Todo el mundo sabe que un jardín público no produce rédito económico directo, pero nadie imaginaría una buena ciudad sin jardines públicos.
La trampa liberal, la tela de araña neoliberal, nos ha reprogramado los cerebros para que pensemos según el poder del dinero. Porque pensando así quienes tiene el poder son los que tiene el dinero. Así crece la riqueza de la minoría y se multiplica la pobreza de las mayorías.
Escapar de esa trampa, de esa tela de araña, es imprescindible para pensar en libertad.
Una buena sanidad pública no se construye sobre criterios de rentabilidad económica, como tampoco se construye así una buena educación pública, la primera garantiza salud y por tanto productividad, la segunda garantiza futuro. Otra cosa es promover la eficacia, la eficiencia y actuar contra el dispendio y las corruptelas.
Un buen transporte público no puede presuponer beneficio empresarial, sino servicio público para la gente, conteniendo la función social y los criterios de baja contaminación, eficiencia energética y accesibilidad para todo el mundo.
Así, la primera y fundamental crítica contra el nuevo modelo de transporte público en Granada, el de la LAC, no es que nos vaya a costar más, es que no ha servido para nada salvo para empeorar su función social, aumentar el tiempo del viaje, incomodarlo, hacer crecer el consumo energético fósil y consiguientemente la contaminación. Ahuyenta a la gente.
Dicho esto, y es por esto que ha quedado dicho, resulta que el modelo de la LAC nos cuesta más en dinero contante y sonante, en gasto sanitario y en tiempo perdido.
Una prueba más para decir que actuar con criterios sociales, a la búsqueda de la igualdad y la equidad, y mejorando la eficiencia y calidad de consumo energético, es más barato que no hacerlo.
La ecología es el perfecto continente de la economía. ¿Tanto cuesta? No cuesta tanto.