viernes, 1 de mayo de 2020

Una ventana de oportunidad para un gobierno inteligente


Cada vez que Sánchez decía en su comparecencia de la tarde del pasado miércoles para anunciar las fases de la desescalada que la unidad territorial de la misma sería la provincia, yo pensaba “tú verás”. Mis temores no tardaron en manifestarse en los medios de comunicación. Tanto el presidente (lehendakari) del País Vasco, Íñigo Urkullu, como el presidente del Euskadi Buru Batzar y portavoz parlamentario del PNV, Andoni Ortuzar, declararon al día siguiente que si el gobierno no negociaba con el PNV, por un lado, y el gobierno vasco por otro, los procedimientos y características territorializadas de la desescalada, perdería su apoyo parlamentario para continuar con el estado de alarma.

Antes, en sede parlamentaria y por motivos idénticos a los del PNV, Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso, preguntaba a los socios de coalición de Gobierno si de verdad querían continuar con la legislatura, cuando estaban ignorando en la gestión del estado de alarma a las comunidades autónomas, a Cataluña y a una formación clave como Esquerra para sostener parlamentariamente el Gobierno.

Pero no sólo desde los sectores nacionalistas e independentistas, aliados estratégicos del Gobierno para poder avanzar la legislatura y finalizarla, arreciaron las críticas. El presidente valenciano, Ximo Puig, del PSOE, que gobierna en coalición con y Compromís y Podemos la comunidad valenciana, planteó críticas en los mismos términos que el PNV o ERC. Las comunidades autónomas estaban siendo ignoradas y recurrir a las provincias como ente territorial sin negociarlo con ellas era, es, saltarse uno de los pilares de la constitución territorial, los gobiernos y los parlamentos autonómicos.

Los presidentes andaluz y gallego, junto con otros menos preocupados por la provincia, plantearon críticas sobre la falta de comunicación, cooperación y negociación leal con las comunidades autónomas. Consiguientemente de la transversalidad de la crítica de ignorar a las autonomías no se debe deducir directamente que es asunto de gentes nacionalistas e independentistas (aunque sean los más beligerantes en el asunto) sino que se ignora de hecho la constitución territorial escrita en la Constitución de 1978.

Personas, periodistas y políticos, nada sospechosos de nacionalistas, autonomistas, mucho menos independentistas o de izquierdas, decían en la SER de Granada que eso de la provincia no era lo más adecuado, que casi todas las comarcas granadinas, menos el área metropolitana, ya cumplían para pasar a la fase 1. Que por qué habían de esperar. Es la complejidad con la que debemos acostumbrarnos a trabajar quienes pensamos que frenar al neoliberalismo y la derecha pasa por la territorialización y el reparto cooperativo de soberanías. A la Guardia Civil y las policías locales les da igual controlar el cumplimiento de las restricciones de movilidad a nivel provincial que a niveles comarcales o de áreas sanitarias.

Espero que el Gobierno rectifique ya porque creo que pone en juego la mayoría de la investidura, el propio pacto de reconstrucción y los presupuestos. Es una torpeza gubernamental típica del poder, da igual por la izquierda que por la derecha, con residencia de muchos años en la Ciudad Estado de Madrid (en metáfora acertadísima de Enric Juliana). Las comunidades autónomas existen y están en la Constitución. La plurinacionalidad es consustancial a cualquier idea de una España democrática. No haber metido a PNV y ERC en los intríngulis de la definición de los estados de alarma no ha estado bien. Podía haberse hecho desde el principio sin muchos aspavientos. Ya es tarde para la discreción. Lo de la provincia como unidad para saltarse los poderes territoriaizados reconocidos en la Constitución y los estatutos es asunto muy serio. Estoy seguro que este gobierno que está demostrando inteligencia sobrada en la gestión de esta crisis sanitaria y su consecuencias socioeconómicas sobrevenidas, no dejará pasar más tiempo el asunto de la coordinación, la cooperación y el acuerdo efectivo, tanto con las comunidades autónomas como con, al menos, los partidos que contribuyeron de alguna manera a su formación previa investidura de Pedro Sánchez como presidente.

Desearía que ya esté habiendo movimientos dentro del Gobierno para pactar con PNV, ERC, Ximo Puig, Juanma Moreno, Feijó, etc, con objeto de cooperar y compartir responsabilidades. La unidad epidemiológica no es la provincia, la provincia es una unidad administrativa que puede servir a la guardia civil para controlar el trafico, pero no necesariamente, la provincia es herencia franquista de procedencia decimonónica absolutista y centralista. Lo que más se parece a una unidad sanitaria, y así lo podemos comprobar en Andalucía porque a ello se ha llegado por la vía de hecho en la planificación de la asistencia sanitaria desde que somos autonomía, y se ha llegado ahí por evidentes razones de coherencia geográfica, cultural y relaciones socioeconómicas entre municipios, es la comarca.

Está muy bien establecer una serie de marcadores a cumplir para ir desdescalando, es una cuestión científico técnica que habrán de cumplir todas las unidades territoriales definidas y pactadas con las comunidades autónomas, y es sencillamente un pacto necesario porque las autonomías y las nacionalidades existen y son competentes en materia de salud. El Gobierno debe ser flexible en la definición de las unidades territoriales, dar cancha y acordar con las comunidades autónomas e imponer con claridad los marcadores a cumplir antes de desescalar por cada unidad territorial. Las comunidades autónomas son las que conocen a la perfección sus territorios. Espero que ya se esté trabajando en ello, de un gobierno que ha sido tan inteligente hasta ahora en unos días tan difíciles, con menos de cien días de vida, no espero otra cosa.

