viernes, 8 de enero de 2016

El sagrado territorio de la cultura


Sabemos que las celebraciones cristianas -católicas- coinciden con fechas que son hitos astronómicos, como los solsticios y equinoccios. Momentos del año en los que ancestralmente muchas culturas sitúan sus muertes, sus renacimientos, sus cosechas y sus épocas libertinas de mezcla colectiva. Eso lo sabemos.

Con su habitual habilidad en la creación y manejo de rituales la iglesia que se muestra guardia pretoriana del poder, cuando no el poder mismo, y su derecha ideológica que suministra adormidera para justificar las acciones de la derecha económica, utilizan toda manifestación popular de júbilo para inocular un sentido propio. Para ello el relato, los personajes y el decorado de la fiesta son pensados con el fin de que reflejen sus preferencias ideológicas. Monarquía, papel súbdito de la mujer, de los estratos socioeconómicos menos favorecidos, subalternidad de la infancia, elogio del sufrimiento y el dolor,..., se representan en el cuadro de forma diáfana.

Tocar ahí, apropiarnos de la fiesta, cambiarle el ritual, para otorgar un sentido que admire lo justo, lo igualitario y lo creativo, les duele mucho. Les duele tanto, porque se creen poseedores ad eternum del bastón de mando absolutista.

Nunca hasta ahora desde la transición del 78 vimos gobiernos municipales con ganas y capaces de disputar el sentido de las fiestas populares, de los rituales y de los actos protocolarios, para hacerlos incluyentes, republicanos y democráticos. Nunca hasta ahora se habían puesto tan nerviosos con los cambios en lo aparentemente banal.

El sagrado territorio de la cultura popular es el lugar central de la guerra ideológica por la justicia.


@marioortega