? ¿Quienes ponen el dinero y quienes se llevan los beneficios si los hubiese? ¿Qué garantías de seguridad tiene una instalación de este tipo? ¿Qué demanda de recursos naturales, agua, y de dónde se obtendría? ¿Si viene a Andalucía, de dónde se quita? ¿Es necesaria? Hay alternativas que evitan la posibilidad del controles políticos y empresariales antidemocráticos, calentamiento terrestre indiscriminado y tienen, para ya, más potencial de generación de empleo.

El acelerador de partículas para la energía nuclear de fusión es una enorme  ilusión óptica. Con el dinero que se destine a su construcción van a ganar mucha pasta grandes empresas del hormigón y el acero cuyo domicilio social está fuera de Andalucía. Aquí dará trabajo escaso y derramas para pymes. Pan para hoy y hambre para mañana. Como la nuclear de Almaraz. El agricultor cacereño tenía razón. El riesgo y la extracción para Extremadura, el beneficio, de existir en este caso, para otros.

Publicado en Tu Periódico Andaluz

martes, 6 de mayo de 2025

Del apagón al apagón

Central Nuclear —  Igor Golovniov / Zuma Press / ContactoPhoto

Hace más de una semana del apagón que dejó a la península ibérica sin luz. Así llamamos el común de los mortales a la electricidad desde que Thomas Edison inventara la bombilla. Y todavía no se ha dado, ni por el gobierno, ni por las eléctricas, ni por Red Eléctrica Española una explicación sobre las causas del cero eléctrico. Vivimos, tras el apagón otro apagón, el de la verdad. Siendo bien pensados podemos esperar que cuando conozcamos la verdad oficial, ésta será la verdad real.

Siendo mal pensados, dice el refrán piensa mal y acertarás, el retraso en la entrega de información veraz que están protagonizando las grandes empresas eléctricas, alimenta la sospecha de manipulación de la verdad para proteger sus espaldas, pedir más dinero público en inversiones que deberían ejecutar con sus desorbitados beneficios y presionar al gobierno, para que no apague las nucleares y ponga trabas a las renovables como hizo el gobierno de Rajoy.

Pasé más de diez años enseñando, y aprendiendo, sobre energías renovables. Conozco desde los noventa la historia de los ataques a su fiabilidad tecnológica, a su debilidad meteorológica, a su inadaptación a los ciclos diarios y estacionales, a su carestía y a su capacidad de lucha contra el cambio climático. A pesar de todas las patrañas que se han dicho históricamente contra las renovables, vestidas de expertismo científico e ingenieril, éstas se han impuesto en todos los campos. Desde el 1 de enero al 28 de abril las renovables han aportado a red en casi doscientas ocasiones lo que estaban aportando el día del apagón.

Las energías renovables son totalmente fiables electrónicamente, reducen al máximo las interacciones mecánicas, la electricidad no es solo una onda, también, desde el premio nobel De Broglie en 1929, avalado por Einstein, es un fluido de corpúsculos, los electrones. Las renovables son las únicas que en su conjunto están distribuidas equitativamente por todo el planeta. Superada la economía de escala, son las más baratas de fabricar e implantar. Son las que tiran del precio de la electricidad a la baja en el artificioso pool (mercado) eléctrico español. Y son, sobre todo la fotovoltaica, las que pueden hacer productores y autoconsumidores a familias, comunidades y pymes, poniéndo en riesgo así el monopolío de la producción eléctrica.

 

Detrás de culpabilizar a las renovables del apagón hay un claro intento de frenar su capacidad demostrada de implantación distribuida y difusa. En un país enchufado al sol y el viento es difícil de explicar a la población por qué la electricidad es tan cara. Es tan cara porque está en manos de un oligopolio capaz de vaciar pantanos en época de sequía para eriquecerse en momentos calurosos de máxima demanda, o capaz de dejar abandonadas durante años las infraestructuras eléctricas en multitud de barrios olvidados sin importarle el sufrimiento de cientos de miles de familias.

