La película “El infierno de odio”, de Akira Kurosawa, comienza con una escena, hablo de memoria, en la que los altos directivos de una empresa de fabricación de zapatos en Japón discuten sobre la calidad final. Las posiciones se contraponen.
La vieja generación se resiste a utilizar materiales de menor calidad, en tanto la nueva, que se impone, argumenta que para vender más zapatos y mantener el incremento de la producción es necesario que estos se rompan transcurrido un tiempo. La escena no define el tema central, el director la usa para contextualizar la época y el ambiente. Años 50. Japón crece aceleradamente y la desigualdad se incrementa.
La vieja generación se resiste a utilizar materiales de menor calidad, en tanto la nueva, que se impone, argumenta que para vender más zapatos y mantener el incremento de la producción es necesario que estos se rompan transcurrido un tiempo. La escena no define el tema central, el director la usa para contextualizar la época y el ambiente. Años 50. Japón crece aceleradamente y la desigualdad se incrementa.
El modelo capitalista necesita del crecimiento permanente, ilimitado. Crecimiento es aquí siempre crecimiento de capital acumulado. La obsolescencia programada es el conjunto de técnicas y medios que hacen que los productos de consumo, tangibles o intangibles, tengan una vida limitada, incluso independientemente de su nivel de uso. Las cosas materiales o inmateriales dejan de servir transcurrido un tiempo.
Así se alimenta la necesidad de seguir consumiendo. Ropa de usar y tirar, tecnologías informáticas que cambian a velocidad de vértigo, música de consumo de temporada, vivienda, turismo voraz. Nada se escapa a la táctica de programar la durabilidad de las mercancías. Es un proceso que retroalimenta una patología de nuestra época, la ansiedad por consumir por poseer, por estar a la última.
El daño es muy grave. La tierra tiene límites biofísicos. Es imposible el crecimiento infinito, es dañino actuar a favor de la irreversibilidad de los procesos.
¿Hay otra forma de vivir? ¿podemos vivir bien rompiendo esta dinámica asesina? Podemos vivir mejor. Todo pasa por desmaterializar la economía productiva. Todo pasa por producir valor. Social, cultural, ambiental, educativo, sanitario,... El precio es consecuencia del marco legal, es consecuencia de las reglas de juego del mercado. Y las reglas del juego las imponen los dueños del capital.
Necesitamos una economía verde que disminuya los insumos, que cierre los ciclos de materia, que use las renovables. Metamorfosis, simbiogénesis y biomimesis. Esto además da trabajo.
Cuentan del filósofo Epicuro que uno de sus alumnos iba a emprender un viaje y le preguntó que qué le traía como regalo. Le respondió, tráeme un trocito de queso para que me dé un festín.
El consumismo nos encadena a la angustia de la insatisfacción, el deseo de poseerlo todo acaba de un golpe con cualquier posibilidad de ser libres, con cualquier posibilidad de emocionarse con lo que no cuesta dinero y resulta gratuito a nuestros sentidos.
El parpadeo luminoso que se nos viene encima es un hipnótico que nos invita a pasar a una fiesta en la que no participamos realmente. ¿Seremos zombis sin alma narcotizados por un espectro que manda nuestro deber de consumidores insaciables?
*Ilustración, poema visual de Miguel Agudo Orozco