Irene Montero, ministra de Igualdad, junto Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales, son el principal capital político de Podemos, símbolo de la fuerza progresista de izquierdas que representan. Es una evidencia. Su capacidad política, legislativa y de lucha por los derechos sociales y feministas tiene pruebas directas, las legislaciones conseguidas desde sus ministerios en materia de protección social y en materia de feminismo, y pruebas indirectas, la recurrente saña, violencia política y acoso mediático inducido por los poderes que se creen propietarios de España. La derecha las teme tanto como las difama odiosamente.
La ley del solo sí es sí se aprobó con 201 votos a favor, solo el PP y Vox votaron en contra. Aplaudida por el parlamento europeo, puesta como ejemplo para ser imitada en toda la Unión Europea, el principal tema de conversación en medios de derechas y de la progresía, falsa izquierda, como nos enseña La Base, es lo mala que es porque rebaja penas y excarcela a violadores. Un juicio que se instala en nuestros cerebros a fuerza de oírlo sin tregua y sin refutación posible.
Montones de juristas han explicado, con menor espacio mediático, que es falso que la ley permita rebajar condenas y excarcelar violadores. No son pocas las intervenciones desde el gobierno, incluidas las de Pedro Sánchez en los primeros días tras su aprobación, que han explicado que la ley blinda el derecho de las mujeres a no tener que demostrar ni explicar si al ser agredidas opusieron resistencia. La pregunta que los jueces deben hacer con esta ley a la mujer agredida es si consintió, y no si se resistió. Mas claro agua. El código penal tiene una disposición adicional que indica que si la pena aplicada es aplicable con la nueva ley no cabe rebaja. Diáfano.
El cuarto poder en España es muy antidemocrático, porque suma la acción concertada con algunos jueces y juezas, que aplican la ley a su arbitrio reaccionario. Así esa judicatura suministra armamento pesado contra lo que simboliza Irene Montero en el gobierno. Liquidar un proyecto es liquidar el símbolo que lo representa, un símbolo es aquello que reúne todos los significados de una idea, la idea de mejorar España para las mayorías, en este caso para las mujeres. Lo que estamos viviendo es una operación contra Irene Montero, la enésima contra Podemos, en la que participa el poder mediático y un puñado de togas sin cara y sin nombre. ¿Qué pasaría si el Ferri pusiera el foco en el perfil de los jueces y juezas que con sus sentencias, y no con la ley, rebajan penas y excarcelan a violadores?
Sorprende el giro de Pedro Sánchez sumándose abiertamente al ejército que ataca el ministerio de Igualdad. El presidente del gobierno sabe que la ley es muy buena, pero necesita debilitar a Podemos y a su principal símbolo feminista, Irene Montero, para facilitar a Yolanda Díaz el acuerdo que le pidió por teléfono. La posición perfilada de YD durante cuarenta y ocho horas, mientras todo el mundo disparaba contra Irene Montero, recuerda la misma posición perfilada que mantuvo cuando se vetaba a Victoria Rosell para formar parte del CGPJ, cuando hubo una ofensiva para limitar los derechos trans, cuando Sánchez cambió la posición de Estado respecto del Sahara o cuando se alineó con la OTAN y los EE.UU para enviar armas a Ucrania.
Pedro Sánchez prepara el campo electoral. Necesita ir a elecciones sin que el espacio de Unidas Podemos pierda peso, pero a su vez que sea dócil. Que tenga menos fuerza reivindicativa, menos convicción para defender posiciones. A la convicción le llaman ruido. El PSOE, para no acometer medidas estructurales que limiten los privilegios de los poderosos, necesita a su izquierda un espacio que no insista con propuestas de protección de las mayoría sociales, que tenga en despachos ministeriales ministros y ministras silenciosamente esculturales y sonrientes. Por cierto, alguien sabe que hace Alberto Garzón o ¿quién es el ministro de Universidades? De eso trata también la operación Derribar a Irene, de sumar restando.