martes, 12 de marzo de 2013

La ruptura con el capitalismo, una necesidad democrática para salir de la crisis (3 de 4)


3. Sin hegemonía no hay victoria
La primavera árabe forzó algunos procesos democráticos en el norte de África. Tras la demanda de justicia e igualdad y el derrumbe de los gobiernos corruptos y totalitarios (Túnez y Egipto), los procesos electorales se decantaron mayoritariamente del lado de los partidos de raíz religiosa islámica. La izquierda laica y democrática que centralizó toda la protesta en la callé (visible por el gran número de mujeres que participaban en ella), no tenía la hegemonía social. A pesar de esto, a la izquierda democrática sólo le cabe la aceptación de los resultados y mantener la tensión y la lucha por los ideales emancipadores. No hay que dar armas ni argumentos al enemigo.

En Europa, si algo debe de tener claro la izquierda es que el poder de la troika, representado por la mayoría de los gobiernos europeos, incluida la socialdemocracia francesa de Holande (nótese la reforma laboral pactada con el empresariado en contra del movimiento sindical organizado), no va a abandonar su estatus de dominio si no es como resultado de la pérdida concatenada de elecciones.


Si algo debemos de tener claro es que no hay salida al drama de la pobreza generalizada y la desigualdad si no se cambia por la vía democrática la relación de fuerzas en la mayoría de los parlamentos de Europa, o al menos, en los parlamentos del sur de Europa, Grecia, Italia, España y Portugal. Hay que ganar elecciones, y para ganarlas es necesario tener la hegemonía social. Solo el reforzamiento de la ideología de confrontación contra la ideología neoliberal del capitalismo puede conseguir que una mayoría de la población perciba la alternativa.
Las consignas de la ciudadanía indignada, organizada o no, que esperan que, en un acto de idílica bondad, los gobiernos de derechas, tecnócratas o populistas, abran las puertas a reformas de leyes electorales para mejorar cualitativamente la representatividad, convoquen elecciones constituyentes y se expongan a la incertidumbre de las urnas, están abocadas al fracaso. Es más, aún en el improbable supuesto de que así lo hicieran, no está garantizado el hecho de que una nueva distribución de la representación de partidos y territorios garantizase la salida hacia un modelo justo, social y federal. El fracaso puede ser aún mayor si se vuelve a demostrar que, como en Grecia, Portugal o Italia, electoralmente no somos el 99%, ni somos mayoría, ni nada que se le parezca de lejos.
Nada conseguiremos rodeando una y mil veces el congreso, si no es el enroque del poder político actual (la derecha del PP). Aquí hay democracia formal, y esto no es falso por mucho que gritemos “lo llaman democracia y no lo es”. Acometer directamente contra el Congreso, legitimado en las urnas hace poco menos de año y medio, donde además, no todos las y los diputados son cómplices del gobierno del PP, y proponer un proceso constituyente, convocado por el gobierno actual, sin intermediación de elecciones en las que podamos llevar tal propuesta en el programa, es argumento fácil para alimentar la criminalización de los movimientos sociales y el miedo al vacío de una buena parte del electorado. Es además ignorar la altísima complejidad social y territorial del Estado español.
Necesitamos una alianza que pueda representar a una mayoría social, que pueda reflejar una mayoría electoral, y que tenga claro que lo que hay no sirve porque no garantiza la dignidad humana (la sanidad, las salud, las pensiones, el trabajo, la vivienda, los derechos básicos,…). Que tenga claro que la troika es el enemigo, que o acabamos con el capitalismo o el capitalismo acaba con todo, que la política es la solución y no el problema. Que la solución está en Europa y no contra Europa. Que la corrupción no es fruto de la maldad sino del modelo económico e institucional.
La solución está en la política, no en la antipolítica. La antipolítica es un salto al vacío. Beppe Grillo y su 5 Estellas del todo está en la red”, está demostrando la inutilidad de la antipolítica. Ha obtenido la fuerza electoral suficiente para comenzar a cambiar las cosas, para forzar una negociación con Bersani en una posición de fuerza que haga realidad su discurso contra la troika, que plantee condiciones de reformas legales en Italia para un reparto justo de la productividad, que obligue a una transición hacia un modelo económico ecológico y social, equitativo e igualitario. ¿Por qué en lugar de utilizar esa fuerza electoral obtenida para avanzar hacia la emancipación, fruto de la indignación, se enroca en el “contra todos”? Porque no hay proyecto político real y mucho menos sustrato ideológico que lo sustente. Más bien parece una vendetta, y en política las vendettas siempre acaban mal.
Algo hemos de aprender de los procesos políticos y electorales que se han dado en el sur de Europa y en Francia durante el último año. De sus diferencias y similitudes y de sus consecuencias electorales. Y una cosa está clara, ni la izquierda transformadora ni el ecologismo político, tiene apoyo suficiente para gobernar un proceso de cambio real. Y eso es lo primero que hay que conseguir, apoyo suficiente.
Claro que queremos una nueva Constitución, pero no cualquier nueva constitución. Para conseguirlo, necesitamos una alianza social y política que ponga en el horizonte ese objetivo, el objetivo de un nuevo proceso constituyente que solo puede ser convocado desde el poder político cuando ese poder político está sustentado por una gran mayoría social.
Con ese horizonte de largo alcance, con propuestas de choque para corregir “ya” los excesos del capitalismo y con una visión plural de la diversidad nacional del Estado, es como hemos de intentar ganar la hegemonía social, para ganar en las urnas, para cambiar la correlación de fuerzas y para conseguir un modelo económico y social realmente justo.
@marioortega