viernes, 27 de noviembre de 2020

España, una posibilidad de vida justa en común


Las derechas ultra y las ultraderechas, con Felipe González líder, el gobierno de Isabel Ayuso fuerza de choque y el gobierno andaluz comparsa, están que trinan. Los acuerdos del gobierno de coalición con Bildu y ERC para aprobar los PGE, que incluyen la armonización fiscal para evitar la política de paraíso de las grandes fortunas que ejerce el gobierno de la comunidad de Madrid, les enervan.

Para las izquierdas, los nacionalismos de los pueblos nación y la España vaciada, limitar la fuerza extractiva de Madrid es prioridad. El empresariado productivo con raíces fuera de la capital deber ver que limitar el centralismo (federalizar España) es la manera de no ser subalterno de los tiburones que navegan en el IBEX, para los que la concentración del poder político es una bendición que simplifica la interlocución para defender sus intereses.

No será suficiente erradicar el dumping fiscal, hay que analizar lo que Madrid recauda pero extrae del resto de España con su altísima concentración de domicilios fiscales. La edición del BOE produce un efecto centrípeto. Que ERC apoye los presupuestos tras pactar la armonización fiscal para limitar el dumping es trascendente. Fue una reivindicación del parlamento andaluz, menos Ciudadanos, en la pasada legislatura, con el apoyo del actual presidente Moreno Bonilla. Es una reivindicación del gobierno valenciano, una necesidad de todas las comunidades autónomas y del pueblo madrileño que sufre igual el expolio de lo público.

Parece que ERC entra en inflexión, del "España nos roba" a que no roben los ricos. Si Bildu aprieta para derogar la reforma laboral y ERC para la justicia fiscal, son evidentemente aliados naturales de un gobierno progresista y de izquierdas. Bajo la acusación de la derecha, y de las posiciones ultras de todos los que piensan como Felipe González, de que los acuerdos con Bildu y ERC preparan el desguace de España, está el interés de mantener España como propiedad de unos pocos en vez de España como posibilidad de vida justa en común.

El papel de Unidas Podemos, su capacidad de influencia en los PGE, reconociendo la España plurinacional para sumar mayorías parlamentarias que beneficien a los pueblos, se sientan nación o no, se demuestra determinante. No quieren verlo agentes menores que, escorados sobre la margen izquierda, agarran causas "nacionalistas" e insisten, quejicas, en el todo o nada de sus demandas, invirtiendo en inutilidad bajo los paraguas de la santa pureza y la sagrada coherencia.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Ciudadanos, vía muerta


Contaba la pasada semana Magdalena Trillo, subdirectora del grupo de comunicación andaluz Joly y directora de la cabecera Granada Hoy, en su columna dominical que el vicepresidente andaluz, Juan Marín, y el alcalde de Granada, Luis Salvador, ambos de Ciudadanos después de un periplo de militancias y cargos, el primero Alianza Popular, Partido Andalucista e Independientes de Sanlúcar, y el segundo PSOE y Ciudadanos, a la vista de la reducción del espacio ciudadanista, preparan su desembarco en el PP con una eventual propuesta de coalición Andalucía Suma, y si no es posible por negativa de Arrimadas, saltando del chinchorrito en que va a quedar reducido Ciudadanos en Andalucía al buque que conserva el PP remolcado por Vox.

La periodista Trillo no se juega su prestigio a un bulo o un cuchicheo, los movimientos políticos que alude están amparados por hechos. Se prepara una movida de liquidación de Ciudadanos en territorio andaluz absorbiendo al vicepresidente autonómico y al único alcalde de capital en territorio español.

El caso es que gracias a los resultados desde 2015 en elecciones estatales, que han impedido que el PSOE sume mayoría con Ciudadanos sin el consentimiento de Unidas Podemos, el partido deseado por el presidente del Banco Sabadell está condenado a disolverse en su espacio matriz, el PP. No se entiende así que sectores del PSOE, e incluso Pedro Sánchez, insistan en llegar a acuerdos con Ciudadanos a pesar de que cogobierne con el PP gracias a Vox en Andalucía, Madrid y Murcia.

