En El sublime objeto de la ideología Slavoj Zizek, Capítulo 2, Del síntoma al sinthome – La dialéctica del síntoma, hay un pasaje titulado Repetición en la historia. En él mantiene la tesis de que la condición previa para la Verdad es el error, la falta, una especie de intento fallido que se adelanta a su momento de oportunidad y que abre la puerta a la “transferencia” desde un estado de no reconocimiento de la “opinión pública” de la necesidad de cambio a una situación donde la verdad revolucionaria del cambio político es revelada, constituyéndose en ideología hegemónica que explica la causa de los síntomas que hasta ese momento no podían ser comprendidos.
Para ilustrar la tesis, Zizek, recuerda el debate entre Rosa Luxemburg y Eduard Bernstein, desde la perspectiva de la “lógica del error”.
Encontramos la misma lógica del error como una condición interna de la verdad en Rosa Luxemburg, en la descripción que hace del proceso revolucionario. Estamos aludiendo a la argumentación que hace contra Eduard Bernstein, contra su miedo revisionista de tomar el poder “demasiado pronto”, “prematuramente”, antes de que las llamadas “condiciones objetivas” hayan madurado… La respuesta de Rosa Luxemburg es que las primeras tomas del poder son necesariamente “prematuras”, el único modo que tiene la clase obrera de alcanzar su “madurez”, de esperar la llegada del “momento apropiado” para la toma del poder, es formarse, educarse para esta toma, y el único modo posible de alcanzar esta educación son los intentos “prematuros”…
Los intentos fallidos, los errores, fuera del momento oportuno son así condición necesaria para crear las condiciones subjetivas, aquellas en que la verdad, el acierto, ya puede aflorar. Y continúa:
La oposición a la toma “prematura” del poder se revela, así pues, como opuesta a la toma del poder en cuanto tal, en general: para repetir la famosa frase de Robespierre, los revisionistas quieren una “revolución sin revolución”.
Slavoj Zizek nos lleva así a la teoría de la repetición que Hegel elabora a propósito de la muerte (el asesinato) de Julio César:
… cuando César consolidó su poder personal y lo fortaleció hasta proporciones imperiales, actuó “objetivamente” (en sí) de acuerdo con la verdad histórica, la necesidad histórica. La forma republicana estaba perdiendo validez, la única forma de gobierno que podía salvar el estado romano era la monarquía, un estado basado en la voluntad de un sólo individuo; pero era todavía la república la que prevalecía formalmente (por sí misa, en la opinión de la gente). La República “estaba todavía viva sólo porque se olvidó de que ya estaba muerta…
A la “opinión” que todavía creía en la República, el acaparamiento de poder personal de César, que era, por supuesto, contrario al espíritu de la República, le parecía un acto arbitrario, una expresión de contingente obstinación individual: la conclusión era que si este individuo César) fuera eliminado, la república volvería a adquirir su pleno esplendor. Pero fueron precisamente los que conspiraron contra César (Bruto, Casio, y los demás) quienes, siguiendo la lógica de la “astucia de la razón”, dieron testimonio de la verdad (es decir, la necesidad histórica) de César: el resultado final, el producto del asesinato de César, fue el reino de Augusto, el primer Caesar: La verdad surge, así pues, del primer fracaso: al fallar; al errar en su meta expresa, el asesinato de César cumplió la tarea que le había asignado, de manera maquiavélica, la historia: poner de manifiesto la necesidad histórica denunciando su propia no verdad, su propio carácter arbitrario, contingente.
Todo el problema de la repetición está ahí: en ese pasaje de César (el nombre de un individuo) a Caesar (título del emperador romano). El asesinato de César, personalidad histórica, provocó, como resultado final, la instalación del cesarismo. César persona se repite como César título. ¿Cual es la razón, la fuerza impulsora de esta repetición? A primera vista parece que la respuesta está clara: el retardo de la conciencia en cuanto a la necesidad histórica “objetiva.”
El 15M es el acontecimiento que revela la verdad, y con ella, la necesidad de sustituir el régimen democrático del 78, que lleva incrustadas pesadas piedras del franquismo. Sustituir desde y para la democracia y las mayorías el modelo institucional del 78 requiere, como ya se ha dicho en muchos sitios, la sustitución del tapón que obstruye el cambio, el Partido Socialista Obrero Español, como representante hegemónico de la izquierda.
El primer intento notable lo protagonizó Izquierda Unida con el liderazgo de Julio Anguita, falló. Ahora la alianza Unidos Podemos promueve un nuevo intento que, no sólo puede sobrepasar al PSOE liquidando su hegemonía en la representación de las mayorías progresistas agredidas por el capitalismo neoliberal, sino que, descorchado el tapón que sirve de contención al empuje del cambio, puede desbordar al mismísimo voto ideológico del Partido Popular.
Fue necesario el primer intento, tuvo que huir el sistema del corsé de los límites biofísicos hacia el capitalismo especulativo financiero, tuvo que estallar la crisis, y tuvo que revelarse la verdadera función del bipartidismo para que el 15M gritara “no nos representan”, abonando así el renacimiento de un nuevo actor popular para el cambio que, aquí y ahora, significa nada más y nada menos que la defensa radical de la democracia.
Publicado en Paralelo 36 Andalucía