Con la que está cayendo en el mundo, con la tensión geopolítica fomentada por EE.UU, con la lucha feroz por el control de recursos y los flujos de materia y energía para dirimir quién manda bajo cementerios de vidas inocentes, con la Unión Europea en el papel de capitán chusquero de la Sexta Flota, con las ultraderechas fascistas creciendo a velocidad cuántica, con el estado de Israel gozando infame el genocidio palestino, resulta indecente que en España la izquierda rediviva por Podemos se haya dedicado, desde que la vicepresidenta segunda del gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, asumiera la misión de hacerla crecer, a destrozar las condiciones que le permitieron gobernar, que no es lo mismo que estar en el gobierno.
Si algo sabemos a estas alturas de la vida de Sumar, es que ni sirvió para cohesionar estratégicamente a la izquierda plurinacional y las izquierdas territoriales en las elecciones municipales de mayo de 2023, más bien contribuyó a la discordia, ni sumó en las elecciones generales del 23 de julio pasado, ni ha trabajado para generar condiciones de alianza estructural interna en el grupo parlamentario, ni persigue una organización democrática propia, si quiera laxa, con el reconocimiento de las distintas realidades partidistas y territoriales que lo compusieron en su origen, ni tiene pretensión alguna de romper los límites de lo posible que le marca Pedro Sánchez. Todo lo contrario que hizo Podemos. Sumar es la subalternidad creada para complementar la ausencia de proyecto emancipador del PSOE.
Lo que unía a los distintos partidos que apoyaron a Yolanda Díaz en Magariños, con la inocente excepción de Alianza Verde, no eran objetivos ideológicos propios de una izquierda del siglo XXI. Lo que los unía era liquidar a Podemos. Casi lo consiguen. La función de Sumar no era sumar, era servir al mantenimiento de un modelo de izquierda fabuloso en sus propuestas, pero inútil en la consecución de las mismas. El creador de esa función fue Pedro Sánchez, sus facilitadores él mismo, el PSOE, los medios de derechas y los de la progresía con su batallón de analistas.
En España existe una izquierda incapaz de situar los intereses de las mayorías por encima del mantenimiento de estructuras y sueldos dependientes de su posición en las instituciones. Sumar ha actuado respecto de la repolitización surgida con el 15M como Brutus respecto de César. Una izquierda capaz de ofrecer la embajada en Chile, para quitarla de enmedio tras haberla vetado, a Irene Montero, la exministra de Igualdad más reconocida globalmente que haya tenido España jamás.
Si algo deberíamos saber ya es que aliarse con la indecencia solo conduce al fracaso y el desencanto. Si Pedro Sánchez hace de sus incoherencias y contradicciones un valor pragmático para mantenerse en el poder, Yolanda Díaz convierte las suyas en dinamita bajo los pies de la izquierda, justo cuando más necesitamos una izquierda legitimada por sus objetivos y sus acciones. Con la que está cayendo en el mundo, en lugar de levantar la cabeza y mirar la paronámica, como hace Podemos, hay una izquierda en España que la baja interesada solo en la loseta que pisa. Sumar va camino de IU.