La personal interpretación del cuadro del pintor granadino José Guerrero LA BRECHA DE VIZNAR es un comprometido pretexto para clamar por la memoria histórica y homenajear la figura de Federico García Lorca ahora que se cumple, como todos los 18 de agosto, el 75 aniversario de su muerte.
El artículo lo escribí en 2006, algo se ha avanzado desde entonces. A una débil Ley de Memoria Histórica y diversos peloteos competenciales entre instituciones e instancias judiciales, se ha contrapuesto el buen trabajo de las Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica y al apoyo de grupos de investigación universitarios que atesoran un conocimiento detallado de la ignominia fascista.
Pero aún queda mucho trabajo. En Granada, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, junto con familiares de las víctimas, coloca todos los años en un acto homenaje una placa en honor de las casi 4.000 personas fusiladas en la tapia del cementerio. Días después el gobierno de la derecha de la ciudad siempre la retira retira.
El mismo gobierno se niega a retirar los símbolos franquistas que aún quedan en lugares públicos de la ciudad. Por ejemplo, el monumento fascista dedicado a Primo de Rivera sigue ocupando el centro de una plaza recoleta frente al palacio de Bibataubín.
Cinco manos locas en actitud de saludo fascista se yerguen sobre el monolito. El mismo gobierno derechón granadino que retira la placa honorífica de la tapia del cementerio, se niega a retirar el bronce franquista que conmemora la victoria de la sinrazón.
LA BRECHA DE VÍZNAR
El Centro José Guerrero, del Museo de Arte Contemporáneo de la Diputación de Granada, alberga una colección permanente del pintor granadino que le da nombre. En él, sito en la calle Oficios, se encuentra el cuadro La Brecha de Víznar. Dos lindes profundas y diagonales, formadas por la confrontación entre un blanco de fulgor astral y un negro “vivo y transparente”, cizallan un abismo oscuro. En ese barranco nocturno y tenebroso ocurrieron, como en tantos otros lugares y cunetas, hechos históricos abominables. Para mis ojos, es la luna la que dibuja la profundidad telúrica. Luna lorquiana que, como el costado de Sierra Morena, reflejada en la tierra del barranco tamiza una consistencia tenue de tierra amalgamada con sangre.
Los triángulos que forma el blanco con levísimos reflejos purpúreos se clavan sobre la tierra negra.
Tierra que resume toda la noche negra en la que se sumió España en el año 1936. En el vértice incisivo un borbotón rojo de sangre simboliza la herida abierta. La Brecha de Víznar, pintada por Guerrero en 1966, fue causada por una guerra que ganó el fascismo insurrecto y, hoy, sigue siendo venero de infamia para gentes que sufrieron el estigma del olvido.