La cabezonería de la que tachaba la ministra de hacienda María Jesús Montero al vicepresidente Pablo Iglesias nos es otra cosa que perseverancia. Perseverar tiene una etimología latina que tiene que ver con mantener en tensión la búsqueda de la verdad. Ser perseverante requiere convicción. La convicción de Pablo Iglesias en el liderazgo de Podemos, refrendado masivamente en todos y cada uno de los procesos internos y en todas y cada una de las decisiones importantes, llevó a Unidas Podemos al Gobierno de España. Un bien preciado después de un año de pandemia si se constata que todas y cada una de las medidas de protección social y empresarial han llegado hasta donde han llegado gracias al empuje, perseverancia, del socio minoritario de la coalición de gobierno. Que era y es necesario ir a más, por supuesto, para eso se está en el Gobierno y se empuja desde fuera del Gobierno. Perseverancia.
Desde el origen de Podemos, la perseverancia ha tenido como principal opositor al infundio. Infundio tiene una etimología latina que tiene que ver con lo que no tiene fundamento. El infundo es una mentira, una patraña, una calumnia. El infundio es lo que no está fundamentado por mucha alegoría investigadora que haga la policía o la justicia, y por mucha primera plana de los medios de comunicación en poder de quienes les interesa que se fabriquen los infundios. Si la perseverancia es el empuje de la verdad, el infundio es su freno.
Sin perseverancia de Podemos, el PSOE liderado por Pedro Sánchez en 2016 hubiese pactado con Albert Rivera, entrando en la misma espiral autodestructiva a la que llevó Susana Díaz al PSOE andaluz. Sin perseverancia de Pablo Iglesias al no permitir que Pedro Sánchez gobernase con Ciudadanos y al mostrarle el espejo en el que las bases orgánicas del partido querían mirarse, el espejo del podemismo, el actual presidente del Gobierno no le hubiese dicho a Jordi Évole lo que le dijo en aquella, ya histórica, entrevista. Sin ese espejo perseverante, Sánchez nunca hubiese ganado a Díaz.
Con perseverancia, en medio de un océano de infundios desde 2014, en medio de fuertes marejadas internas provocadas por quienes no admitían su derrota en procesos internos y no conocían la virtud de la paciencia, en medio del acoso personal y familiar, Unidas Podemos, con el liderazgo de Pablo Iglesias, articuló una mayoría para la moción de censura que expulsó a Rajoy tras la sentencia de la Gürtel en 2018, una mayoría en la que no creía el PSOE de Pedro Sánchez.
La misma perseverancia que demostró, tras la repetición electoral de las elecciones de abril de 2019 en noviembre del mismo año, que “con Rivera no” era solo posible porque a Pedro Sánchez no le dieron los números con Ciudadanos. La misma perseverancia que ha permitido sumar una increíble mayoría para aprobar los Presupuestos Generales del Estado articulados sobre la España progresista, de izquierdas y plurinacional.
Y si perseverancia es empeñarse en la verdad, esa perseverancia permitió a En Comú Podem unos relativamente buenos resultados en Cataluña. Resultados que, dada la coherencia en la defensa de una salida de la crisis por la izquierda con derechos democráticos fortalecidos y una salida dialogada no unilateral del conflicto territorial, evitando los vetos cruzados, convierten a En Común Podem en objeto del deseo de todas las partes que pueden formar gobierno. Es la perseverancia que denunció en plena campaña electoral catalana que la democracia española está alejada de los referentes de normalidad de la Unión Europea. Anormalidad que en esos mismos días vino a certificar la orden de entrada en prisión de un rapero por unas letras y un puñado de tuits.
Perseverancia que volvió a manifestarse en todo su esplendor en el discurso de vicepresidente Iglesias en la sede de la soberanía popular española cuando dibujó la verdad del poder de los medios de comunicación en España, el poder de los ricos para manipular la opinión pública y conformar la opinión de la gente común. Las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la plena normalidad democrática y su discurso sobre el poder mediático, en el contexto histórico de detenciones, condenas y multas por ejercer la libertad de expresión, ha tocado el hueso franquista de la democracia española. Ahí duele. Contra infundio, perseverancia.
Pero el infundio no da tregua a la perseverancia. El último infundio es que los liderazgos de Unidas Podemos no condenan la violencia en las protestas contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. Falso, condenan toda forma de violencia venga de donde venga, destruya ojos de manifestantes o rompa escaparates, dispare con fuego real, apalee sin miramiento ni razón, o queme contenedores. No hay caminos para la paz, la paz es el camino debería estar escrito en el frontispicio de todas las movilizaciones y en el casco de quienes en los últimos diez años han sido educados bajo el lema del “a por ellos”.
Hay borrasca sobre la coalición de gobierno. Es preciso salvar la tempestad con perseverancia y convicción. Habrá ley trans, habrá ley para regular el precio del alquiler, habrá desactivación completa de las reformas laborales de Zapatero y Rajoy, habrá desmontaje de la ley mordaza, habrá eliminación del código penal de los tipos delictivos que cohíben y encarcelan la libertad de expresión, habrá gobierno en Cataluña, indultos y salida democrática dialogada, habrá todo eso y más porque hay un actor perseverante central que a pesar de los infundios mantiene al PSOE atado por la izquierda y a ERC atada a la salida dialogada.
Contra infundio, perseverancia; aguantar en el Gobierno hasta que la borrasca pase. ¿Tiene Sánchez otra salida sin llevarse por delante al PSOE en un momento en que no hay horizonte de gobierno alternativo por la derecha? No la tiene. Contra infundio, perseverancia.