Es tan cara porque su precio depende de un modelo “legal” que hace que la energía más costosa, la del gas en ciclo combinado, marque el precio de todas las demás. De este modo a Endesa, Iberdrola, Naturgy, EDP o Repsol, todas servidoras de las puertas giratorias del bipartidismo y las derechas vasca y catalana, les interesa que siempre entre a cubrir la demanda una porción de gas, pues si toda se cubriese con renovables sus espeluznantes beneficios decaerían.

Para seguir la pista del dinero que ganan los dueños del capital con participaciones en el IBEX 35, hay que seguir la pista de las dos únicas cosas que anclan la economía sobre el mundo real, la energía, la materia y sus flujos. Si España depende del gas, del fuel o del uranio enriquecido para la producción energética, será un país con la soberanía completamente entregada a intereses externos. Atemos cabos. Donald Trump quiere que consumamos mucho más gas estadounidense, Francia quiere que nos enganchemos a su combustible nuclear, su uranio enriquecido (España no tiene ni tendrá es capacidad reservada en exclusiva a países con bomba atómica).

Si a estos dos intereses extranjeros, sumamos el interés del oligopolio eléctrico en ganar dinero a espuertas con algoritmos que “controlan” el mix energético, podemos pensar mal. Pensar que la defensa del gas por ciclo combinado y la nuclear, como energía estabilizadora de la onda herziana con sus generadores sícronos, la primera, o como garantista de suministro, la segunda, por su permanente estado de funcionamiento, aunque no sea necesaria, tiene únicamente interés geoestratégico para potencias extranjeras o económico para el oligopolio español. Pero hay más. China es una potencia en fabricación de paneles solares fotovoltáicos, máquinas eólicas y sistemas de producción de hidrógeno verde. Atacar a las renovables a escala global es alimentar la guerra comercial contra China, uno de los objetivos centrales del gobierno de Donald Trump.

Piensa mal y acertarás. Un refrán cuyo recuerdo provoca el apagón de la verdad, sobrevenido tras el apagón del 28 de abril de 2015. No sabemos todavía si el apagón fue consecuencia de un fallo tecnológico o un error humano, o de las dos cosas a la vez. No sabemos si fue fruto de una manipulación del precio de la energía, cortando la entrada al sistema de importantes instalaciones fotovoltáicas para mantener el precio caro, que se les fue de las manos por un fallo tecnológico o un error humano o las dos cosas a la vez. No lo sabemos además porque tanto REE como el oligopolio eléctrico parecen no querer dar la información precisa, ni siquiera al gobierno de Pedro Sánchez. Una información que seguramente poseen nítidamente, pero nos visten de complejidad.

Sin certezas sobre la causa, una semana después del apagón, sí sabemos que nos quieren engatusar con el gas que daña el clima y el riesgo atómico. Sí sabemos que un país que defiende su soberanía debe defender su soberanía energética. Si sabemos que el sistema energético español, para dar seguridad a nuestras vidas y nuestras economías, debería ser nacionalizado o, como mínimo, contar con una empresa completamente pública de energía que domine los mercados de la generación, la distribución y la comercialización. Si sabemos que esto es defender los intereses de la gente, la única patria para la que debería servir la palabra España.

Publicado en Diario Red

viernes, 2 de mayo de 2025

El déficit de credibilidad de UGT y CCOO

Manifestación 1 de Mayo en Cádiz. REYNA

Son tradición en el bipartidismo monárquico las puertasgiratorias. A la cabeza los expresidentes Felipe González, en los consejos de administración de Red Eléctrica o de Gas Natural, y José María Aznar, en el de Repsol, entre otros como el del fondo de inversión Goldman Sachs. Tampoco son ajenos a las puertas giratorias o la penetración familiar en grandes empresas del Ibex 35 los dirigentes del PNV o de la derecha catalana. Así pagan los grupos económicos de poder la legislación que favorece sus intereses. Así pagan todo el proceso de privatización de sectores que eran públicos.

