El PP de Algarinejo ha saltado a la fama porque hoy día cualquiera puede ser espía Mata Hari sin ser ninguna belleza con un dispositivo móvil en el bolsillo.
El caso Algarinejo, del que se hace eco hasta la prensa nacional, no es ni la Gurtel, ni el Fabra, ni Rus el de Xativa, ni los sobres diferidos, ni los Eres, ni Aznalcóllar, nos muestra un viejo modus operandi que hunde sus raíces más allá de la transición.
Nos muestra, en la microescala de un pequeño municipio granadino, que aquella transición no tocó el submundo inmoral del poder antidemocrático.
Democracia no es votar o actuar como un cliente, ante un chantaje o como un zombi. Es democracia entrecomillada, entreenladrillada, es la que hemos tragado durante muchísimos años a cambio de migajas y corruptelas. Antes, ayer como quien dice, cuanta más corrupción más votos. ¿O no?
Ahora eso se acabó porque no hay migajas y porque ellos, los que ostentan el poder, pelean entre sí por los despojos de lo que queda. La culpabilidad de nuestra situación está muy repartida.
En este país que fuimos, el AVE para Granada era la promesa de futuro mientras podíamos tardar hora y media o dos en llegar de la Chana al Zaidín. Ahora, hasta el Tribunal de Cuentas ha tenido que reconocer que el AVE es una catástrofe contable. Todo el AVE es deficitario. Ese tren para ricos tiene pérdidas anuales mil millonarias mientras en nuestras áreas metropolitanas no llegan ni los metros, ni las LAC, ni las bicicletas. Desplazamientos que hacemos a diario han sido abandonados frente a la ilusión óptica de un país con AVES fabricados en Alemania pero que ellos no usan.
El AVE pasará por Loja, entrará en Granada como una llaga y no nos llevará a ninguna parte. Ni traerá más turistas ni más euros. No lo duden, la cuestión es otra, la cuestión es escapar de los casos Algarinejos.