Las políticas killers de la democracia comandadas en España por el PP, asumidas con docilidad en aquella Andalucía de Susana Díaz y su pacto con Ciudadanos, son las que han dado lugar al nacimiento del auténtico killer de la democracia, Vox. No es extraño, por tanto, que el huevo de la serpiente del fascismo español eclosionara en Andalucía, territorio campeón de España en indicadores de paro, desigualdad, y precariedad.
El “a por todos” (y sobre todo todas) que significaron las reformas laborales, las subidas de impuestos directos e indirectos a las clases populares y medias, las bajadas de impuestos reales a la banca y las grandes empresas, la detracción de gasto en igualdad, justicia social, educación, salud y empleo para entregárselo a la banca vía rescate directo o vía endeudamiento público fue tapado por el “a por ellos” del PP y Ciudadanos al que se apuntó alegremente el PSOE andaluz inconsciente de que el pack antidemocrático de la derecha es indivisible y dentro de ese pack del “a por ellos” Andalucía era objetivo substancial.
Una definición tautológica de democracia podría ser esta: La democracia es aquel conjunto de relaciones con las que se práctica la democracia. No hay democracia sin práctica democrática. Por eso es tan importante que una fuerza política democrática como Unidas Podemos esté, en tiempos como estos, en el Gobierno de España. Nos estamos jugando cada vez más la democracia. Estar en el gobierno es un antídoto, un baluarte, contra la involución que hasta antier ha promovido y alimentado el viejo bipartidismo conservador, del que Vox es la consecuencia política más visible y terrible.
Por supuesto que es relevante recuperar derechos laborales y democráticos derogando leyes y avanzando con otras leyes. Por supuesto que es imprescindible recuperar bienestar social y familiar aumentando gasto público para garantizar escuelas, medicina, casa, pan, cultura, alegría, aire limpio y mujeres libres fuera del abismo de la precariedad y la pobreza. Por supuesto, porque eso es imposible sin democracia.
Por eso, para que la democracia sea cada vez más sólida, es imprescindible apuntalar las condiciones de posibilidad de la democracia. Así, derogar ya la ley mordaza, liquidar la posibilidad de puertas giratorias, limitar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación, democratizar las radios y televisiones públicas, descentralizar la elaboración y difusión de la información (Madrid no es España), democratizar el acceso a la carrera judicial y la forma en la que se eligen los órganos judiciales y fiscales para evitar su hiperideologización de derechas y su endogamia machista, reforzar la democracia en la escuela pública y las universidades, democratizar las fuerzas armadas y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, eliminar del código penal el delito de sedición y el delito contra los sentimientos religiosos, enaltecer el valor de la diversidad, la plurinacionalidad, los autogobiernos y las soberanías territoriales, sean demandadas por Teruel, por las comarcas del altiplano granadino, por Cataluña o por Andalucía, entre muchas cosas más, se hacen cada día que pasa más imprescindibles.
Debemos trabajar para que nunca más gritar a por ellos, cualesquiera que sean ellos, mujeres, inmigrantes, catalanes, kellys, sindicalistas, familias desahuciadas, pobres o ricos, titiriteros o premios Nobel tenga éxito político. La condición de posibilidad de la democracia es la democracia.