He visto del tirón ‘Antidisturbios’, como recomendaba Carlos Boyero en su crítica Sorogoyen, el rey de la adrelanina. No es una serie sobre la dureza de la Policía ante situaciones desesperadas como los desahucios, ni sobre las actitudes repudiables moral y legalmente que algunos miembros de los cuerpos policiales pudiesen tener. Ver eso es ver el dedo y no la luna a la que apunta. Por eso, las críticas a la misma de algún sindicato policial, particularmente el más ultra, no se entienden.
Podría ser al revés, los sindicatos policiales y todos y cada uno de sus miembros podrían perfectamente elogiar la serie. Lo que dibuja ‘Antidisturbios’ es cómo determinados poderes económicos, trabados con algún (algunos) jueces que gozan de impunidad en sus decisiones a sabiendas injustas, conniventes con policías corruptos, usan a policías de carne y hueso (es verdad que algunos con más cuerpo que cerebro), no para el servicio al Estado y la sociedad, sino para el servicio a intereses de parte muy concretos y muy dañinos.
La serie describe a la perfección cómo funciona lo que podríamos llamar “paraestado”, una suerte de triángulo formado por grupos económicos con vínculo o propensión a construir tramas mafiosas, cloacas en las administraciones judicial y policial y, en España, cómo no, determinados medios de comunicación que trabajan para elevar a verdad la mentira con el fin de manipular la opinión publica en beneficio de intereses muy concretos. Les suena.
La serie incluso humaniza a los polis antidisturbios por muy aspecto de fieros que tengan. Son gente con sus historias y sus familias, moralmente malos, buenos, o abrumados por su situación, su trayectoria o su responsabilidad. Muy condicionados por un trabajo durísimo del que parecen inconscientes que en demasiadas ocasiones no es para servir a la patria sino para servir a quienes se creen, y de hecho suelen serlo, dueños de la patria.
Creo que los líderes sindicales de la policía no han visto ‘Antidisturbios’ entera, puede verse en Movistar, tal vez se han quedado en el capítulo 1, trepidante, tal vez han llegado al 2. Ni la Policía ni sus antidisturbios son los auténticos malos en ella. Los malos, como en el gran cine, son los que, escondidos, mueven los hilos de las adiestradas marionetas.
La serie es de una calidad excepcional, te atrapa de principio a fin. Todo funciona en ella: las actrices y los actores, las escenas de acción, las de diálogo y las tipo Aaron Sorkin; la posición de la cámara siempre, especialmente en las operaciones del equipo de antidisturbios; la trama y, una gran idea, que la auténtica protagonista sea una inspectora de policía joven, testaruda, inteligente y libre.
No haré ni un solo comentario sobre el desenlace. Véanla y saquen sus conclusiones. Si son polis con más motivo, no va contra ustedes.