La supuesta estrategia trasversal de Sánchez buscando a Ciudadanos no le sirve al PSOE ni para ganar los votos indecisos liberales de ciudadanos, que acabarán refugiados en el PP, como pinta que harán Juan Marín y Luis Salvador, ni para sujetar el voto progresista por su izquierda que volvería a Unidas Podemos, donde estuvo en 2015 y 2016. O en su relación con la izquierda y la plurinacionalidad Pedro Sánchez no es fiable, o la parte del PSOE liderada por Lambán, Pagé y Vara con Díaz de comparsa es fuerte, o no se comprende el empeño en Ciudadanos. Sánchez debería recordar que la causa de que se perdiese Andalucía fue la deriva ciudadanista y del “a por ellos” de la todavía secretaria general andaluza, Susana Díaz.

Los resultados de las próximas elecciones catalanas podrían confirmar los augures andaluces. Ciudadanos está entrando en vía muerta. Su fundador Albert Ribera está ya de hecho contratado por el PP. La táctica de Unidas Podemos de ser gobierno y al tiempo presionar desde fuera cuando la parte gubernamental del PSOE se opone a avances pactados, imprescindibles para mejorar la vida de la gente, es un freno al PSOE para que no abra la puerta a las derechas alimentando a Ciudadanos, y un catalizador para conseguir avances para la democracia y para las mayorías sociales.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Patria


Patria es una serie sobre el perdón como antibiótico para que las heridas sociales y políticas cicatricen. El perdón es antígeno del odio. Vivir con odio es malvivir.

El perdón es dialógico, requiere de quien lo pide y de la disposición para perdonar de quien es víctima. Patria muestra que quien más necesita la dialéctica del perdón es quien puede perdonar. Por eso Bittori, la viuda protagonista a la que ETA asesinó años atrás a su marido, el Txato, es la parte activa para que quien pudo ser el asesino de su marido, miembro largos años encarcelado de la organización terrorista ETA, le cuente si fue él quien mató a su marido y le pida perdón. Si eso ocurre, ella perdonará, su familia perdonará, el Txato en la tumba, con el que mantiene empáticas y emocionantes conversaciones, perdonará y, así, la sociedad vasca iniciará un proceso para transitar de un mundo violento de valores guerreros, un viejo mundo, a otro pacífico de valores feministas, un nuevo mundo. En la serie, el perdón se forja entre dos mujeres. Ellas hacen que la patria pueda ser un día matria.

En Euskadi el perdón llama al perdón porque las dos partes se consideran víctimas. Al perdonar, la parte perdonada siente que también se le pide perdón. Imposible que Patria exprese toda la complejidad histórica de la política, la represión, el terrorismo vasco y el dolor inmenso causado dentro y fuera de Euskadi. Comienza en 2018, cuando ETA anuncia su disolución; ya hace once años que dejó de atentar y casi diez que abandonó la lucha armada.

La derecha española actual, tan derecha y tan ultra, actúa como si contra ETA le fuese mejor. Por eso, aunque ya no existe, arroja su recuerdo contra cualquier cosa a la que puedan acusar de ser antiEspaña, aunque sea más pacifica que una sesión de guiñoles. La prueba de que a la derecha española le falta arraigo democrático es que se muestra incapaz de ser parte en la dialógica del perdón. Como es incapaz de reconocer una realidad manifiesta: que España es diversa en lo cultural y lo político; y plurinacional si es que quiere ser de verdad integradora y democrática.

El día que conocíamos que el gobierno del ayuntamiento de Madrid usa la bandera de España para la iluminación kilométrica de la navidad, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegui, anunciaba que apoyarán, si todo va como parece que va a ir, los primeros PGE progresistas de izquierdas, no ya de años de presupuestos neoliberales del PP, sino de presupuestos socioliberales del PSOE. Este hecho histórico, en un momento en el que conviven una crisis socioeconómica de calado global con una crisis sanitaria de un calibre tal que las generaciones vivas no teníamos memoria, es producto de la dialéctica sanatoria del perdón; del pacifismo, el ecologismo y el feminismo de los nuevos tiempos en el progresismo y las izquierdas. Un hecho que abona la posibilidad de construir en el medio plazo un nuevo acuerdo de país, que dé solución al viejo problema de las soberanías de los pueblos políticos que constituyen España en el marco del la cooperación justa.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Antidisturbios


He visto del tirón ‘Antidisturbios’, como recomendaba Carlos Boyero en su crítica Sorogoyen, el rey de la adrelanina. No es una serie sobre la dureza de la Policía ante situaciones desesperadas como los desahucios, ni sobre las actitudes repudiables moral y legalmente que algunos miembros de los cuerpos policiales pudiesen tener. Ver eso es ver el dedo y no la luna a la que apunta. Por eso, las críticas a la misma de algún sindicato policial, particularmente el más ultra, no se entienden.

