miércoles, 15 de diciembre de 2021

Aliento para la voluntad de poder andaluz


Los poderes dibujan la geopolítica trazando redes de transporte de mercancías y energía, zonas extractivas, espacios de dominio de mercado, regiones industriales, territorios al servicio de capitales especulativos y lugares colonia, cuya población y medio natural no cuenta si no es para explotar o expoliar.

El cambio climático, la pandemia, la certeza de la escasez de combustibles y materias primas son nítidamente visibles. La crisis ecológica es la madre de todas las crisis: calentamiento global, pérdida de biodiversidad y límites planetarios. El neoliberalismo y su salida a la crisis financiera de 2008 han chocado con los límites de la economía real, con la deslocalización de la producción en China y con la ansiedad vital de buena parte de las clases medias estadounidense y europea.

Las potencias mundiales reajustan lo mapas. El capital productivo europeo y mundial, también parte del financiero, necesita estados con amplias capas de población seguras de su futuro, lo que hace imprescindibles las organizaciones civiles, los sindicatos y las organizaciones empresariales para defender intereses territorializados. Ese capital tiene un problema crítico ideológico ante el crecimiento de ultranacionalismos antidemocráticos que abrazan adaptaciones patrias del trumpismo.

En las regiones de Europa la línea divisoria entre bienestar y explotación, entre seguridad vital e inseguridad, entre calidad de los servicios públicos y sálvese quien pueda, entre derechos o retrocesos, en definitiva entre democracia e involución totalitaria, la marca la fuerza electoral de la ultraderecha. El riesgo para Andalucía es Vox, donde irrumpió en España a través de la puerta de la alianza de la entonces presidenta Susana Díaz con la consigna monárquica del “a por ellos”.

No sabemos cuándo serán las elecciones andaluzas; el año entrante. Las encuestas que luce el Gobierno andaluz dicen que el PP gana, que Vox condicionará el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla más que lo ha hecho hasta ahora. Puede obtener un resultado suficiente para que el PP tenga que compartir Gobierno. Tras Polonia, Hungría, Austria, antes Italia con la Liga, Andalucía sería la siguiente en tener a la ultraderecha en el gobierno. No es asunto menor. El tamaño poblacional de Andalucía la sitúa en el puesto número quince de la UE de los 26, sin Reino Unido, con una población similar a la de Austria.

El agravante en el contexto actual es que Andalucía está ayuna de iniciativa política, muy dependiente de las políticas de estado de los partidos de Estado. A pesar de tener una identidad cultural de alto calibre, carece de proyecto político propio que presente una alternativa de progreso, un plan de futuro que nazca de la tierra. Ni el continuismo del viejo (y no renovado) PSOE-A, controlado ya por Pedro Sánchez, ni el conservadurismo agravado del PP andaluz, cuyas residencias están entre la del gobierno de la Comunidad de Madrid y el centralismo de la Calle Génova, tienen proyecto andaluz.

El presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, se muestra reacio a acelerar la convocatoria electoral a pesar de no tener presupuestos para 2022. El tiempo juega en su contra si fragua un proyecto andaluz de progreso potente. La sanidad se deteriora día a día, el daño ha saltado a la atención primaria con listas de espera de más de 15 días, la educación pública sufre recortes inhumanos, no hay política agraria, ni industrial, ni de empleo, ni de ningún tipo. Juana Manuel Moreno y Juan Marín surfean sobre la propaganda, con la insana esperanza de que la construcción se reapodere de Andalucía y, junto con el turismo, alimente con gotero un cuerpo económico andaluz comatoso.

El pueblo andaluz, destruida por parte de parte de sus creadores, lo que en la práctica era el primer frente amplio y ampliable de estado español, Adelante Andalucía, no puede permitirse un minuto de descanso. Es preciso activar la voluntad de poder andaluz, la voluntad real de gobernar, la voluntad de influir en las políticas de estado para hacer frente desde la territorialidad a los problemas estructurales sangrantes de Andalucía.

El próximo ciclo electoral comenzará en Andalucía y, como en el anterior, la fuerza electoral de cada espacio determinará la capacidad de avance progresista ante los grandes retos de país. La cuestión territorial será la pieza clave diferencial que delimitará la línea divisoria entre opciones de progreso democrático, freno o involución. Si Andalucía por interés propio no suma a un proyecto de Estado progresista, feminista y ecologista, restará, lanzada como ariete contra la única España justa posible, la España federal.