sábado, 27 de marzo de 2021

El Madrid de Ayuso en una foto de pandemia

Fotografía de Olmo Calvo extraída de las redes sociales

Esta es la foto del año, al menos de momento. Es del fotógrafo Olmo Calvo. Madrid anoche tomada por tropas de jóvenes franceses.

Tendría que abrir noticiarios y portadas a cinco columnas en todos los medios de comunicación. El difuminado de virus es invisible, está en la foto, se ve. El arte es revelación, revelar lo que no se ve, la libertad de Ayuso es muerte segura.

Campa visible la alegría de la libertad. Su bandera, la bandera del Madrid de Ayuso, es plástica, la imagen de El Corte Inglés.
También se ve en la imagen la subvención que le da a hoteleros y hosteleros la Comunidad de Madrid, libertad para abrir y ni un euro para que permanezcan cerrados. España lo paga, lo pagamos, en muertes. Madrid es causante del 40% del impacto de coronavirus en España en la tercera ola. Esta foto inaugura la cuarta ola. En la primera ola, debido a su política de residencias de mayores, una región con casi el 15% de la población española produjo casi el 30% de la letalidad.

Es el Madrid de Ayuso, es el Madrid trumpista, es el Madrid que se ha separado de España. Cuánto lo siento por las y los madrileños. El 4 de mayo puede corregirse esta anomalía de la democracia.

martes, 16 de marzo de 2021

Si yo fuese Merkel apoyaría a Pablo Iglesias

Madrid no es España pero a ojos de la Unión Europea España es Madrid. No es casual que tanto en los acuerdos como en los desacuerdos la prensa europea hable de relaciones entre las capitales.

La experiencia fascista en Europa ahonda sus raíces en el siglo XX, los exterminios xenófobos, los éxodos, la desolación, la destrucción, la hambruna y sus consecuencias son conocidas. Alemania estuvo dos veces en el centro de operaciones imperiales totalitarias que la llevaron a la autodestrucción, que hicieron un daño incalculable en Europa. Por eso Angela Merkel impide que la abandera alemana sea usada partidistamente, por eso Merkel anuló, en febrero del pasado año, los acuerdos de su partido, la CDU, con la formación nazi Alternativa por Alemania para que un liberal gobernara el estado federado de Turingia. Desde entonces Turingia la gobierna La Izquierda, Die Linken, con apoyo de la CDU para evitar que el fascismo entre en las instituciones alemanas.

La política económica europea, liderada por la Alemania de Merkel, ha girado, forzada por el trumpismo y por la pandemia hacia un momento expansivo arrojando euros sobre las economías para sostener las empresas europeas, los mercados internos y cierta estabilidad social que frene la amenaza del populismo neofascista. Un hecho que en el gobierno español parece haberlo entendido con claridad meridiana el socio minoritario. A trompicones los cinco ministerios liderados por la vicepresidencia de Pablo Iglesias han empujado con fuerza hacia la ejecución de políticas de protección social, protección de empresas y autónomos y protección de los servicios públicos. Cuesta entender que haya ministerios en el gobierno de Sánchez que no hayan percibido por donde van Alemania, Francia o Italia y continúen con la inercia del neoliberalismo que tanto daño a hecho a Europa.

En este contexto de calado geoestratégico, la región capital de la cuarta economía de la eurozona está gobernada abiertamente por un personaje que proclama que acusarla de fascista quiere decir que va por el buen camino. En este contexto la misma trumpista, sin cuernos ni piel de bisonte, ha convocado por arrebato repetición electoral con la intención de hacerse con todo el poder de la comunidad madrileña junto con el partido de raíz franquista, Vox; un partido que defiende abiertamente los gobiernos de la dictadura que roció de muerte las cunetas España y de exilio español el mundo. Un fascismo que ha basado su política del año pandémico en intentos de derrocar al gobierno legítimo de coalición acusándolo de asesino, cuando bien sabemos que la mayor mortalidad se ha dado en Madrid en las residencias de ancianos privatizadas, y en acusar al feminismo de culpable los contagios.

