jueves, 14 de agosto de 2025

Unidad, qué bonito nombre tienes

Irene Montero e Ione Belarra, en un acto de Podemos.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Miguel Hernández

Apelar a la unidad de la izquierda es hermoso, pero no sirve para nada si detrás de esa invocación solo hay un análisis matemático coyuntural que ignora el pasado, el momento histórico y la construcción de un horizonte estratégico de futuro esperanzador, pese a que como es habitual muchas personas bienintencionadas piensen que es la mejor solución.

La izquierda transformadora que irrumpe en 2014, está situada insistentemente en la diana de la unidad. Sin embargo ha sido la que más unidad ha promovido desde su nacimiento. Unidades electorales malogradas, con el nombre de Unidas Podemos o Adelante Andalucía. Coaliciones que, junto con la estrategia de bloque de dirección de estado con fuerzas soberanistas, dieron la mayor cantidad de representación política y los mejores frutos para mejorar la vida de la gente. La unidad estaba hasta que la presión exterior del régimen (cloacas, lawfare, bombardeo comunicativo y violencia política), consiguió romperla con no poca ayuda interior. La operación Sumar responde a esa historia.

Nos encontramos en un momento histórico en el que debemos comprender que lo que está pasando a escala global no es algo circunstancial que puede cambiar con un cambio de gobierno en los EEUU. La socialdemocracia liberal en España no tiene proyecto político ajeno a la inercia de sostener su estructura organizativa sobre lo que le quede, cada vez menos, de poder en el estado, y la izquierda vinculada al PCE parece no querer salir del bucle desde el que legitima y sostiene a un PSOE entregado al régimen de guerra. La negativa e incapacidad del gobierno de Pedro Sánchez para plantear un auténtico horizonte democrático de transformación, puede hacer que el trumpismo por la vía de Feijóo y Vox gobierne el estado con la mayoría de territorios autonómicos.

La línea de confrontación izquierda-derecha que dibuja este horizonte de sucesos está trazada con tres pinceles interconectados ideológicamente. Uno, la destrucción total del estado social y el desprecio por los derechos básicos como el de la vivienda o los derechos humanos y democráticos de la inmigración, potenciando solo las funciones para la coerción y el rearme. Dos, en la España diversa y plurinacional, la presión para la recentralización del poder en las instituciones con residencia en la capital del reino, porque el capitalismo trumpista precisa de reducir la complejidad para facilitar su dominio. Y tres, el genocidio palestino tolerado para que la dinámica del sur global se atemorice bajo la amenaza de lo que EEUU es capaz de hacer por sí solo o a través del sionismo israelí.

Esa línea de confrontación define el parteaguas de los dos bloques que se están configurando en el plano político, un bloque de izquierdas plurinacional con distintos grados de soberanismo y (con)federalismo, que habría de llegar a alianzas cooperativas, electorales o no, y un bloque formado por la masa ultra reaccionaria de PP, Vox.

En este contexto poner en el centro la apelación a la unidad de la izquierda, teniendo en cuenta además que siempre se aprovecha contra el potencial de la izquierda transformadora, es ignorar la historia reciente, sin autocrítica por parte de quienes han contribuido decididamente a debilitarla. La construcción de un horizonte de esperanza que, por supuesto, también tenga en cuenta lo electoral, requiere una ruptura previa con lo que el PSOE está representando en este momento histórico. Con estas mimbres un gran número de personas de izquierdas que están hastiadas de la política, por creer imposible derrotar al bipartidismo, podrán volver a ilusionarse.

Unidad es una bonita palabra a la que nadie puede oponerse, para construirla debemos entender el sentido histórico de las tres heridas de Miguel Hernández, la del amor, la de la muerte, la de la vida. La del perdón, la de la ruptura, la de la esperanza.