Podría ser al revés, los sindicatos policiales y todos y cada uno de sus miembros podrían perfectamente elogiar la serie. Lo que dibuja ‘Antidisturbios’ es cómo determinados poderes económicos, trabados con algún (algunos) jueces que gozan de impunidad en sus decisiones a sabiendas injustas, conniventes con policías corruptos, usan a policías de carne y hueso (es verdad que algunos con más cuerpo que cerebro), no para el servicio al Estado y la sociedad, sino para el servicio a intereses de parte muy concretos y muy dañinos.

La serie describe a la perfección cómo funciona lo que podríamos llamar “paraestado”, una suerte de triángulo formado por grupos económicos con vínculo o propensión a construir tramas mafiosas, cloacas en las administraciones judicial y policial y, en España, cómo no, determinados medios de comunicación que trabajan para elevar a verdad la mentira con el fin de manipular la opinión publica en beneficio de intereses muy concretos. Les suena.

La serie incluso humaniza a los polis antidisturbios por muy aspecto de fieros que tengan. Son gente con sus historias y sus familias, moralmente malos, buenos, o abrumados por su situación, su trayectoria o su responsabilidad. Muy condicionados por un trabajo durísimo del que parecen inconscientes que en demasiadas ocasiones no es para servir a la patria sino para servir a quienes se creen, y de hecho suelen serlo, dueños de la patria.

Creo que los líderes sindicales de la policía no han visto ‘Antidisturbios’ entera, puede verse en Movistar, tal vez se han quedado en el capítulo 1, trepidante, tal vez han llegado al 2. Ni la Policía ni sus antidisturbios son los auténticos malos en ella. Los malos, como en el gran cine, son los que, escondidos, mueven los hilos de las adiestradas marionetas.

La serie es de una calidad excepcional, te atrapa de principio a fin. Todo funciona en ella: las actrices y los actores, las escenas de acción, las de diálogo y las tipo Aaron Sorkin; la posición de la cámara siempre, especialmente en las operaciones del equipo de antidisturbios; la trama y, una gran idea, que la auténtica protagonista sea una inspectora de policía joven, testaruda, inteligente y libre.

No haré ni un solo comentario sobre el desenlace. Véanla y saquen sus conclusiones. Si son polis con más motivo, no va contra ustedes.

martes, 3 de noviembre de 2020

Andalucía no es Andalucía

Colectivo Andalucía y Democracia

En efecto, Andalucía ya no es Andalucía. O ha dejado de ejercer de Andalucía, que viene a ser lo mismo. Hace años que Andalucía dejó de existir como sujeto político y hoy de nuevo se nos presenta como el baluarte del Madrid cañí, de la capital refugio lujoso de corruptelas, cloacas y poderes fácticos. Andalucía también ha dejado de ser España para convertirse en la subalterna de Madrid, capital devenida en ciudad Estado que vuelve a tener a Andalucía como la criada analfabeta y chistosa de las películas de Alfredo Landa, Fernando Esteso o Juanjo Menéndez. Chacha de la caspa madrileña como en los tiempos de la dictadura franquista.

Debemos aclarar que Andalucía existe ¡y con qué fuerza! como realidad social y como identidad cultural. Pero durante casi cuarenta años, el PSOE se ha ocupado de ir frustrando todo aquel sueño de futuro, aquella ansia de transformación y de justicia, de reparación histórica, que albergaban los cientos de miles de manifestantes del 4 de diciembre de 1977 o los millones de votantes a favor del derecho a decidir de aquel referéndum ejemplar del 28 de febrero de 1980. Diluyeron las ilusiones, lenta e inexorablemente, en beneficio de la perpetuación en el poder y para mayor gloria ¡ay! de andaluces como Felipe González, Alfonso Guerra, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz.

Como andaluces, clamamos contra esos dirigentes del PSOE principalmente por este expolio político del pueblo andaluz, por este desfalco alevoso del potencial de transformación social que atesorábamos en los inicios de la década de los años ochenta y nos impelía hacia un futuro mejor. Porque ese ha sido el capital más valioso del que hemos dispuesto en nuestra historia reciente. Saqueo más dañino para nuestro presente y para nuestro futuro que todos los casos de corrupción o que el clientelismo político que tanto se les reprocha, y con razón. Al desarmar la identidad política de los andaluces, nos han robado el proyecto, el ideal, el horizonte al que dirigirnos. No hay mayor estafa. Y como remate, en los últimos tiempos, Susana Díaz ha abierto la puerta de par en par a la de­recha y a la extrema derecha, alentando el españolismo carpetovetónico al grito de “a por ellos”. Por supuesto, “ellos” son los catalanes.