Pablo Iglesias ha dado el paso que solo puede dar un gigante de la política, un paso desinteresado en lo personal y en lo partidista, un paso forzado por el hecho de que Isabel Díaz Ayuso puede hacerse con el gobierno de la comunidad de Madrid con apoyo de la ideología abiertamente antidemocrática de Vox. Si yo fuese Angela Merkel lo apoyaría. Si yo fuese el rey de España estaría muy preocupado con que el fascismo de los que gritan exaltados viva el rey tomase Madrid; sería la viva imagen de que a la monarquía solo le queda el reino de Madrid desgajado de una España, europea y democrática.

Cuesta trabajo comprender, en un contexto de riesgo democrático en la región capital de España, por qué un sector con discurso progresista agrupado en torno a Más Madrid, que ya causó una fractura tal que impidió acabar con la hegemonía de la derecha en 2019, se resiste a agruparse en un movimiento que tiene capacidad de abrir las grandes alamedas de España. Cuesta trabajo entender declaraciones agresivas contra Pablo Iglesias de quienes llevan a gala ser más de izquierdas y más antifascistas que nadie, de quienes autodenominándose anticapitalistas con bandera andaluza, prefieren un cuanto peor mejor y que gobierne Madrid el fascismo.

Deseo que la locura que llega desde los márgenes del sistema democrático, que no ve la relevancia de lo que la democracia española de juega en Madrid, se vea compensada con la racionalidad de los movimientos sindicales, feministas, ecologistas, defensores de la educación, la sanidad pública y, en general de todos los servicios públicos, así como la de sectores empresariales de la economía social y productiva, reconociendo que al fascismo no se le puede tolerar sino combatir como va a hacer Pablo Iglesias y el equipo que componga para ello. Si yo fuese Merkel estaría expectante deseando que al líder de Unidas Podemos la operación madrileña le saliese perfecta. Europa también se la juega en Madrid.

sábado, 13 de marzo de 2021

De Murcia a Madrid


Mientras Felipe VI visitaba la antigua SEAT en Martorell 65 años y cinco meses después de que el dictador Franco la inaugurase oficialmente, para ponerse delante de una decisión de la alemana Volkswagen, en la que nada ha tenido que ver, con la intención de paliar la memoria del discurso del 3 de octubre de 2017 en que instigó simbólicamente el “a por ellos”, mientras Jaén y Linares se movilizaban contra un olvido de lustros con sede compartida entre Híspalis y Madrid, un pendrive extraído de los sistemas informáticos del Ayuntamiento de Murcia, sigilosamente entregado a la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, UDEF, por el vicealcalde, aleteaba sus bits escribiendo los argumentos para un terremoto con epicentro en la región del Segura. La réplica, de magnitud estruendosa, alcanzó la región capitalina madrileña. Aún no prevemos todas las consecuencias, pero una falla tectónica puede estar abriendo la grieta ya existente entre el núcleo de poder de la derecha aznarista madrileña y sus, hasta ahora, referentes territoriales gallegos y andaluces.

La operación murciana nace de las entrañas de Moncloa. Inés Arrimadas, con Ciudadanos en brusco declive, tentada con la posibilidad de tomar Murcia desde su Parlamento en Cartagena, dio alas a la negociación con el PSOE para presentar una moción de censura que le entregase a una de las suyas las llaves del Palacio de San Esteban, sede de la presidencia de la región, y al PSOE las del ayuntamiento en la Glorieta de España. Es lo que se llama agarrarse a un clavo ardiendo. ¿Qué otra razón podía llevar a Arrimadas a romper en Murcia con el Partido Popular sino la desesperación ante el abismo venidero?

Lo que no calcularon las negociaciones de PSOE y Ciudadanos fue la reacción visceral de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de la que no ha podido escapar un Pablo Casado que anda de mudanza. Véanse las declaraciones sarcásticas del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo; debe de estar flipando junto con el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, con los suyos de Madrid. Ayuso puede estar haciéndose el harakiri político anticipando la caída de Casado.