Pero este modelo, que llamaríamos corrupto, se extiende también con menos grandilocuencia a las dirigencias de los llamados sindicatos más representativos, como UGT y CCOO. Fue sonado el caso de José María Fidalgo que pasó a trabajar para la patronal en la FAES de Aznar. También podemos llamar puertas giratorias al trasvase de dirigentes de estos sindicatos a puestos en partidos, empresas públicas o privadas, o a empleos de alto rango en organismos internacionales. Para la izquierda de régimen, principalmente integrada en IU, la puerta giratoria también se ha abierto en muchas ocasiones. El PSOE la ha colocado en sus listas o en organismos públicos cuando ha tenido poder para hacerlo, o en empresas de sus allegados, como el caso fallido de Alberto Garzón, o en el grupo Prisa otorgando espacios en tertulias o como columnistas.

Así se sostiene la farsa. Lo que ocurre es que esta farsa hace mucho daño a la izquierda al provocar la idea de que “todos son iguales”. Con este modelo de raíz corrupta juega el poder económico para que nada cambie. Si nos centramos en el sindicalismo de régimen el modelo llevó a los sindicatos CCOO y UGT a mínimos de credibilidad. Cuando llegó la crisis de 2008, justo cuando más sindicalismo combativo necesitábamos, los llamados sindicatos más representativos se mostraban incapaces de liderar una confrontación contra la moderación del artículo 135 de la CE que consolidaba constitucionalmente los recortes en derechos sociales y la dinámica asesina de los desahucios en favor de banca y grandes tenedores.

Tras lustros negociando a la baja UGT y CCOO llevaron al descrédito, junto con el bipartidismo monárquico y sus operadores mediáticos la movilización social. Tal es así que tuvieron que surgir, tras el 15M, las mareas y otras plataformas para revitalizar las luchas. Sostengo que el punto de inflexión que provocó una revitalización del sindicalismo de clase fue la negociación de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez que, en octubre de 2018, condujo a la primera fuerte subida de SMI, de 736 a 900 euros. Demostrando que sí se podía. Pero, desde que Pedro Sánchez, con ayuda de Yolanda Díaz y su trup subalterna, expulsó a Podemos del gobierno, previo conjunto de duras maniobras políticas, judiciales y mediáticas, UGT y CCOO han vuelto a las andadas.

En Andalucía lavan de vez en cuando la cara de Moreno Bonilla. En el estado, se apuntan a reformas de prestaciones que limitan derechos. Como el intento de reducir subsidio a parados mayores de 52, el 50% de los cuales está en Andalucía. O la falta de empuje para forzar una buena subida del SMI. O consentir y apoyar que la edad media de jubilación suba de manera efectiva permitiendo que se llegue a los 72 años con incentivos que solo aceptarían personas con bajos salarios. Centran su reivindicación en trabajar media hora menos pero consienten que quien tiene bajo salario tenga que trabajar hasta los 72 años.

Pero lo peor, la puntilla a la recuperación de su credibilidad, es que se han apuntado al régimen de guerra pidiendo. Unai Sordo, líder de CCOO, ha pedido un pacto PSOE/PP para aprobar los PGE. Un acuerdo así, en el actual contexto europeo, anunciaría unos presupuestos belicistas, restrictivos de derechos, antifeministas, antiecologistas, incapaces de afrontar el problema de la vivienda o cargados impositivamente sobre las clases trabajadoras.

Pepe Álvarez, líder de UGT, al pedir un impuesto a la ciudadanía europea para el rearme, se pone a las órdenes de Trump y la OTAN, cuyo secretario general pidió recortes en derechos y pensiones para gastar en armas. También Unai Sordo, en una entrevista en la Cadena SER, ha dejado la puerta abierta, tras el apagón, a acusar a las energías renovables de debilitar el sistema eléctrico y a que el mix energético no evolucione hacia renovables 100%. Así ayuda a la patronal eléctrica, la misma que quiere mantener en marcha las peligrosas nucleares o que no quiere que haya carga impositiva sobre los enormes beneficios que les produce un sistema energético, cuyos precios los definen las propias empresas artificiosamente.