Publicado en La Voz del Sur

domingo, 10 de agosto de 2025

Pensar el andalucismo en el siglo XXI

Pensar el andalucismo en el siglo XXI | TuPeriódico Soy

Blas Infante nace en el siglo XIX, lo asesinan los fascista españoles la madrugada del diez al once de agosto de 1936. Siglo XX. Cuando escribo este texto se van a cumplir ochenta y nueve años de la vileza cometida en el km 4 de la Carretera de Carmona. Termina el primer cuarto del siglo XXI. Es momento de recordar la figura y el pensamiento del padre de la patria andaluza, no como añoranza, sí como esperanza. El mundo vive extenuante los efectos infames de la crisis del capitalismo occidental. Lo que de democracia y derechos se ha construido con sacrificio y muerte en Europa y Andalucía está en completo riesgo. Los actuales liderazgos europeos están arrodillados ante el fascismo estadounidense. Las bases del imperio en territorio andaluz cooperan con la muerte en Oriente Medio ayudando al estado terrorista de Israel.

Durante el último cuarto del siglo XX, el Andalucismo de la transición recoge y adapta al contexto histórico el pensamiento de Blas Infante. En 1971 se funda en Mairena del Alcor ASA (Alianza Socialista de Andalucía) por quienes luego liderarían el PSA (Partido Socialista de Andalucía). No olvidamos la relevancia del PSA, y de su líder, Alejandro Rojas Marcos, en el impulso de las grandes movilizaciones del pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977, las cuales consiguieron condicionar las posiciones del resto del espectro político, siendo determinantes para que Andalucía accediese mediante el ejercicio del derecho a decidir, en unas condiciones normativas casi imposibles, a la autonomía plena que iba a ser concedida en la CE del 1978 solo a los pueblos gallego, catalán y vasco.

Estamos cerrando el primer cuarto del siglo XXI. El pueblo andaluz ha mejorado sus condiciones de vida, solo faltaría que hubiésemos empeorado en términos absolutos en el marco de la UE. No obstante, las condiciones estructurales de desigualdad se mantienen en términos relativos. Tenemos una economía colonizada por grandes empresas con domicilio social fuera de Andalucía, dependiente de sectores con poco valor añadido que se mantienen explotando mano de obra precaria e inmigrante, con especial intensidad de desigualdad en los empleos de las mujeres. Una economía destructora de territorio y naturaleza. Una economía a su albur, con los gobiernos español y andaluz que consienten el expolio de lo público y no actúan decididamente contra la emergencia habitacional y la crisis de acceso a la vivienda de una mayoría de la población.

Como pronosticó hace décadas la ecología política, la crisis de límites biofísicos planetarios a la que conduce el modelo de extracción, producción y consumo del capitalismo, solo puede ser abordada desde el polo democrático reduciendo la dependencia de insumos, materias primas y energía, e imitando la capacidad de resiliencia de la vida en la naturaleza, biomimesis. Este abordaje choca directamente con la esencia del capitalismo: la acumulación y concentración indiscriminada de capital en pocas manos a costa del expolio de la vida y los recursos naturales.

Para que esa rueda no vuelque debe girar constantemente alimentada por el tiempo y la vida de los pueblos, el tiempo y la vida de la clase trabajadora, el tiempo y la vida de la inmigración, el tiempo y la vida de la naturaleza y, por último, pero quizá lo más importante por revolucionario en este siglo XXI, el tiempo y la vida de las mujeres. El tiempo y la vida son las categorías que conectan todo tipo de explotación material y cultural al servicio de los dueños del capital. Esa explotación ocurre sobre los territorios que habitan los pueblos culturales, algunos de los cuales han devenido pueblos políticos. Lo más parecido sociológicamente hablando a un ecosistema natural es un pueblo cultural.

La obra de Blas Infante tiene su mayor valor histórico en la creación de las bases para que el pueblo andaluz, de cultura milenaria reconocible universalmente, tomase conciencia de pueblo político. El fascismo lo asesinó tan solo un mes antes de que el estado republicano español fuese a aprobar el primer estatuto de autonomía política de Andalucía, al igual que había aprobado los estatutos gallego, catalán y vasco. El andalucismo de la transición consiguió que el pueblo cultural que somos, consolidase sus instituciones políticas de autogobierno. Ahora están en riesgo debido a que la crisis del capitalismo estadounidense, representado por un neoliberalismo faccioso, necesita liquidar la capacidad de autogobierno de los pueblos y concentrarla en virreinatos que rindan pleitesía arrodillados en sus campos de golf. Un capitalismo genocida como lo demuestra su connivencia con el asesinato por bombas, balas y hambruna del pueblo palestino.