La carambola no queda ahí, la moción de censura murciana va a fracasar por el ofrecimiento de consejerías relevantes por parte del actual presidente ‘popular’ murciano, Fernando López Miras, a tres representantes ciudadanistas con ganas de que los agrupen con el nombre de Trío Tamayo quedándose tan panchos. De modo que Ayuso, si los tribunales no lo corrigen, se queda en volandas con el melón sin calar de unas elecciones convocadas por un motivo que ha dejado de existir. Murcia pone a votar a Madrid.

Madrid no es España por muchas banderas que inunden sus calles, dime de qué presumes y te diré de qué careces. La decisión de la trumpista presidenta madrileña, tomada con las tripas, plantea al electorado la falsa disyuntiva entre libertad y socialismo; pero no, con el acecho de Vox, la elección es entre franquismo o democracia.

lunes, 8 de marzo de 2021

Feminismo en Andalucía: las luchas difíciles desde la periferia


Por Colectivo Andalucía y Democracia

Lo sabemos, pero no está de más recordárnoslo: la lucha feminista es la más difícil, porque su objetivo no es solo promover leyes que garanticen derechos, sino cambiar el modo en que nos relacionamos uns con otrs, poniendo patas arriba lo que dábamos por descontado y habilitando nuevas formas de ser y estar en el mundo. Eso no es algo que se consiga (únicamente) con el BOE: hace falta emprender un viaje a contrapelo en el que habremos de cuestionarlo casi todo, pues el patriarcado se atrinchera en cada aspecto de nuestras vidas que nos resulta “natural”.


Ese análisis a contrapelo suele descubrirnos la amplia variedad del micromachismo cotidiano, descubrimiento que es una puñeta bien pesada de sobrellevar: una vez que consigues ver esos “inocentes” comportamientos que perpetúan el statu quo, te das cuenta de que están por todas partes, pero a quien no los quiere ver le resulta muy sencillo ridiculizar tus denuncias, porque son “lo normal” y tú solo “exageras”.


Sí, es duro ser feminista… que haya quienes no vean lo que es evidente tiende a dejarnos exhausts y un poco aislads. Por suerte, a menudo nuestro afán se encuentra con el afán de otrs como nosotrs y la alegría de su compañía compensa el cansancio. El feminismo es sororidad, cuidados… imprescindibles porque, para seguir avanzando, tenemos que salir una y otra vez del refugio de esa compañía y pelear para que quienes no quieren ver, vean. La subalternidad siempre ha producido espacios de solidaridad y esta siempre ha sido nuestra especialidad.

Además de por nuestra enorme ambición (cambiar las leyes, los valores, las costumbres, las conciencias…, ¡casi na…!) y por las dificultades propias de este camino, la lucha feminista es difícil porque nuestra sospecha contra las concepciones heredadas es tan radical que alcanza incluso a la cuestión misma de quién sea el sujeto de esa lucha: ¿las hembras de la especie?, ¿las mujeres, como construcción social?, ¿las personas oprimidas por el patriarcado?, ¿la humanidad en su conjunto? Un debate en el que haya que empezar aclarando este tipo de cuestiones nunca va a ser fácil. Y si, encima, la estrategia nos plantea tener que elegir entre trabajar a partir de la cruda realidad o rechazarla para hacer posibles nuevos horizontes, casi podemos aventurar que quien más acierta es quien menos claro lo tenga.
Desafortunadamente, a las dificultades teóricas de nuestros debates se une a veces una posición moralista según la cual, si tú y yo no estamos de acuerdo, no es solo que alguna de ls dos se equivoque, es que o bien tú o bien yo no somos “verdaders” feministas, o no lo suficiente...

Pero el feminismo siempre ha sabido albergar diferencias, esa es su grandeza. Por eso hablamos también de "feminismos", en plural, como el espacio político donde cada cual encuentra el apoyo que necesita para hacer camino, citando a Assia Djebar, "a cotè de", junto a ls otrs.