¿Y ahora qué tenemos? Ahora, tenemos a una Andalucía que ni está ni se la espera en el debate sobre el reparto de los fondos Covid-19 de la UE para la reconstrucción. Una Andalucía que ni está ni se la espera en la palestra que perfile el futuro modelo territorial que necesariamente debe hacerse. Que no importa si quiere monarquía o república. Lo mismo que nadie va a defender los intereses de Andalucía en el futuro corredor mediterráneo o en cualquier otro foro donde se vaya a dilucidar el porvenir de los trabajadores, agricultores, industriales, comerciantes, estudiantes, profesores, sanitarios…, en definitiva, de los ocho millones de andaluces y andaluzas que habitamos esta hermosa y maltratada tierra. Y eso es así, sencillamente, porque Andalucía ha dejado de existir como sujeto político.

Consecuencia de lo anterior es el claro alineamiento de Andalucía con las posiciones más retrógradas del Madrid reaccionario y españolista. Las derechas, con toda su capacidad demagógica y guerrera, han concentrado sus fuerzas en Madrid para disparar contra Catalunya y, ahora, contra el Gobierno de España, lo mismo que hace el independentismo unilateral catalán, parte del cual empieza a barruntar un propósito de enmienda, aislado del mundo e ignorante de los límites estructurales en su propio territorio. Ellos también confunden Madrid con España. Andalucía, por su bien, no puede ser parte madrileña ni parte catalana de esa guerra contra el actual Gobierno de España. Andalucía tiene sus intereses y, en consecuencia, debe tener su estrategia y sus propuestas propias.

Porque Madrid no es España, obviamente. Lo dice la reciente encuesta de 40dB: directa e indirectamente, España es progresista, federalista y republicana. Y el futuro federal y republicano lo está dibujando el triángulo País Valencià (PSOE-Compromìs-Unidas Podemos), Galicia (PP) y Euskadi (PNV-PSOE). Nótese, entre paréntesis, los diferentes gobiernos actuales de las tres comunidades, cuya suma poblacional no llega a los diez millones, el 21% de la población española. Ximo Puig lo está diciendo una vez y otra: hay que quitar poder a Madrid, hay que compensar el efecto capitalidad, hay que impedir el dumping fiscal, hay que descentralizar las instituciones del Estado, hay que cambiar el modelo radial por un modelo en red, hay que avanzar en justicia territorial. Federalismo.

Lo dice el presidente de la Comunidad Valenciana cuando debería decirlo Andalucía, la comunidad autónoma con más paro, precariedad, desigualdad, pobreza y con mayor dependencia del turismo y menor tejido industrial. Pero eso ocurrirá únicamente el día que Andalucía deje de ser subalterna de Madrid. Entonces volverá a li­derar la configuración del modelo de Estado en beneficio de las y los andaluces, tal y como lo hizo en la transición. Las condiciones materiales, geográficas, geo­políticas y formativas de sus gentes son inmejorables para romper con la dependencia del poder central y alumbrar un futuro con energías renovables, industrialización verde, agroecología, industria cultural y reforzamiento del papel de los servicios públicos y la economía de los cuidados.

Pero Andalucía se ha atado al cuello la soga del centralismo, de la monarquía (ya lo hizo con el PSOE de González, Guerra, etcétera) y del españolismo ultramontano que finalmente ha puesto alfombra de lujo a la irrupción de la extrema derecha. Porque ahora resulta que somos más monárquicos que nadie. O tan monárquicos como los madrileños. Lo recoge la citada encuesta de 40dB. Andalucía opina lo mismo que Madrid. El 31,5% del electorado andaluz votaría por la república, como lo haría el 32,2% del electorado madrileño. El 43,1% de Andalucía y el 46,3% de Madrid se decanta por la monarquía. Indecisos, blancos y abstenciones sumarían en Andalucía un 25,4% y en Madrid un 21,5%. En cambio, la ciudadanía electoral española en su conjunto es más republicana que monárquica, el 40,9% frente al 34,9%.

