Como cuervos y cuervas ingenuas hemos quedado esta semana casi doce millones de votantes progresistas, socialistas y de izquierdas. Incluida la ex presidenta andaluza Susana Díaz, gran cuerva ingenua ojiplática al ver cómo el Sánchez de “este muchacho no sirve pero nos sirve”,después de ganarle las primarias ascendiendo por la izquierda con discurso podemita, acaba asumiendo sus postulados y queriendo gobernar por la derecha con el “querido Albert” de la última epístola.
Los coros militantes de la noche electoral del 28 de abril que gritaban “con Rivera no” y “sí se puede” los reconocemos ahora más que como una fiesta como un aviso al líder para que no volviera a la senda de la traición. Y volvió. La noche del 28A la propia militancia del PSOE fijaba un límite en la negociación, temerosa de que se volviese a mirar a la derecha como hizo Susana Díaz en Andalucía con las consecuencias sabidas.
Las cuervas y cuervos ingenuos, incluido Pablo Iglesias, debimos suponer esa misma noche que Sánchez había mentido y pretendía cortejar a Ciudadanos para zafarse de Unidas Podemos y contentar a la CEOE y al Ibex35, a Macron y a Merkel, al banco de Santander y a Blackstone. Zafarse de Unidas Podemos tenía dos vías, pactar medidas programáticas a cambio de investidura para incumplirlas luego como habitualmente, o esperar los votos “de estado” del querido Albert o del apreciado Casado. Viéndolo imposible, a la vuelta de unas tranquilas vacaciones veraniegas en Doñana, Sánchez ofreció la tercera vía, que no era otra que una oferta de colocación para los liderazgos de Unidas Podemos en diferentes entes públicos con el fin de tenerlos atados y bien atados. El truqui del almendruqui del PSOE de siempre y del grupo Prisa para domesticar los escenarios progresistas a cambio de dinero y ego.
Cualquier cosa menos aceptar que casi doce millones de votantes se habían ilusionado con un Gobierno que frenase a la derecha y derogase la reforma laboral, garantizase las pensiones indexándolas al IPC, regulase el precio de la vivienda en las zonas tensionadas, pusiese en marcha de verdad el pacto contra la violencia machista, comenzase la transición energética y ecológica luchando contra los efectos del cambio climático, recuperase la inversión en ciencia, universidades, educación, salud e industrialización, acabase con el voto rogado, con la ley mordaza, las puertas giratorias y los oídos sordos.
El 10 de noviembre la España de la justicia social, económica, de género y ambiental, la España que se siente progresista, socialista, socialdemócrata más o menos de izquierdas nos la volvemos a jugar. Yo iré a votar como siempre hago desde que voté por primera vez en el referéndum por la autonomía andaluza del 28 de febrero de 1980. No lo haré con la nariz tapada, lo haré pensando que mi voto útil va a ser más útil sobre la opción a la que Sánchez, mintiendo ha vetado, ese veto, ese candado que pretende meter la esperanza en la cárcel del desencanto hemos de romperlo con nuestro voto. Cambiemos veto por votos.
Solo un dato, la abstención en Andalucía en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 que entregaron el Gobierno a la derecha con Vox fue de 2.602.546 (el 41.35% del electorado andaluz). En las elecciones generales del 28 de abril de 2019 fue de 1.685.588 (el 26,69% del mismo electorado andaluz). 916.958, casi un millón más, votaron en las generales que en las andaluzas a la llamada de la esperanza.
La traición de quien ha hablado con lengua de serpiente no puede tener como consecuencia que los cuervos y las cuervas volvamos a ser ingenuos. ¡Por Manitú, ve a votar!