Los debates feministas son a menudo muy complejos, tenemos derecho a dudar, discrepar, debatir... y a hacerlo con el apasionamiento que da saber que nuestra lucha es fundamental para que el mundo sea un poco mejor, un poco más habitable y disfrutable. A lo que no tenemos derecho, porque todavía queda mucha tarea por delante, es a olvidarnos de todo lo que nos une, de las muchas razones que nos hacen salir a la calle cada 25 de noviembre, cada 8 de marzo, de todas las urgencias de la lucha feminista que son consensos y que reclaman que, después de dudar, discrepar y debatir lo que haga falta, nos arremanguemos de nuevo y volvamos a dar la batalla, codo con codo.


En Andalucía, las urgencias son tantas y las resistencias, tan poderosas, que sin esa unión corremos el peligro de una regresión que ya se está orquestando desde la extrema derecha. El famoso “pin parental” es toda una declaración de intenciones contra las reivindicaciones feministas. En una tierra que el año pasado encabezaba el listado de asesinatos machistas, que es la 3ª comunidad con mayor brecha salarial y al alza, no podemos permitir que las discrepancias nos distraigan más de lo preciso.
Por fortuna, eso no va a pasar: ya hemos superado en el pasado otros debates difíciles y hemos demostrado que sabemos volver a encontrarnos y unir fuerzas siempre que es menester.

Firmado por Colectivo Andalucía y Democracia

Publicado en diversos medios el 08-03-2021

jueves, 4 de marzo de 2021

Doña Elena y doña Cristina ya se han vacunado


Hoy he acompañado a mi madre a un centro de salud en Granada donde había sido citada hace días para vacunarse. Mi madre tiene más de 80 años, está bien, contenta de tener puesta ya la primera dosis. Como mi madre, y esto me ha producido una emoción vibrante, una cola ordenada y diáfana, de abuelos y abuelas, acompañadas de sus hijos e hijas, entraban sin prisa y sin pausa en el recinto sanitario. En sus caras relucía el sosiego. A la salida del circuito de vacunación el sosiego ya era alegría y esperanza. Si un año de limites y encerronas para la juventud es una pérdida, para nuestros mayores un año con la muerte al acecho es un robo.

Antes que nuestros mayores, en un orden racional, científico y razonable en función de las vacunas disponibles, se ha dispuesto por las autoridades sanitarias competentes que se vacune primero al personal sanitario de primera línea, a quienes que tanto debemos. Después, personas con salud delicada y profesionales que tratan necesariamente con grupos amplios, personal docente o relacionado directamente con el alumnado, sanitarios, policías, bomberos y otros grupos similares. Se trata de proteger la vida individual, también de mitigar el contagio, se trata de protegerte y protegernos.

La civilización es eso, cuidarnos mutuamente cuidando antes a quienes más lo necesitan. Ciencia y cooperación, cultura y Estado. Así hemos llegado hasta aquí, avanzando a duras penas contra el ocultismo y la codicia, contra la ignorancia y la barbarie. Así hemos reconocido la democracia, los servicios públicos de salud, la sanidad universal, las vacunas para todos y todas, como productos políticos para el bien común, forma suprema de proteger el bien individual, nuestras vidas. La concepción republicana de la sociedad no es más que la protección del individuo mediante instituciones y procedimientos colectivos ante los que todos y todas somos iguales.

Las infantas doña Elena y doña Cristina son hermanas del rey de España, don Felipe VI por parte de padre y madre, quiera él que no quiera. No se puede decir que no pertenecen a la familia real, a ver si la genética va a servir para heredar el trono y no para definir los vínculos familiares. Doña Elena y doña Cristina son hijas del rey emérito (poco encaja el adjetivo), se han educado en la misma familia. Al vacunarse antes, al saltarse la cola, probablemente pagando porque pueden, las hijas y hermanas de reyes han actuado haciendo uso del privilegio en el que crecieron.

Hoy una señora muy mayor sentada en un banco de alguna plaza de España, con el móvil en la mano por si recibía una llamada para la vacunación, preguntada por una periodista que qué le parecía que las infantas doña Cristina y doña Elena estuviesen ya vacunadas en Abu Dabi, ha contestado: “vergüenza les tenía que dar”. Pues sí, pero con la vergüenza no se garantiza el trato justo ni la equidad.