Una mirada minuciosa a esa encuesta permite deducir que el sentimiento republicano está vinculado al progreso, la izquierda y los derechos democráticos, en tanto el sentimiento monárquico está vinculado al conservadurismo, la desigualdad y los privilegios. El electorado de PP, Vox y Ciudadanos es mayoritariamente monárquico, en tanto el electorado de las izquierdas y las opciones soberanistas, nacionalistas, confederalistas o federalistas es mayoritariamente republicano. Es verdad que los andaluces y las andaluzas están menos preocupados por el destino de la monarquía que por el paro, la precariedad laboral, el destrozo de la sanidad pública y la pérdida de fuerza de la educación pública, con el consiguiente incremento de la desigualdad estructural. Pero la pregunta pertinente aquí es qué hace Andalucía alineada con la anacrónica institución cuando, y los encuestados lo dicen mayoritariamente, es una institución de derechas y no de derechos.

En definitiva, una España progresista pasa por una Andalucía progresista. Mientras los gobiernos catalán y madrileño pelean contra el Gobierno español de coalición, si Andalucía tuviese un ejecutivo que representase verdaderamente a sus ciudadanos se sumaría al triángulo formado por la Comunidad Valenciana, el País Vasco y Galicia. Ese cuadrángulo representaría casi la mitad de la población del Estado. La deserción del Gobierno de derechas que sufre Andalucía debe llevar a las izquierdas an­daluzas a trabajar con esa perspectiva territorial estratégica (progresista, federal y de calado republicano), buscando alianzas para reforzar las políticas eco­nómicas, sociales y territoriales más avanzadas del Gobierno español. Otra cosa será seguir instalados en la Andalucía inexistente de la que hablábamos al principio, imbuidos en el papel de chacha del Madrid más rancio enfrentado con Cata­lunya. Alineados con el centralismo carca que perpetúa nuestro atraso.

Firmado por Colectivo Andalucía y Democracia

Publicado en La Vanguardia el 03-11-2020

lunes, 2 de noviembre de 2020

Metamorfosis, simbiosis y biomimesis

La lucha contra el cambio climático tiene dos frentes, el paliativo y el curativo. De un lado los cuidados, la restauración y la conservación, de otro la reconversión ecológica del modelo productivo.

El frente paliativo pasa conservar y proteger el agua, el aire, el suelo y la biodiversidad. Conservar y proteger el mundo físico y toda la comunidad biótica. La gran pandemia invisible se desarrolla en los ecosistemas naturales, en los agroecosistemas culturales y en las ciudades desnaturalizadas y deshumanizadas. La madre de todas las pandemias destruye las condiciones de posibilidad de la vida humana. Si el planeta es simbiótico como nos explicó Lynn Margulis, no podemos alterar a las bravas las relaciones de cooperación entre los seres vivos que lo componen como se viene haciendo desde hace al menos dos centurias. Las políticas públicas han de reforzar la simbiosis entre la especie humana y la naturaleza.

El frente curativo tiene dos prioridades, cerrar los ciclos de la materia, como hace la naturaleza en los ecosistemas, y resolver la cuestión de la energía conectando el sistema productivo al sol, como la vida desde hace cuatro mil millones de años. La economía circular alimentada por la energía solar es un inventó de la naturaleza con miles de millones de años de eficacia probada. Imitar la naturaleza es lo que la ecología llama biomimesis.

Avanzar hacia un sistema energético renovable produciría un efecto sinérgico beneficioso en los ámbitos económico, social y ambiental. Las energías renovables son, en el contexto actual de crisis estructural y sanitaria, nuestra tabla de salvación. Sus tecnologías tienen total fiabilidad para abastecernos con seguridad y garantías. Sol y viento están distribuidos por toda la geografía y tienen un enorme potencial de generación intensiva de empleo.

La economía ecológica es el único modelo alternativo disponible para afrontar las crisis que inundan la humanidad y la vida en el planeta Tierra. Repensar la fabricación y diseño de los productos de consumo, cerrar los ciclos de producción, imitar los procesos y diseños naturales, aumentar la eficiencia en el uso de recursos, reconvertir el modelo agrícola intensivo hacia la agricultura ecológica, cambiar el modelo fiscal para introducir el balance entre las afecciones medioambientales y sociales de los procesos productivos con los beneficios sobre la comunidad política de la producción ecológica y los servicios ambientales, y utilizar para todo ello la energía solar, son necesidades acuciantes.

La ecología contiene a la economía. La ONU acaba de certificar que las causas del cambio climático son las mismas que las de las pandemias. Tres conceptos procedentes del campo de la biología se correlacionan muy bien con lo que las políticas públicas deberían priorizar. La metamorfosis económica que Andalucía y el planeta necesitan ha de basarse en la simbiosis y la biomimesis.