El PSOE cuando ha gobernado en solitario, o con apoyos externos de los partidos nacionalistas conservadores vasco o catalán, ha reducido los derechos laborales que quedaron plasmados en el primer estatuto de los trabajadores de la democracia. No obstante, el ataque más brutal que desequilibró por completo las relaciones entre capital y trabajo fue la reforma laboral del primer gobierno de Mariano Rajoy. Una legislación impuesta sin negociación alguna, sin consenso, que favorecía exclusivamente los intereses empresariales, de la que el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo en Bruselas que “será extremadamente agresiva”. Tan agresiva que creó en España la figura del trabajador pobre.
El PSOE siempre ha concurrido a las elecciones prometiendo derechos económicos, laborales o sociales para las mayorías, pero ha gobernado maquillando su perfil de izquierdas con avances en derechos, sin dejar de ser importantes, que no afectaban de manera determinante a las condiciones estructurales que incentivan, aumentan y perpetúan la desigualdad social.
A partir de la crisis de 2008 y la debacle económica de 2010, el PSOE de Zapatero se pliega definitivamente al neoliberalismo. Pacta con el PP la reforma del artículo 135 de la CE, meses antes de su caída electoral ante una derecha con raíces corruptas, como han certificado ya las sentencias de la Gürtel y de las obras de Génova, degradando la Constitución social para salvar a la banca y hundir a la gente. La ley mordaza de Rajoy es la condición necesaria para reprimir las movilizaciones consecuencia de la destrucción del futuro de varias generaciones de españoles.
Desde 2011, con la repolitización que supone el 15M, el PSOE ya no puede mentir. No puede, sin coste electoral, presentarse a las elecciones con promesas de izquierdas y gobernar con leyes de derechas. Los tiempos han cambiado. No es un cambio coyuntural, es un cambio de época anunciado por la crisis de 2008, remachado por el declive del neoliberalismo y la hegemonía mundial de los EE.UU de América, revelado por la pandemia y acentuado por todos los epifenómenos consecuencia de la crisis ecológica planetaria y la lucha feroz por el control de las materias primas.
Cuatro cosas han permitido al PSOE aparentar ser de izquierdas y gobernar con claves económicas de derechas. La primera tras la gran victoria electoral de Felipe González, es que España salía del franquismo, en un mundo sin derechos, sin sanidad universal, sin protección por desempleo, sin escuelas públicas distribuidas geográficamente y con los barrios degradados con las calles sin asfaltar, cualquier avance era percibido como un salto impresionante hacia el bienestar y la modernidad. Lo era de verdad.
La segunda, es que el PSOE gozaba del apoyo externo americano y alemán. La tercera es que potentes medios de comunicación como El País o la Cadena SER, en el plano privado, y RTVE o Canal Sur, en el plano público estaban al servicio de sus intereses partidarios, maquillando los engaños del donde dije digo digo Diego.
La cuarta, la ola de crédito fácil que se manifestó con el España va bien de Aznar o la Andalucía imparable de Chaves, y llevó en volandas al primer gobierno de Zapatero, permitiendo ocultar retrocesos salariales, daños urbanísticos, destrucción ambiental, corrupción y degradación de los servicios públicos, con el celofán brillante del consumo desmedido a crédito. Todo eso es lo que hace crack en 2008 y se hunde en 2010.
Esos tiempos no van a volver. Aunque el franquismo sigue incrustado en las instituciones, es visible en la prensa y campa a sus anchas en las calles, la España de ahora que nace cívicamente con el 15M y se manifiesta políticamente con la irrupción electoral de Podemos ya no es la España de 1982. El PSOE no es el partido del capital alemán ni del gobierno de los EE.UU. La prensa, mayoritariamente, le hace la puñeta a diario, y la economía del crédito y la especulación a la que se apuntó con alegría no está ni se le espera. Estos son los verdaderos motivos por los que el PSOE ya no puede engañar masivamente a su electorado. Desde 2014 hasta ahora la mentiras del PSOE no tiene amortiguadores.
Los motivos descritos son los mismos motivos por los que Pedro Sánchez tuvo que asumir el discurso de Podemos para ganar a la vieja guardia susanista. Son los motivos por los que cada vez que la parte del gobierno del PSOE intenta frenar un avance que limite o reduzca la desigualdad estructural, le sale mal. Ahí están los ejemplos de las tensiones reactivas que ha manifestado con las subidas del SMI, las trabas a la implantación y desarrollo del Ingreso Mínimo Vital, las dudas sobre los ERTEs al principio de la pandemia, la resistencia a recuperar cierta dignidad en las pensiones y a no prolongar la edad de jubilación, el torpedeo de las leyes que avanzan en derechos feministas o trans, la defensa de los intereses de los fondos buitre y de los grandes tenedores en materia de vivienda, retrasando el acuerdo con su socio de gobierno en base a lo pactado, el freno a limitar los beneficios del oligopolio eléctrico, o, aventurando lo que va a ocurrir que motiva este artículo, la intención de no derogar la reforma laboral camuflándola con maquillaje retórico.
El PSOE ya no puede engañar, cuando ha engañado en esta nueva época ha reducido su peso electoral, el ejemplo de Andalucía es elocuente. Si Pedro Sánchez quiere pasar a la historia como Susana Díaz no tiene más que seguir el camino cargando sobre sus espaldas con Felipe González.