Mientras Felipe VI visitaba la antigua SEAT en Martorell 65 años y cinco meses después de que el dictador Franco la inaugurase oficialmente, para ponerse delante de una decisión de la alemana Volkswagen, en la que nada ha tenido que ver, con la intención de paliar la memoria del discurso del 3 de octubre de 2017 en que instigó simbólicamente el “a por ellos”, mientras Jaén y Linares se movilizaban contra un olvido de lustros con sede compartida entre Híspalis y Madrid, un pendrive extraído de los sistemas informáticos del Ayuntamiento de Murcia, sigilosamente entregado a la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, UDEF, por el vicealcalde, aleteaba sus bits escribiendo los argumentos para un terremoto con epicentro en la región del Segura. La réplica, de magnitud estruendosa, alcanzó la región capitalina madrileña. Aún no prevemos todas las consecuencias, pero una falla tectónica puede estar abriendo la grieta ya existente entre el núcleo de poder de la derecha aznarista madrileña y sus, hasta ahora, referentes territoriales gallegos y andaluces.
La operación murciana nace de las entrañas de Moncloa. Inés Arrimadas, con Ciudadanos en brusco declive, tentada con la posibilidad de tomar Murcia desde su Parlamento en Cartagena, dio alas a la negociación con el PSOE para presentar una moción de censura que le entregase a una de las suyas las llaves del Palacio de San Esteban, sede de la presidencia de la región, y al PSOE las del ayuntamiento en la Glorieta de España. Es lo que se llama agarrarse a un clavo ardiendo. ¿Qué otra razón podía llevar a Arrimadas a romper en Murcia con el Partido Popular sino la desesperación ante el abismo venidero?
Lo que no calcularon las negociaciones de PSOE y Ciudadanos fue la reacción visceral de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de la que no ha podido escapar un Pablo Casado que anda de mudanza. Véanse las declaraciones sarcásticas del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo; debe de estar flipando junto con el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, con los suyos de Madrid. Ayuso puede estar haciéndose el harakiri político anticipando la caída de Casado.
La carambola no queda ahí, la moción de censura murciana va a fracasar por el ofrecimiento de consejerías relevantes por parte del actual presidente ‘popular’ murciano, Fernando López Miras, a tres representantes ciudadanistas con ganas de que los agrupen con el nombre de Trío Tamayo quedándose tan panchos. De modo que Ayuso, si los tribunales no lo corrigen, se queda en volandas con el melón sin calar de unas elecciones convocadas por un motivo que ha dejado de existir. Murcia pone a votar a Madrid.
Madrid no es España por muchas banderas que inunden sus calles, dime de qué presumes y te diré de qué careces. La decisión de la trumpista presidenta madrileña, tomada con las tripas, plantea al electorado la falsa disyuntiva entre libertad y socialismo; pero no, con el acecho de Vox, la elección es entre franquismo o democracia.