La debilidad política de Andalucía frente al Estado español ha llegado a cotas altísimas. Por primera vez la derecha española de raíz católica puede gobernar la comunidad autónoma más grande de España. Así lo dicen las últimas encuestas.
El camino lo abrió el más nefasto de los presidentes que la socialdemocracia haya tenido en toda Europa, me refiero a José Luis Rodríguez Zapatero, que se plegó a Sarkozy y Merkel, y a partir de 2010 abrió todas las puertas de las reformas neoliberales, dejando expedito el camino triunfal de la derecha. Ha sido Zapatero, con sus gobiernos, el que puso en cuestión el modelo de estado social y de derecho pactado en la transición con sus reformas fiscales banales, su reforma del sistema de pensiones y su incapacidad manifiesta para plantar cara a los poderes fácticos de la banca española. Y la puntilla, la reforma constitucional pactada con el PP, con nocturnidad y alevosía, para limitar el techo de déficit por imperativo alemán.
Ello y más unido a un presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que no ha querido hacer valer el peso político andaluz dentro de su partido a nivel de Estatal. Andalucía ya no pinta nada en las relaciones de poder del Estado
Basten tres ejemplos por pasiva: el pago de la deuda histórica se hizo en solares, todo un escarnio para Andalucía, la permisividad y connivencia en la desactivación del sector de las cajas de ahorro andaluzas (ahora ya todas sin control político andaluz), la aceptación por lo bajini de la implantación de misiles americanos en la base de Rota. Y algunos más por activa: la reordenación del sector público que desencadenó la marea naranja, la desactivación del modelo de cotizaciones sociales agrarias, la indolencia frente al crecimiento espeluznante de las cifras de desempleo en Andalucía y la regresión en materia de legislación ambiental y urbanística.
De aquellas lluvias, estos lodos.
La encuesta certera será la del 25 de marzo, y se traducirá en una composición del parlamento andaluz en el que sólo se ven dos escenarios posibles: una mayoría absoluta del Partido Popular (este es el más probable a la luz de los datos) o una mayoría formada por PSOE e IU (menos probable). No es descartable la entrada de nuevo del PA, y si parece que UPyD finalmente no conseguirá entrar en Andalucía. Esperemos a que hablen las urnas.
En cualquier caso ya se vislumbran cuales van a ser las líneas centrales de la confrontación política en Andalucía, dos de ellas van a rememorar a las de la etapa de la transición.
La primera va a enfrentar la demanda de “un poder andaluz” frente a las visibles y previsibles alianzas de los poderes económicos central, catalán y vasco que jugarán a mantener sus privilegios de clase en virtud de un Pacto Fiscal que incremente aún más las desigualdades entre territorios. En cierto modo, el triángulo PP-PNV-CiU querrá actuar frente al sur como el eje Merkel-Zarkozy lo ha hecho respecto de la Europa periférica. Si manda, Arenas, entregado a Rajoy podría facilitarles la tarea, si el gobierno es otro habrá fuerte discordia institucional Junta-Gobierno Central.
La segunda, la de siempre, la izquierda contra la derecha, será la de la reclamación de los derechos sociales y económicos usurpados y la demanda de equidad y justicia social. La energía que alimente esta lucha saldrá de los efectos diferenciales de la crisis en Andalucía, la tasa altísima de desempleo, la dependencia externa de la economía agraria, el paro juvenil, la disminución de los sistemas de amortiguación de las desigualdades, la pérdida de calidad en la sanidad y la educación andaluza, y una generación juvenil muy preparada y, a su vez, sin futuro.
Y, por último, la tercera, y no menos importante por su carácter emancipador, la lucha por la defensa de los derechos civiles alcanzados que el PP pretende desactivar progresivamente con el apoyo explícito de la jerarquía católica. Aquí, el feminismo, volverá a ser el vórtice simbólico de todas las demás demandas de libertad.
Sobre estas líneas habremos de montar las trincheras para empoderar políticamente a Andalucía. Tenemos la obligación de agitar la bandera de Andalucía con los vientos de la ecología política, la izquierda renovadora y el andalucismo. En P36 ya sabemos algo de eso.
De una manera u de otra, nos vemos juntos en la calle. Seguro.