Por todos estos motivos precisamos la construcción de un nuevo sindicalismo de estado con fuerte componente federal y plurinacional, que tenga claro que más armas es menos derechos, menos servicios públicos y más riesgo para nuestras vidas. Un sindicalismo que nos movilice contra el régimen de guerra y que exija que un gobierno que se dice progresista actúe como mínimo en todas las materias como si lo fuese. Un sindicalismo creíble que pida ya la nacionalización de los sectores energéticos y exija una banca pública fuerte.

Publicado en La Voz del Sur

jueves, 1 de mayo de 2025

Por un sindicalismo andalucista y pacifista

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Los sindicatos UGT y CCOO no representan los intereses de fondo de la clase trabajadora andaluza. Los llamados sindicatos más representativos no cumplen la imprescindible función de utilidad. Hace tiempo, demasiado tiempo, que las y los dirigentes de UGT y CCOO están táctica y estratégicamente subordinados a los gobiernos de la Junta de Andalucía, sin capacidad reivindicativa alguna.

Una prueba es el Pacto Social y Económico que firmaron, junto con la Confederación de Empresarios de Andalucía, en marzo de 2023, tan solo dos meses antes del comienzo de la campaña electoral de las elecciones municipales de mayo de 2023. Una forma de vestir de progresista la imagen del PP y del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. Otra prueba, el acuerdo que firmaron el 22 de mayo del mismo año, en plena campaña electoral de las municipales, junto con SATSE y CSIF, «para la mejora de la atención primaria y del modelo de carrera profesional del personal» del Servicio Andaluz de Salud.

Loa mencionados pactos son masivamente incumplidos por parte del gobierno andaluz. Las tasas desigualdad y de desprotección social se mantienen entre las peores de Europa. La dificultad de acceso a la vivienda es trágica. El tejido productivo andaluz, centrado en una economía de escaso valor añadido para las y los trabajadores, como es la de la hostelería y el turismo hotelero, no despega hacia la industrialización y sectores culturales y tecnológicos de alto valor añadido. La gravedad del deterioro de la atención sanitaria pública es manifiesta, sumado al aumento de gasto en externalización a empresas privadas, bien por vía de contratos y concesiones públicas, o por la expulsión de la ciudadanía del sistema público harta de esperar una atención digna.

Andalucía tiene, fruto de casi cincuenta años de gobiernos del PSOE y del PP, a los que este sindicalismo da soporte, los peores datos estructurales de desigualdad económica, social, de género y ambiental de España. Consiguientemente, Andalucía precisa de un sindicalismo comprometido en la reducción de esas brechas históricas. Andalucía precisa de un sindicalismo andalucista y pacifista que ponga en el centro la defensa de los intereses del pueblo andaluz.

Necesitamos un sindicalismo que no se apunte a la dinámica de belicista de Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez. Un sindicalismo que critique y se movilice fuertemente contra el desvío de 10 500 millones de euros para armamento, la mayor parte de los cuales irán a parar al fascismo estadounidense de Donald Trump, que trata con incrementos arancelarios nuestros productos agrarios. Un sindicalismo que no pida un impuesto a la ciudadanía europea para dinamizar la industria armamentística, como ha hecho el líder de UGT, Pepe Álvarez. Un sindicalismo que no pida un pacto PSOE/PP para aprobar los presupuestos generales del Estado, ignorando la inversión social, en materia de servicios públicos y vivienda, como ha pedido el líder de CCOO, Unai Sordo.

Tal vez, mediante el modelo de unidad de acción, sindicatos como USTEA, CGT o SAT, entre otras plataformas sectoriales que defienden los derechos de las y los trabajadores andaluces, podrían construir un sindicalismo apegado a las necesidades de Andalucía con una comprensión federal de estado, cooperativo con los intereses de las clases trabajadoras del resto de pueblos. El contexto de régimen de guerra actual, en el que nos embarcan los dirigentes europeos a las órdenes de Trump y la OTAN, requiere pensar global y actuar local. Andalucía, el pueblo andaluz, podría ser en esto, como en otros momentos históricos, un bastión de ruptura con el bipartidismo monárquico y los apéndices sindicales que lo legitiman. En defensa propia, por los pueblos y la humanidad.

Publicado en Tu Periódico Andaluz