El bipartidismo monárquico representado por Koldo, el compadre de Ábalos, y Alberto, el novio de Ayuso, que no son iguales pero son los mismo, expele a diario el hedor de los pantanos, mezcla explosiva y corrosiva, compuesta de gas metano y ácido sulfhídrico. Se produce en ausencia de oxígeno. Las voces de los dos partidos, con Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo de tenores protagonistas, teatralizan sin sonrojo la política del “y tu más” sin importarle en absoluto las vidas de la gente. El Congreso, el Senado, sus ruedas de prensa y su prensa carecen de sistemas de ventilación.
El PSOE, mientras arremete contra la corrupción sistémica del Partido Popular, ha decidido alistarnos a la guerra en Europa, en contra de la opinión mayoritaria del electorado español, direccionando los recursos públicos hacia una economía de y para la muerte. Miente y engaña, el Ministerio de Defensa ha vuelto a aprobar una compra de armamento a Israel, acusado de genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia, de sistemas de misiles “probados en combate”, como informa El Salto, por valor de 207 millones. Repugnante.
El PP, mientras debilita los servicios públicos y liquida derechos de ciudadanía en las comunidades autónomas donde gobierna, está obsesionado en tomar el poder del estado violentando la ley y el sistema judicial que domina, para ampliar el espacio en el que practicar el latrocinio, seguir robando, recortando, regalando lo público a los suyos, los dueños del capital, y seguir apoyando el genocidio del pueblo palestino como hace Pedro Sánchez.
La casa roja es un poemario de Juan Carlos Mestre, premio nacional de poesía a la mejor obra publicada en 2008. En él hay un poema hermoso y triste, dice así:
Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
yo les traigo el saludo solidario de los metafísicos.
También para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas.
A partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno.
No lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.
También hay un poema simpático y esperanzado, se titula Lysístrata en Copenhague:
Hace por lo menos dos mil años que ocurrió la guerra del Peloponeso.
Una tristeza como otra cualquiera que dejó a Atenas sin hombres.
Sólo se veían mujeres por las calles, mujeres en el teatro, mujeres en el supermercado.
Una de ellas se llamaba Lysístrata, algo melancólica y propicia al escándalo.
El caso es que estaba hasta la coronilla, rodeada de perrillos y ancianos.
Los atletas caían en el combate, los amantes no regresaban de la oscura batalla.
La muerte, sollozaba Lysístrata, no es la mejor ocurrencia de los ciudadanos clásicos.
Una noche tuvo un sueño y se lo contó a las viudas de Atenas.
Se enfrentó a los arqueros, se enfrentó a los magistrados, se enfrentaron a los cobardes.
¡Por Diana de Táuride! ¡Dejad las armas y regresad a la ciudadela!
Los hombres hicieron caso por la cuenta que les corría, y triunfaron las asambleístas.
¡Venus nos asista! Exclamaban al arrojarse en sus brazos los de la opción a, que representa a la juventud.
¡Por todas las diosas! Invocaban por un asunto de método los de la opción b, al contemplar la desnudez de su amor.
Hace por lo menos dos mil años que ocurrió la guerra del Peloponeso.
Como ya suponía Lysístrata, a falta de un buen final,
hoy concluye en Copenhague esta historia.
En Copenhague se proclamó durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910 el Día internacional de la Mujer en homenaje a los movimientos por los derechos de la mujer, y para tratar de lograr el sufragio femenino universal. A eso alude el poeta. Una historia concluye y otra comienza.
La casa roja, que un día fue patria, está llamada a ser matria. Mientras carpinteros y ebanistas han desvencijado la casa roja del socialismo, una ideología llamada feminismo, aglutina todas las luchas por la libertad para rehabilitarla. El feminismo está dando cobijo al pacifismo, al socialismo, al ecologismo y, en España, debería integrar al federalismo plurinacional, las desigualdades no son solo de clase y de género, también son territoriales. La Lysístrata que estamos llamados a apoyar nos está gritando: ¡Dejad las armas y regresad a la ciudadela!