Pensar el andalucismo para el siglo XXI requiere, pensar global y actual local. Requiere pensar las alianzas con otros pueblos del estado, con los pueblos ibéricos, mediterráneos, africanos y latinoamericanos de los que el pueblo andaluz es parte y fruto mestizo. Pensar en la integración del feminismo y el ecofeminismo como ideologías revolucionarias imprescindibles para la emancipación de la humanidad. Pensar en la inmigración y proteger sus derechos y su dignidad. Pensar en la transición ecológica a una economía verde.

Pensar, más allá de procesos electorales, en el fortalecimiento de la autoconciencia andaluza, la cual, fruto de siglos de historia, es una aleación cultural valiosísima para enfrentar el racismo con el que el capitalismo occidental está peleando a unos pueblos con otros en su propio beneficio. Pensar el andalucismo del siglo XXI no puede ignorar la necesidad de trasformar el estado español para que no siga estando en manos de la herencia franquista. Pensar el andalucismo del siglo XXI es pensar en nuestra bandera republicana, la verdiblanca, como parte de un proyecto de estado republicano, plurinacional y (con)federal en el que, como exaltó José Luis Serrano Andalucía sea como la que más. Pensar el Andalucismo del siglo XXI es pensar que con Andalucía todo y sin Andalucía nada.

¡Viva Andalucía Libre!

Publicado en Tu periódico andaluz

lunes, 4 de agosto de 2025

La propuesta de Gabriel Rufián

Gabriel Rufián en el Congreso.

Desde la izquierda, me tomo en serio la propuesta de Gabriel Rufián, no la desprecio como hace su camarada Oriol Junqueras. La tomo en serio, al igual que lo han hecho Iván Redondo desde posiciones progresistas moderadas o José Antonio Zarzalejos desde posiciones a la derecha. Gabriel Rufián es fruto, como el pueblo andaluz, del mestizaje cultural y, como el pueblo catalán, del mestizaje político. Tal vez por eso le es más fácil mirar desde afuera de los límites endomórficos de su partido.

El globo terráqueo está a punto de superar las 450 ppm de CO₂ atmosférico. Esto nos sitúa, según la ciencia más destacada, en un contexto de riesgo irreversible en la lucha contra el cambio climático y sus efectos. Los líderes de la UE con Ursula von der Leyen a la cabeza, han concedido a Donald Trump un acuerdo sobre gasto en armamento para la OTAN correspondiente al 5% del PIB hasta 2035, aranceles del 15% para la exportación a los EE.UU. y compra de combustibles fósiles para los próximos tres años por valor de 750.000 millones de dólares. La UE ha aceptado sin chistar que Rusia es el enemigo militar y China el enemigo económico, pero quien arrodilla a los pueblos europeos es Donald Trump y la corte anglosionista de Wall Street, que consienten y ayudan a Israel a matar con hambre, sed y balas al pueblo palestino, descomponiendo la posibilidad de paz e igualdad en todo el planeta.

La situación del gobierno de Pedro Sánchez, fruto de su conformismo y falta de visión estratégica, es más que crítica. Pensar que con liquidar a Podemos iba a capitalizar suficiente voto para sostener la farsa democrática del Estado español, y que de esta manera iba a ser aceptado como mal necesario para la función de dar apariencia democrática a la monarquía parlamentaria que sobrenada las cloacas policiales, judiciales y mediáticas, es no comprender el momento global del capitalismo estadounidense. Estos señores de los aranceles y la guerra no necesitan a la socialdemocracia liberal, a la que califican de comunista, izquierdista y hasta marxista. No la necesitan para vestir ningún santo bipartidista porque van decididamente a por los vestigios de democracia que puedan quedar. Lo quieren todo todo el tiempo en su declive imparable frente al sur global y los BRICS.

Desde la irrupción de Podemos en 2014, fruto político callejero de la crisis metabólica de 2008, la única mayoría posible para sostener un gobierno que no fuese de derecha ultra o de ultraderecha, era la que podía conformar el PSOE con la izquierda transformadora, la cual no tuvo más remedio que reconocer pronto que el Estado español era plurinacional, y con los soberanismos periféricos. Pedro Sánchez leyó el momento y en mayo de 2017, camuflado de podemita y federal, venció a la oficialidad de su partido representada por la escasa astucia de Susana Díaz. Solo cinco meses después apoyó la aplicación del artículo 155 de la CE a la Generalitat de Cataluña.

