No conozco personalmente a Andrés Bódalo, tampoco a Miguel Hernández; para saber quienes son no es preciso haber mantenido una conversación con ellos. Ellos, los sensibles, los que son parte de la parte solidaria que nos acompaña, los hambrientos de amparo y sedientos de justicia, hablan por sus actos.
No conozco personalmente a toda esa caterva de infamia que alienta el odio contra Andrés Bódalo y se apunta a heredera de Miguel Hernández; para saber quienes son no es preciso haberlos rozado, basta sufrir sus obras en la tierra. Ellos, los dueños del cinismo, los ayunos de dignidad, se acompañan a diario del olor a náusea de la impostura y de las cámaras de televisión que pagan nuestras carencias.