El régimen del 78 está, una vez más, en una operación de enorme calado ideológico, una operación de despolitización masiva.
Eso es lo que busca el discurso que en forma de bombas racimo lanzan todos los medios de comunicación tradicionales y ciertos sectores (que no se enteran de la centralidad de la guerra ideológica) de los nuevos medios digitales.
Esta operación de despolitización masiva despreciando el espectáculo político con calificaciones de posturero o teatrito y similares, es la única que es esencialmente antagónica al principal fruto del 15M, la potente repolitización social que ha conseguido.
Los poderes del régimen del 78 tratan de volver al estado de cosas anterior al 15 mayo de 2011, se trata de que nos acomodemos a la resignación, de que pensemos que el cambio no es posible. El desencanto no es como el pesimismo, un estado estadísticamente triste de percepción del futuro, el desencanto es la matriz de la inacción, el abandono, el y ya que más da. El desencanto es el veneno de la esperanza.
Quieren que, como antes, volvamos a pensar mayoritariamente que todos son iguales. Quienes no han soltado el poder y los sillones en cuatro decenios, algunos heredados de los cuatro decenios fascistas anteriores acusan a las emergencias populares de buscar poder y sillones.
El principal actor puesto en juego ahora para tal fin no es C´s, una vez conseguido que éste ocupe parte de la centralizad que consiguió Podemos, es el partido del régimen que representaba mayoritariamente a “la izquierda”, el PSOE, el que se está usando como tampón para el cambio.
Las “bases” del PSOE, substancialmente un conjunto de filiaciones a sueldo, no están en condiciones de romper desde dentro esta dinámica dada su dependencia primaria. Al parecer, ni siquiera un acto salvífico de dignidad ideológica de la cúpula, si es que les queda o tuvieron alguna vez, con Pedro Sánchez a la cabeza, va a evitar unas elecciones anticipadas.
No obstante, el potencial de cambio sigue estando ahí. Lo está porque la dinámica de apropiación de todo lo que hace posible nuestras vidas dignas, la dinámica de la conversión en precio de lo que hasta ayer considerábamos derechos, continúa implacable fomentada por la salida austericida a una crisis que es substancialmente de base material ecológica.
El desencanto, por tanto, es un lujo que sólo se pueden permitir las realezas económicas. El partido va empatado y hay que seguir defendiendo, analizando, y atacando. El desencanto es lo contrario de la esperanza (sea esta pesimista u optimista), el primero alberga la parálisis, la segunda llama a la acción.
Si vamos al 26J, en una especie de segundo tiempo, que sea otra vez para ganar.