Quienes defienden la libertad para elegir educación privada, concertada o pública, salud privada o pública o cualquier otro servicio esencial, son los mismos que defienden eliminar los impuestos progresivos, bajar más los impuestos a los ricos, privatizar los servicios esenciales, como se ha hecho en España con luz, agua, telefonía, entregar a fondos privados residencias de mayores o servicios de seguridad, cuidados a la dependencia o paquetes enormes de vivienda pública; los mismos que no quieren regular el precio de los alquileres, los mismos a quienes el dinero les da la libertad para colarse y ser los primeros en todo, aun habiendo gente que lo necesita más, los mismos que envían a sus hijos, como a doña Leonor, a “prestigiosos” colegios extranjeros para luego presumir de “preparaos”. Su libertad es nuestra desigualdad

Si algo nos enseña la vacunación privada de las infantas reales doña Elena y doña  Cristina es que solo la res pública garantiza la auténtica libertad, porque no hay libertad sin equidad.

martes, 2 de marzo de 2021

Pandemia y Ecología

Febrero ha sido el mes con más muertes por covid-19. Se divulga que la cepa británica tiene mucho que ver. Bueno, habrá que esperar a ver si es la cepa británica la responsable del récord negro o la responsabilidad es del tema estrella de noviembre y diciembre, "salvar la Navidad”, oponiendo salud a economía.

Recordemos aquellos debates centrales de noviembre y principios de diciembre pasados sobre el número de comensales a las mesas de casas y restaurantes, sobre el número de burbujas o unidades de convivencia, sobre si se abren los desplazamientos entre regiones, provincias o ciudades o se prohíben, sobre la hostelería y la hotelería, sobe los horarios comerciales. Sobre si la culpa es del gobierno central, del autonómico o del cha cha cha.

Hechos. Hay una amenaza invisible, no se ve pero se nota con retardo, le gente enferma, alguna lo pasa mal y una parte importante muere. Lo que no se ve en tiempo real se ignora aunque se note en diferido. Cuando se nota la gravedad, es tarde para reparar el daño. Si alguien dice que lo mejor es tomar medidas drásticas, están quienes dicen que con esas medidas no pueden vivir porque su economía se desmorona. Es verdad, si las instituciones de poder no intervienen dando dinero directamente, las empresas se resienten y algunas desparecen, las y los trabajadores se empobrecen y las familias sufren.

El proceso tiene un enorme parecido con el calentamiento global y sus efectos, o con la contaminación de todo tipo y sus efectos, o con la destrucción y agotamiento de recursos naturales y sus efectos. Los daños se notan tarde, cuando se notan, rectificar es muy costoso o imposible. Algunos efectos son gravísimos y producirán otros aún más graves. Si la ecología dice que hay que tomar medidas drásticas ya, para paliar y frenar la destrucción porque nos va la vida en ello, están quienes dicen que no podrán vivir si se toman esas medidas. El chantaje entre empleo y protección ambiental ha sido recurrente desde la aparición de las primeras luchas ecologistas. El movimiento ecologista que lucha para proteger nuestra condición de posibilidad para vivir mínimamente bien, para proteger la tierra, el aire y el mar, ha sufrido y sufre la misma incomprensión que quienes para luchar contra la pandemia han pedido medias de estado fuertes e inversiones rápidas y sin miramiento en personas y empresas.

El resultado de no salvar el planeta será peor que el de salvar la navidad. No se podrán salvar vidas cuando no haya vidas que salvar. Por eso la oposición electiva entre economía o vida, es una trampa mortal, como lo es la oposición entre protección ambiental o empleo. La pandemia nos ha dado unas cuantas lecciones de ecología que no debemos olvidar. En síntesis, que la economía, la administración productiva de nuestro hogar planetario, ha de adaptarse a la ecología la ciencia de los ecosistemas que hacen posible la vida. ¿Aprenderemos?