En los últimos diez años, hemos vivido los intentos de destrucción de Podemos, primero mediante las cloacas, la pseudo justicia española y las grandes corporaciones mediáticas. Después con la operación Sumar. En esta etapa se ha revelado que el PSOE ni es de izquierdas ni acepta la plurinacionalidad del estado, salvo cuando no tiene más remedio para sujetar lo que le queda de poder, y que la izquierda que ahora pide desesperadamente unidad es una mera muleta del mismo, capaz de traicionar sin miramiento a quienes con generosidad le tendieron la mano para montar algo lo más parecido a un frente amplio que hemos conocido. Ahora, la corrupción bipartidista ha vuelto a florecer sobre raíces que ahondan los estratos de la transición española tutelada por el franquismo, sus poderes económicos y la CIA.

Con la caída de la socialdemocracia liberal y de todo lo lleva en su sentina de escombros, se abre una etapa de gobierno de España con PP y VOX, ya se convoquen las elecciones en lo que queda de 2025, en 2026 o al acabar la legislatura en 2027. Eso es lo altamente probable. Contra eso, la propuesta de Gabriel Rufián es una propuesta, aunque difusa e indefinida, decente. Una propuesta que, para que sea verdaderamente atractiva no puede nutrirse solo de la matemática electoral y las expectativas de corto plazo. Es preciso trabajarla para que tenga solidez estratégica y capacidad de sustituir a la socialdemocracia liberal derechizada que hoy por hoy representa el PSOE, razón por la cual es incapaz de plantar cara a la ultraderecha que viene.

La propuesta de Gabriel Rufián necesita de la alianza cooperativa entre los soberanismos, cualquiera que sea su profundidad y el territorio que pisen, y la única fuerza de estado, Podemos, con visión republicana plurinacional que ha demostrado que no se pliega al PSOE en virtud de intereses de corto alcance. La propuesta de Gabriel Rufián necesita, imprescindiblemente, de sentido de estado de las fuerzas nacionalistas de los territorios sin estado. La propuesta de Gabriel Rufián necesita del aporte federalista del territorio que construyó, contra todo pronóstico, el actual estado autonómico, Andalucía. La propuesta de Gabriel Rufián serviría para empezar a proponer un nuevo armazón ideológico que enfrente el actual momento histórico dibujado entre las tinieblas de la izquierda europea.

La propuesta de Gabriel Rufián ganaría fuerza si se labra sobre el mestizaje de los pueblos ibéricos, como el andaluz y el catalán, en una suerte de alianza para combatir lo que se nos viene encima, que no es otra cosa, como bien ha visto el portavoz de ERC en el Congreso, que la destrucción sistemática de los derechos democráticos y los avances feministas, y, como preocupa al analista de derechas, José Antonio Zarzalejos, el frente entre la recentralización del estado y los autogobiernos.

El capitalismo occidental estadounidense va a por todas. Necesita expropiar la vida y el tiempo de la naturaleza, la vida y el tiempo de las mujeres, la vida y el tiempo de las personas migrantes, la vida y el tiempo de la diversidad de género y cultural, la vida y el tiempo de los pueblos europeos, los con estado y los sin estado. A esa tarea es a la que se va a dedicar el futuro gobierno del PP y VOX por medio de la coerción y la persecución.

Por eso, la propuesta de Gabriel Rufián es una propuesta decente, digna de tener en cuenta tanto dentro de ERC, como por las fuerzas nacionalistas periféricas, como por la izquierda trasformadora no subalterna del PSOE que representa Podemos. Digna de ser pensada a nivel de estado con carácter estratégico y aplicada tácticamente en los distintos niveles electorales y territoriales. Gabriel Rufián nos propone que dejemos de mirar nuestro ombligo, porque mientras lo hacemos exponemos la cabeza a la guillotina trumpista que manejarán, como verdugos pagados, PP y Vox.

Publicado en La Voz del Sur