Cuentan que cuando se iba a construir la central nuclear de Almaraz en Extremadura, a principios de los setenta del pasado siglo, un agricultor de la zona, ante la lluvia de parabienes políticos y empresariales que aparecían en la prensa, se empeñó en negar las bondades de la mole de hormigón. Decían, erre que erre, que iba a traer el paraíso a la olvidada región extremeña, pero él erre que erre lo desmentía.
Aquel hombre sin estudios lo más parecido a un átomo que había visto eran las cabezas de ajos que recogía en los sembraos. No obstante se empeñaba en negar la mayor enfrentándose a ingenieros superiores, químicos cuánticos, físicos atómicos y otras gentes de pose superlativa. En fin, a todo el que alabara el progreso que, según argüían, iba a llegar en forma de kilovatios nucleares.
Su único argumento de oposición era tan breve como irrefutable: “Si fuese tan buena se la habrían quedao en Madrid.”
De esta anécdota me acuerdo a propósito de la propuesta de instalación en Granada de un acelerador de partículas para desarrollar tecnología para la energía nuclear de fusión. Al parecer compiten por el proyecto Granada y Polonia, no se si porque España no existe o porque el gobierno está tan en funciones que no sabe si estará tras el 26J para fusiones o para disoluciones.
En cualquier caso, la ecología, y si no es que no es ecología, tiene claro que con la energía nuclear no vamos a ningún sitio. Ni con la de fisión implantada comercialmente, ni con la de fusión, que lleva siendo quimera tecnológica durante al menos seis decenios.
La primera, la de fisión, basada en la desintegración del núcleo atómico, por sus tremendos riesgos radioactivos probados (Chernóbil, Fukushima), su carácter agotable (el uranio y demás tierras raras tienen reservas limitadas), su dependencia externa (de la tecnología y para el enriquecimiento del combustible), su no saber que hacer con los peligrosísimos residuos y su inviabilidad económica (las centrales nucleares sólo fueron posibles con grandes subvenciones y créditos públicos por debajo del interés comercial).
La segunda, la de fusión, basada en la integración de núcleos atómicos, porque es una vieja promesa incumplida que lleva decenios enterrando dinero público ya en pesetas, ya en dólares, yenes, marcos, libras o euros, sin obtener un sólo kilovatio hora comercial de energía eléctrica. Eso por un lado, por otro, porque la energía nuclear de fusión, que siempre nos la prometen que será casi gratis, tiene un enorme potencial político para atacar la democracia. Caso de conseguirse, la concentración de poder que supondría controlar tecnológicamente esta fuente de energía haría a la humanidad dependiente de unas cuantas multinacionales y unos cuantos estados. Y más, porque una fuente de energía tan inagotable, como dicen que sería, induciría necesariamente tal grado de consumo que cambiaríamos por completo las condiciones de posibilidad biofísicas del planeta, más si cabe que con el efecto invernadero de los combustibles fósiles. Esto es, la energía en sí sería un contaminante planetario debido al segundo principio de la termodinámica que, simplificando, viene a decir que convertiríamos la tierra en una gran bola caliente que requeriría más y más energía para enfriarla y así en una espiral infernal.
De un lado, lo que conocemos del proyecto IFMIF-DONES (que así se abrevia the International Fusion Materials Irradiation Facility) es escaso. De otro sería un error plantear el debate en los términos de si no se queda aquí se lo llevará Polonia.
En los tiempos en que la población y la opinión pública demandamos transparencia no basta con prometer empleo y un futuro mejor. Así es como ha funcionado todo el sistema que ha destruido patrimonio natural, ambiental, industrial y agrario andaluz, prometiendo mundos felices que ya vemos a donde nos han llevado.
Hay muchas preguntas que habremos de hacer, por ejemplo y para empezar: ¿Cuánto cuesta? ¿Quienes ponen el dinero y quienes se llevan los beneficios si los hubiese? ¿Qué garantías de seguridad tiene una instalación de este tipo? ¿Qué demanda de recursos naturales, agua y territorio por ejemplo, necesita este acelerador de partículas y de donde se obtendrán? ¿Que parte de la universidad granadina y andaluza se implicaría y quién pone los recursos económicos y humanos? ¿Hay compromiso de inversión continuada o el proyecto estará sometido a incertidumbre año tras año? ¿Si viene el dinero ahí para Andalucía, de dónde se quita?
Pero la pregunta fundamental creo que es: ¿Es necesario, hay alternativas que eviten la posibilidad del controles políticos antidemocráticos, calentamiento terrestre indiscriminado y tengan igualmente potencial de generación de empleo?
Sí, las energías renovables. Deberían ser la gran apuesta estratégica española, andaluza y granadina. Respecto al IFMIF – DONES, lo mejor es aplicar el principio de precaución, hacer muchas preguntas y exigir muchas garantías, no vaya a ser que aquel agricultor extremeño siga teniendo razón.