lunes, 15 de noviembre de 2021

Agua de Valencia


Agua de Valencia es un famoso cóctel fresco, vitamínico y vivaracho nacido en la ciudad que le da nombre. No sé si es lo más apropiado para titular este artículo, me lo recuerda el acto Otras Políticas del pasado sábado, celebrado en el Teatro Olympia de la capital del País Valencià. El acto resultó fresco, vivaracho y vitamínico como el cóctel, un verdadero aquelarre de alegría política.

Viento de levante o Aquelarre son expresiones que también podían haber titulado este texto. Agua de Valencia evoca dinamismo, viento de levante fuerza y potencia, y aquelarre capacidad de transgresión que atemoriza a los poderes establecidos. El camino de diálogo, escucha y encuentro iniciado por Mónica Oltra, Fátima Hamed, Mónica García, Ada Colau y Yolanda Díaz puede tener un final feliz; como dijo el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar, al andar se hace camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca, se ha de volver a pisar, golpe a golpe, verso a verso. Dejando los egos y con ese estilo, estas mujeres feministas y muchas más, demostrarán lo poco que separa a las gentes progresistas de izquierdas.

El feminismo nos enseñó la palabra empoderar, construir poder y tener voluntad de poder. Las cinco de Valencia han simbolizado esa necesaria voluntad de construir poder, poder popular, poder de clase, poder de género, poder ligado a las identidades culturales y territoriales. Construir poder para cuidar la humanidad, cuidar la tierra, cuidar la naturaleza y la vida, cuidarnos es, en tiempos de cambio climático y casi postpandémicos, la tarea más imponente que debemos acometer colectivamente.

Primero construir poder con voluntad de poder, después, la política también es eso, vendrá la voluntad de ganar, después. Tras la emergencia provocada por la crisis económica de 2008 y el plegamiento definitivo de los partidos socialdemócratas europeos a las imposiciones neoliberales, dejando escuálidos a los estados para impedir intervenir sobre la desigualdad y los derechos humanos, los tiempos políticos se aceleraron. El 15M fertilizó el terreno para que pocos años después se abriera la primera ventana de oportunidad del siglo XXI.

El balance, con Unidas Podemos en el gobierno, es indudablemente positivo. Lo hemos repasado en otros textos. La voluntad de poder se tradujo en voluntad de ganar, pero nunca se puede todo ni nunca se gana todo. Poco ha sido mucho. Las victorias han nacido sobre profundas raíces democráticas. Muy difíciles porque no solo se actúa contra fuerzas retrógradas y reaccionarias, también el PSOE ha alimentado permanentemente el quintacolumnismo contra los acuerdos de gobierno. Lo vemos desde el origen del gobierno de coalición, lo vimos hace una semana con el asunto de la derogación de la reforma laboral, y lo volvemos a ver ahora con el asunto del cálculo de las pensiones. Se avanza a pesar del freno de mano echado por Pedro Sánchez. Queremos avanzar más.


En plena primera ola de la pandemia, mayo de 2020, el virus nos hacía sufrir en carne propia, otra vez en apenas un decenio, años de ausencia o retrocesos en políticas de estado dirigidas a la sanidad, la educación, los cuidados, la industrialización, los desfavorecidos, la investigación, el medio ambiente y la igualdad de género. Al igual que la catástrofe social provocada por la crisis del capitalismo financiero especulativo creó las condiciones para una repolitización como antídoto al soma neoliberal, la pandemia las ha creado para revelar que no podemos vivir dignamente sin estado y sin democracia. Se abre una nueva ventana de oportunidad.

Reguemos con agua de Valencia los territorios plurales, provinciales, comarcarles y municipales, compongamos velas para que recojan el viento de levante y vivamos con la esperanza de que llegará el día de un mayoritario aquelarre social y ecofeminista, lleno de alegría y ayuno de intolerancia.