El PNV es clave para el futuro del gobierno, ERC también, necesitamos que se fortalezca en ERC su faceta pactista para limitar a un Quim Torra y un Junts per Cataluña que van a salir absolutamente desprestigiados de la pandemia (son sus recortes sanitarios allí, como los del Madrid de la familia política de Ayuso, los que han agravado en sendas autonomías los daños de la pandemia). Como en el yudo, los movimientos en contra hay que aprovecharlos a favor, en este caso a favor del proyecto civilizatorio común que puede formarse con los grupos de la investidura y amplios sectores sociales y empresariales. No me cabe duda que Pablo Iglesias y su equipo, tan finos en el pasado para el análisis, estarán viendo la panorámica y el riesgo.

Mi intuición me decía que el Gobierno, con sus aciertos y errores iba a salir reforzado de esta pandemia trágica porque la ha abordado poniendo por delante la salud, intentando evitar el colapso del sistema sanitario, y actuando sobre tres asuntos esenciales: 1. Defender a personas, familias, autónomos y empresas con hechos nunca imaginados, dinero, prohibiciones de despidos, desahucios y cortes de suministro; cuando llegue este mes el Ingreso Mínimo Vital, podremos decir a lo grande que este gobierno se ha hecho lo nunca visto por el bien común. 2. Proponer un gran acuerdo de país (el nombre es lo de menos). Y 3. Afrontar bien la negociación en Europa con la fuerza disponible.

Por eso, sería una lástima por una cosa como la provincia (léase metafóricamente), perder el terreno ganado. Hay una Constitución española territorial, como la hay social, en esa Constitución territorial hay tensiones no resueltas desde el origen. Las menos resueltas y más graves están condicionando los últimos lustros de política en España. El gobierno se conformó con el compromiso de abordarlas desde el diálogo y la democracia. La tensión que introduce en el estado autonómico la provincia (impuesta entre otras cosas para una definición de circunscripción electoral que favoreciese a la derecha y el bipartidismo centralista), ha sido considerada menor, pero en momentos como este suma con las más graves.

La cooperación con los aliados estratégicos para sostener el gobierno (PNV y ERC fundamentalmente) y para eliminar cualquier duda de que se imponen sin diálogo las medidas, los tiempos y las definiciones territoriales de la desescalada a las comunidades autónomas ha devenido, en estos momentos de la gestión de la crisis, una cuestión esencial. Jesús Maraña, en un magnífico artículo titulado Muertos, mentiras y votos, explica muy bien cómo y para qué es la estrategia de Casado/Abascal y porqué el Gobierno necesita no debilitar sus alianzas para tener tiempo de negociar en Europa y avanzar en su proyecto democrático. El PNV ha sido y será fundamental para sostener al gobierno de coalición, porque siempre ha sido un mediador con el empresariado español inteligente y con el independentismo Catalán, al tiempo que muy pragmático en los acuerdos para beneficiar los intereses que defiende, no se le debe ningunear. A ERC tampoco, hay que permitirle espacio para que venza su lado pactista y pueda adelantar a un Junts per Cataluña enrocado buscando el conflicto y el desastre.

Este corte del artículo que he mencionado es suficientemente elocuente para lo que intento exponer: “Lo que difícilmente se le perdonará al Gobierno es que cometa errores clamorosos o vanidosos en el plan de desescalada. Más vale que comparta objetivos, criterios y decisiones con el resto de los actores políticos y administrativos. Muy especialmente con sus hasta ahora aliados parlamentarios o con quien pueda sumarse. No tiene sentido presumir de mando estatal y centralizado cuando los datos que maneja y el cumplimiento de los criterios científicos dependen de los niveles autonómicos y municipales. Más vale buscar el consenso y pensarlo tres veces antes de actuar. Aquí no hay medallas que repartir”.

La pandemia ha puesto de manifiesto como una suerte de revelaciones todo lo que se ha hecho mal en el pasado, que somos sociedades culturales en las que habitan nuestras individualidades y no al revés, que debemos cooperar y no competir. Que no se puede dejar en manos del mercado ni la salud ni nada que sea esencial para la protección como sociedad. Que el mando único, no es un único mando al que aspira el neoliberalismo y las 200 familias más ricas del mundo para controlarlo todo en su beneficio. Que el mando único ha de ser un mando democrático, pluridiverso, cooperativo y pactado libremente. Si esta crisis nos dice que necesitamos más inversión en salud, más estado y más políticas de estado, menos dependencia externa y más cooperación, entonces, lo que nos está diciendo también es que necesitamos más federalismo y no menos.

El siguiente paso del Gobierno en los estado de alarma no puede estar al albedrío del PP con Pablo Casado al frente. A la derecha española no le importa ni España ni los españoles, tiéndasele la mano pero impídase que la muerdan. Los aliados, para luchar contra la pandemia están en otros lugares, son los de la moción de censura a Rajoy y los de la investidura de Sanchez. Téngalo en cuenta el gobierno de coalición, aunque solo sea porque le va en ello su supervivencia, se ha abierto una ventana de oportunidad para un Gobierno inteligente. Que entre el aire y salgan los virus.