Hoy comienza en Durban la décimo séptima Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP17.
El dos de noviembre tuve la oportunidad de moderar en Madrid, en el marco de una Jornada sobre la Agenda Climática de la Unión Europea organizada por la Fundación EQUO, una mesa redonda con el título “La Agenda Climática de la UE de cara a la Cumbre del Clima de Durban”.
En ella participaron: Alicia Montalvo, Directora General de la Oficina para el Cambio Climático, del Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino; Aida Vila, Responsable de campaña Cambio Climático de Greenpeace España; Llorenç Serrano, Secretario de Medio Ambiente de CCOO; y Mar Asunción, Responsable de campaña de Cambio Climático de WWF España.
Os cuento mis impresiones.
Tras el fracaso de Copenhague (COP15) en la que las organizaciones civiles habían depositado un esfuerzo y una confianza que no se tradujo en acuerdos políticos relevantes, se llegó a Cancún (COP16) intentando recomponer la situación. Un acuerdo de mínimos surgió en México, lo que permite mantener vivo la esperanza de Kyoto.
En Cancum las partes se comprometieron a reconocer que el proceso debe ser multilateral, a crear planes y estrategias de desarrollo bajo en carbono, evaluar la forma de hacerlo y reportar inventarios de las mismas a la ONU, a registrar las acciones de los países en desarrollo con financiación y desarrollo tecnológico de los países industrializados. Acordaron dar continuidad al protocolo de Kyoto, que vence en 2012, en tanto no exista otro instrumento que lo prorrogue o lo sustituya. Y, lo que es más importante, la financiación de arranque rápido con 30 mil millones de dólares provenientes de los países industrializados para apoyar las acciones de los países en desarrollo hasta el año 2012, así como 100 mil millones más a recaudar en fondos a largo plazo para 2020.
Éste es, resumidamente, el punto de partida para Durban.
De nuevo, superado ya el debate sobre la certeza del cambio climático, el nuevo informe del IPCC es el más contundente a este respecto, no hay duda sobre el calentamiento global de causa antropogénica, ni sobre las consecuencias dramáticas, ahora y en el futuro, si no pasamos rápidamente a una economía baja en carbono.
Las organizaciones civiles ecologistas pedirán compromisos de obligado cumplimiento para limitar el aumento de temperatura en 2ºC, y frenar las emisiones para no sobrepasar la barrera de las 450 ppm, que haría irreversible el proceso de cambio climático. Tengamos en cuenta que ya estamos en el entorno de 395 ppm, 115 unidades de concentración más que en la era preindustrial (hace algo más de 200 años, la concentración era de 280 ppm.). Un nuevo acuerdo internacional que sustituya a Kyoto en 2012, o en su defecto su continuidad mejorada.
La incorporación a las COP, como observadores al igual que las organizaciones ecologistas, de las centrales sindicales, representadas por sus responsables de medio ambiente ha potenciado la variable que tiene en cuenta las consecuencias de una transformación hacia una economía verde en las relaciones de producción laborales. La conclusión directa es que es necesaria una alianza fáctica entre el mundo sindical y el mundo ecologista que permita afrontar la vertiente humana.
Los ecologista sabemos que sin lucha contra el cambio climático no hay salida a la crisis multifuncional actual, la idea de “transición justa en visión compartida” introduce una variable que puede reforzar la necesaria alianza entre el mundo del trabajo y el mundo de la ecología ambiental. Durban, debería tener en cuenta no sólo compromisos, dinero, y mecanismos de control, si no que deberá establecer la evaluación de la afección sobre el trabajo y plantear mecanismos correctores durante la etapa de transición hacia una economía verde baja en carbono.
El muro que obstaculice los acuerdos, como siempre, estará en la respuesta a la pregunta ¿quién manda aquí? Vivimos tiempos de destrucción de los espacios democráticos. Los gobiernos electos son sustituidos por técnicos al servicio del poder económico financiero. La tendencia a la desaparición del empoderamiento de la sociedad por la vía de una democracia de calidad es negativa.
Lo siento, pero no encuentro razones para la esperanza, espero equivocarme rotundamente. Habrá acuerdos, sí, pero los mecanismos de tutela del cumplimiento, o no existirán, o será laxos. Nada cambia, si no cambia la política, si no hay una exacta separación entre gobiernos y lobbies del carbono, y no la hay (más al contrario, los lazos se acentúan). Europa, sumida en una crisis que es una crisis de sus instituciones, una crisis de representatividad, una crisis, en definitiva de la democracia, no liderará ningún proceso de transición verde.
Solo en Alemania existe una potente sociedad civil que puede desequilibrar estas relaciones de poder, pero no hay contagio hacia el resto de Europa. En la periferia europea el drama del desempleo actúa como una máscara.
La ceguera impide ver a la izquierda sindical, intelectual y social, que no hay salida viable si no se mitiga el calentamiento global. Que no es por la vía del incremento de la producción y el consumo (nótese que no digo productividad), como escaparemos de la caída al abismo. ¿Cuánto me gustaría que en los llamados sindicatos de clase, fuesen los responsables de medio ambiente los que establecieran las estrategias políticas de confrontación contra el capital y sus gobiernos títeres. Ese es el verdadero palo que puede bloquear la espiral de la actual crisis civilizatoria.
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